Vengo por un camino sin contar las horas;
están pasando a solas, el tiempo es mi enemigo.
Se para si te giras y empieza si te quedas,
lo ataremos con cadenas en sus cunetas vacías.
Si vivir es un salto de fe, no tengo fe ni motivos,
pondremos alas a lo prohibido que nos enseñó a querer.
Soy el último alarife y por eso no me ayuda Dios
con su murga y su sopor al leer todo lo que no te dije.
Brotaré donde los demonios te muerdan
al ver lo mal que se me da ser sin ti;
sé que tú no quieres llegar al final de esta senda
despojada de los años que pintaste de gris.
Sangraré con cada rueca sin agujas
que no tienen hilo rojo para tejer;
si el destino se fue a llorar bajo la lluvia
dime si alguien lo podrá ver.
Vengo por la vereda perdido en un andurrial,
sin encontrar tu mar y a la sombra de tus caderas.
Me hallo si te vuelves, permanezco sin tu ausencia
y este arraigo y su apetencia son mis brazos para que te
quedes.
Si la vida son dos días, que el nuestro sea domingo,
le rezaré a tu ombligo que me enseñó la flor y su caricia.
Y por esta blasfemia no me ayudará Dios
con su espina y su perdón mientras nuestras almas se besan.
Y tus ojos y la cruz,
este blanco que tranco
hasta ser un ataúd
que sabe que se me va la vida
sin saber que me destrozas
cada vez que me miras,
cada vez que me rozas.
Ven,
que te voy a decir que me voy.
Ten,
en tu pecho dejo todo lo que soy.
Que no se te olvide brillar que yo solo fui la sombra
de las noches sin hogar, de los fuegos que te adornan.
Si las raíces se olvidan de abrazar esta tierra que te tiene
tendré que robar la sal de los planetas que te despeinen.
Que no se te olvide pensar que una vez estuve aquí
con los días de locura boreal, con las nubes y su figura de
marfil.
Si los ríos se olvidan de desvivirse hacia tu espalda y su
ponto
tendré que hacer por desvestirte antes de que lo haga otro.
Manaré todas las mañanas ciegas de Dios
en las que perdí la esparraguera;
si el morado se ha guarecido detrás del telón
beberemos hasta que yo tampoco te vea.
Robaré todas las flores del Edén
que huelan como tu cuello;
si sus colores envidian cada trazo de tu piel
las pintaré sin mirarte y se secarán al viento.
Y tu boca y su fuente,
estas aguas huérfanas de barcas
serán el lar de mi muerte
que sabe que mi vida se aleja
sabiendo que me rompes
cada vez que no me besas,
cada vez que te me escondes.
Ven,
que te quiero decir que me voy.
Ten,
en tus ojos viviré ayer, mañana y hoy.
Que no se te olvide bailar que las canciones son por ti,
son dos versos sin rimar, una melodía de ambrosía y carmín.
Si las baldosas se olvidan de vestir el arte de tu cuerpo
tendré que buscar otro existir al que cabalgar despierto.
Que no se te olvide pensar que una vez estuve aquí
y no he dejado de soñar aunque no pueda dormir.
Si los malos momentos son cualquier hora
que se me lleve el viento hasta donde estés sola;
que me secuestre el tiempo hasta donde lloras
para abrazarte, pues es todo lo que te doy
antes de decirte “ven, que te quiero decir que me voy”.