jueves, 25 de octubre de 2012

Obligación.

Escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir... Inventar, crear, moldear, configurar. Tener ideas, darles forma y plasmarlas. Puede que se me dé más o menos mal, o más o menos bien, hay cosas buenas, hay cosas malas, pero lo importante es hacerlo, porque sino si que no habrá cosas buenas ni malas. Escribir como obligación hacia mi mismo. Me lo debo por haber tenido esa idea. Desarrollarla como sea y ala, dejarla ahí. Si gusta, bien, y si no gusta, pues bien también.

Escribo para mi, y para ti si te gusta, y si te disgusta, tal vez es que no esté escrito para ti, aunque ya lo has leido y ha causado un tipo de sensación en ti, ergo... también está escrito para ti.

Eso me recuerda a...

Había una vez un payaso, con ropa de payaso, zapatos de payaso y hasta maquillaje de payaso. Llevaba un bombín pequeño de color rojo, y debajo una peluca verde. La cara blanca con una enorme sonrisa roja dibujada. Ropa de mil colores y unos increíbles zapatos a juego con el sombrero.

Le encantaba hacer reír a la gente, a los niños, pues era su trabajo. Siempre le aplaudían y se convirtió en un payaso muy reputado. Era un payaso siempre, hasta cuando no estaba trabajando en el circo.

Un día, en una revisión médica le dieron una mala noticia. No le quedaba mucho tiempo de vida, y es que ya era un payaso bastante mayor y las enfermedades encontraron en él un buen lugar para vivir. Pese a todo, tenía que seguir con su trabajo.

¿Cuesta mucho seguir haciendo reir pese a que quieres llorar?

Pues él lo hizo, hasta el día en que murió, siguió regalando sonrisas a las personas. Fue un día, después de una actuación, salió como siempre a despedir a la gente y a hacerse fotos con los niños. Uno de esos niños se quiso hacer una foto con él y le saltó y se le agarró al cuello. El payaso, ya mayor, no era muy fuerte, se mareó y se desmayó. Llamaron a una ambulancia, pero entre toses y vómitos, no llegó al hospital. Ya esa misma mañana se había notado cansado, pero nada que le impidiese ponerse su traje favorito, el de rombos amarillos y morados, con pajarita azul, su sombrero y sus zapatos, y pintarse esa gran sonrisa. Ya en la actuación notó como le flaqueaban las fuerzas en el número del salto a la cama elástica, ya no estaba para esos trotes. Y así fue su final, en una cama, vestido de payaso y sonriendo como un payaso. Y un payaso fue hasta el fin de sus días, haciendo reir y, en el último momento, llorar.

jueves, 11 de octubre de 2012

Hasta luego quizás.

Es un puñetazo revoltoso en la ventana cerrada
Son pájaros mudos que vuelan de desbandada
Es un triste sonar de trompetas sin orquesta
Son cartas vacías antaño llenas de letras

Es un puñal sin huellas en busca de heridas
Son atardeceres de sol y lluvia muy fina
Es una sonrisa al revés que adorna tu cara
Son lágrimas dulces que se tornan saladas

Y tú sin entender que no me he perdido
Es que no te quiero encontrar
No tengo más saltos que vadeen este río
Es que tengo que naufragar

Es un tablón que atranca portales de invierno
Son aleteos y respiración que congelan infiernos
Es un reloj sin pila cuyo tic-tac dice adiós
Son tus latidos que lo movían fuera del cajón

Es una patada a las ganas de pedir disculpas
Son rojas las flores sin nombre de nuestra tumba
Es una guitarra, es un pañuelo y una mano suelta
Son todos los huecos que la mierda rellena

Y tú sin entender que no me he perdido
Es que no te quiero encontrar
No tengo más medallas de contar conmigo
Que te pueda regalar.