lunes, 25 de octubre de 2021

La Odisea

Acuéstate en mi cama de olivo que no hay quien mueva.

Como la pez llega la noche negra, soy hombre de bronce y lino.

Un caballo desbocado y sin bridas, pesadilla del marraguero,

ha pasado tanto tiempo desde el banquete en el Ida.


Ya estás dormida y abrazada al olor que dejo en tu almohada

y no pasa nada mientras pasa de todo y las sirenas cantan.

Se pudran mil primaveras y que viva el otoño una vez más

si no tiene fin este mar que me encontré tras la guerra.


Deja que te cuente las cosas que hice mal contigo y

que acabaron conmigo y que quiero hacer bien contigo.

Un empacho de flores y olvido, de deseos y lestrigones,

mi venganza es escribir canciones, hartura de jarcias y remolinos.


Le pido el fuego a tus manos y te da por invernar,

te pido el verano y entre tus dedos hallo un mar.

No necesito seguir viajando, o sí,

en tus ojos veo brillando lo que nunca conocí.

No necesito superar nada ni a nadie

porque en realidad “nadie” estuvo aquí.


Para el viento que somos cometas a merced de un huracán,

en mil naufragios aprendí a remar y donde quise estar solo

estoy con todos. Y pasarán los años y a veces las brujas

y a veces Tiresias, la tierra contigo es el cielo de otro planeta,

pero sin ti, el infierno que tengo más cerca.

Me bebo la sangre, recuerdos de la guerra,

si hay que entrar en batalla

no hay mejor armadura que los abrazos que me regalas.

Y a veces mil lunas, el oro que me ayuda

no viene de la manzana de Afrodita,

rompen las olas mejor en tu cuerpo que en la isla.


Te has guardado la montaña para ti mientras esperas,

hay menos color en mi barba que en tus telas.

Pasan los años y hay algo que tienes que saber de mí:

conservo intacta esta cicatriz por si quisieras quedarte a dormir,

nos abrazaremos todas las partes, hay una por cada amante

que a flechazos, son tus besos, hice huir.