lunes, 23 de febrero de 2015

Nuestro pilla-pilla.

Nuestros culos que saben de camas de hoteles
Y de horas moviendo la lengua.
Para qué quiere un pintor sus pinceles
Si tu sonrisa ya es eterna.
Para qué quiere un escultor sus manos
Si tu figura ya es perfecta.
Para qué quiere un trilero sus dados
Si mi partida no hay quien la pierda.
Porque sé que ganaré
Este estúpido juego
En el que pregunté
Qué pasa si te beso.
Porque sé que perdí
La ilusión del momento
En el que no te di
El final para tu cuento.
Y te invité a jugar al pilla-pilla
Y si te cojo yo, gano un sitio en tus mejillas.

Nuestras espaldas que saben de asientos mullidos
Y de horas escupiendo palabras.
Para qué quiere un carnicero sus cuchillos
Si ya cortan tus miradas.
Para qué quiere un pastelero la crema
Si me gustan las cosas rellenas de tu alma.
Para qué quiere un suicida las venas
Si se las va a cortar mañana.
Porque sé que ganaré
En este estúpido juego
En el que pregunté
Qué pasa si te quiero.
Porque sé que perdí
Lo bonito del momento
En el que no te di
Un último intento.
Y te invité a jugar al pilla-pilla
Y si me coges tú, ganas un sitio en mis mentiras.

Nuestra cabeza que sabe de apoyarse en un cristal
Y de horas dándole al tema.
Para qué quiere el marinero su mar
Si tu tesoro está en tierra.
Para qué quiere un soldado un fusil
Si en tus ojos hay calaveras.
Para qué quiere un piloto subir
Si tan altas no son tus piernas.
Porque no me rendiré
Aunque termine el juego,
Y te preguntaré
Si ya no hay más besos.
Porque sé que perdí
Ese instante, ese momento,
Cuando no te di
Una caja de sentimientos.
Y te invité a jugar al pilla-pilla
Y si te cojo yo, te agarro la manita.

Nuestros pies que saben de bajar escaleras
Y de horas de autocares.
Para qué quiere un corazón las penas
Si me curas todos los males.
Para qué quiere un corazón la voz
Si ya envía postales.
Para qué quiere un corazón más amor
Si con el tuyo ya le vale.
Porque sé que he ganado
Este estúpido juego
En el que te he preguntado
Si voy a ser tuyo luego.
Porque sé que no perdí
Ese instante, ese momento,
En el que no te di
Un millón de besos.
Y te invité a jugar al pilla-pilla
Y nos cogimos los dos, y sabes de maravilla.


domingo, 15 de febrero de 2015

En el último momento.

     Hacía calor, mucho calor. Lo normal en agosto. Había estado un rato con el ordenador, pero básicamente sólo esperaba a que fuesen las 23:00 para bajar un rato a la calle con mis amigos, a que nos diese un poco el aire. Quedaría con Mario y con Jessi, y más tarde, en la parada, con Guti y Yago. La rutina era la de siempre, huir de nuestro barrio para ir a otro mejor, con grandes parques llenos de hormigas y gatos, no tantas cucarachas, y con farolas que se apagasen a las 0:00. También había, y habrá siempre, aspersores programados para salpicar nuestro banco. Y así pasábamos el verano. Me gusta escribir sobre los veranos, porque pasan cosas más interesantes. Aunque a veces del invierno también saco algunas cosillas.

     Pasamos por el chino de siempre a comprar unos Cornettos, que este verano estaban a un euro, y si tenías suerte te tocaba otro. A mí nunca me tocó, pero tengo amigos a los que sí. Suponía que entonces alguien me amaba y en el juego me daban por culo. Si me diesen a elegir entre el amor o un Cornetto gratis, joder, prefiero el helado, y más en verano. Luego íbamos al parque. A veces bajaba más gente. A veces tenían que acabar hasta la polla de las anécdotas de siempre, Grecia, Benidorm, teatro... vaya vida más aburrida. También, cuando no estaba Barbi, hablábamos de cosas paranormales, como fantasmas y esas cosas. Era gracioso. Otro tema recurrente era el de los extraterrestres. Joder, ¿cómo no van a existir? Con lo grande que es el universo, solos no podemos estar. Nunca sobraba el humor negro, cuanto más, mejor. Podría decir que mis amigos y yo somos unos cabrones, pero que yo sepa, no hemos matado a nadie ni hemos robado millones de euros. Tampoco vamos por ahí desahuciando a la gente ni dando palizas a quien no puede defenderse. Pero bueno, si hacer un chiste sobre una desgracia es ser un cabrón, pues lo somos. Había hueco para series y spoilers, películas y spoilers, y música y... crítica.

     -¿Os gustaría saber cuándo os vais a morir? -preguntó nadie, nunca, ninguna de esas noches.
     -No, prefiero que la vida me sorprenda. En este caso la muerte -respondió alguien.
     -Ya, pero si lo supieses, podrías organizarte y hacer una lista con cosas que hacer antes de morir.
     -También la puedes hacer ahora pero sin la certeza de que vas a conseguir completarla.

     Seguimos debatiendo sobre esa gilipollez. La mayoría no querríamos saberlo, y la mayoría haríamos cosas similares antes de morir, como viajar mucho, encontrar el amor verdadero (si es que eso existe, lo cual implica esa búsqueda), tener algo de descendencia (no mucha, que hay que alimentarla), y en general, intentar ser feliz llevando la vida que siempre habíamos soñado. Normalmente es algo difícil, pero joder, esa conversación nunca existió (creo) como sí lo hizo ese verano y como si lo hicieron otras conversaciones parecidas, así que no pasa nada.

     Ahora ha pasado el tiempo, unos meses, y me acuerdo/invento ese momento. Pero he cambiado, he conocido personas y he visto películas y series nuevas. No quiero saber cuando me voy a morir, pero no quiero acabar como Michael Keaton en Birdman, es más estoy haciéndolo al revés, si hago teatro ahora... ¿acabaré haciendo cine? Sólo sé que la vida, hasta donde llegue, tiene que servir para algo, así que en el último momento (o antes) haré con ella o en ella algo estúpidamente bonito, que sirva para que me recuerden, algo como declararme a una chica mientras hago puenting sin cuerda, o algo estúpidamente heroico, como lo que hizo Brad Bellick, ayudar, cerrar los ojos, y que pase lo que tenga que pasar. Y que la ficción tenga en su gloria a la otra ficción.





domingo, 1 de febrero de 2015

Cuentos cerdos.

Voy a tu casita de caramelo
Sin dejar migas de pan
Por si me pierdo, sólo sigo la
Señal hasta el cruce de tus huesos.

Voy con mi polla de madera
Para cuando me mienta y me
diga “te quiero”, que se me ponga
Tiesa apuntando a su cielo.

Vamos a hacer niños perdidos
Con unos polvos mágicos, y si se
Tuerce trágico, al son de los alaridos
Me pincharé para hacerme el dormido.

No soy un príncipe ni un enano
Pero el juego de nuestras manos
También es peligroso, tengo algo de
Veneno, soy fuego como el dragón furioso.

Y tú, no te me vuelvas bruja,
Que si no prendo mi hoguera,
Y te la meto entera hasta la nuca
Para que ardas más que ninguna.

Vamos a hacer niños perdidos
Y a vivir en el bosque encantado,
Y si veo que te has cansado, te miro
Y me hago el amor con la mano.

Está roja sin caperucita
Porque la niña más bonita
No le tiene miedo al lobo
Que se lo come todo
Si la ve desprevenida
Cuando va a por la abuelita.
Que no se cuida sola,
Que en la selva son malas personas
Y no tienen corazón
Para hacer el amor.
Porque son de fantasía
Pero saben de guarrerías
Todos estos cuentos
Que saben que no te miento
Cuando digo que no te quiero.