jueves, 25 de diciembre de 2014

La pasajera.

     Había turbulencias. Sabíamos que íbamos a atravesar una tormenta, pero a los pasajeros nos importaba poco. El avión era el medio de transporte más seguro, o eso decían. Y todo parecía más tranquilo cuando veías las impresionantes piernas de la azafata acercarse para ofrecerte una copa. Me había tocado ventanilla, así que tenía primer plano de relámpagos. Me puse a escribir tonterías en una libreta. Una sacudida me volcó la copa e hizo que se encendiesen las luces de abrocharse el cinturón. Aún así estaba tranquilo. No podía decir lo mismo de un niño pequeño que estaba un par de asientos delante, que había empezado a llorar. Un trueno que sonó como si partiese el avión por la mitad hizo que llorase aún más.

     Quería otra copa, y ninguna azafata estaba disponible. Imaginé que estarían sentadas y bien amarradas, para que una de las fuertes sacudidas no las hiciese caer en medio del pasillo. Hubo entonces un relámpago impresionante. Me cegó, tal vez por estar junto a la ventanilla. Cuando volví a ver, me llevé una terrible sorpresa. El resto de pasajeros había desaparecido. Todos los asientos vacíos. No había nadie en el avión, supuse que ni pilotos, aunque el avión por el momento no estaba cayendo en picado. No había nadie excepto una chica, parada de pie en mitad del avión. Alta, morena, paliducha, delgada, con los ojos enormes y marrones. No era especialmente guapa. Me sonrió, nada extrañada por la situación. Hubo otro relámpago enorme y el trueno sonó milésimas después. Entonces la chica desapareció y volvieron a aparecer mis desconocidos compañeros de vuelo.

     -¿Qué ha pasado? -grité, pero nadie me contestó, y me miraban raro.
     -¿Dónde ha estado usted? -me preguntó el tipo que tenía al lado sentado.
     -Yo he estado aquí, los que habéis desaparecido habéis sido vosotros.

     Una azafata de piernas infinitas se me acercó. Me iba a decir algo cuando un rayo sacudió el avión, haciendo otra vez que todos desapareciesen, y con el sonido del trueno volvió a aparecer la chica morena.

     -¿Quién eres? -pregunté.
     -Me llamo Alma. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí? ¿De dónde vienes?
     -¡No!, ¿de dónde vienes tú? ¿dónde están mis compañeros de vuelo?
     -Yo estoy en mi avión -y se rió.

     Me levanté y fui al servicio. No sé si las turbulencias estaban fuera del avión o dentro de mi cabeza. Me lavé la cara y me miré en el espejo. Me pregunté si el tío que había al otro lado estaba en su avión. Fuera, la tormenta seguía, así que salí a hacerle frente. Me encontré en el primer vuelo, con mis primeros compañeros y sin chica morena. Volví a mi asiento, notando las miradas de todos en mí. Antes de llegar a sentarme, la azafata que me iba a hablar antes se me volvió a acercar.

     -Señor, no puede volver a su asiento. Será usted retenido junto a la cabina del piloto hasta que lleguemos al destino. Acompáñeme, por favor.
     -¿Qué dice? ¿por qué no puedo volver? -le pregunté indignado. Miré hacia mi asiento y vi, con gran sorpresa, que no estaba libre. La chica morena del otro avión estaba allí.
     -Ella es la verdadera pasajera. Hemos comprobado la lista de pasajeros y su nombre figuraba, al contrario que el suyo. Así que tendrá usted que explicar muchas cosas.
     -¡No puede ser! ¡Tengo el billete, mire, mi nombre, el vuelo y el asiento! -y se lo mostré. Estaba pasando de la indignación al enfado.
     -Exacto, es su nombre -me comunicó ella, sonriente-, también es su asiento, pero ese vuelo que usted tiene ahí no existe, es más, faltan como... meses para la fecha de su supuesto vuelo, mírelo. Ahora, acompáñeme por favor.

     No supe qué hacer, lo comprobé, no vi nada extraño en la fecha. Un hombre se levantó y dijo que si había algún problema, que era policía. Yo pensé que eso era una casualidad que sólo pasaba en las películas. Decidí no montar un numerito y seguí a la azafata. Me dieron un asiento nuevo, donde se solían sentar ellas. ¿Qué pasaba? No entendía nada.

     -Llegaremos en dos horas -dijo la azafata-, no se mueva de aquí. Tenga, por si se aburre -y me tendió un periódico. Al menos no me trataban como a un delincuente. Todo era rarísimo. Me puse a leer.

La científica Alma Heisenberg ha hecho importantes avances en el estudio científico de los mundos paralelos o mundos múltiples. Afirma, aunque aún carece de pruebas fiables, que estos supuestos mundos existen y que es posible que algunos están ocupando el mismo espacio que la Tierra. “Podríamos llamarlos así como Tierra2, Tierra3, Tierra4... Y también es posible que debido a diversos factores se pudieran abrir brechas en el espacio, no necesariamente en el tiempo, y producirse así una confluencia entre dos o más mundos, pudiendo generarse así un caos que...”

     Miré la fecha del periódico.

     -Señorita, ¿el periódico es de hoy? -pregunté a una azafata desconcertado.
     -Si, señor.

     No podía ser. Era de hace tres meses.


viernes, 14 de noviembre de 2014

Desde que no estás [verso].

Desde que no estás, es constante la caída,
y para no ver el final
me voy cosiendo las heridas,
Que no dejan de sangrar
y dejar mi calma hundida.

Te fuiste y no dejaste nada que no doliera.
Te fuiste y me dejaste la vida en la puerta.
Te fuiste y todo fue una explosión.
Te fuiste y no supe decir adiós.

Y ahora quién va a limar las esquinas.
Y ahora pasarás de sueño a pesadillas.
Y ahora recuerdo tu mano en el gatillo.
Y ahora sólo odio haberte querido.

Y desde que no estás, no escucho latir,
aquí dentro hay un tronar
como en una tormenta de ese abril
que nos vio llegar
antes de que quisieras partir.

Te fuiste y nadie estaba preparado.
Te fuiste y estoy mejor solo que mal acompañado.
Te fuiste y me dejaste los ojos rojos.
Te fuiste y yo como un cerezo en otoño.

Y ahora quién me enseñará el mundo.
Y ahora este barco no tiene rumbo.
Y ahora llueve hasta en mi habitación.
Y ahora para qué quiero el corazón.

Y desde que no estás, no escucho reír,
Aquí sólo se permite llorar
con el fin de ser feliz
aunque se desborde el mar
que nunca crucé por ti.

Y desde que no estás, lo bonito es diferente,
Como ir a volar
con el sol de frente
que tiene que quemar
los momentos impacientes.

Te fuiste y no dejaste nada que no doliera,
Me secaste la primavera.
Te fuiste y te llevaste tu canción,
Te fuiste y fuiste la mejor inspiración,
Tal vez la equivocada,
La que no se merecía nada.
Te fuiste.

Y desde que no estás, hay letras en las cunetas,
Morado en el cielo
y en las flores violetas.
Hay más miedo al universo
y más amor para quien quiera.




     Mensaje!! Bueno, aquí viene otra despedida, temporal como todas. Pero no echo a volar para dejar la tierra atrás, sino para montar mi nido en otra parte. Sí, junto a otro amigo (Matías G. Rebolledo) he decidido seguir creando versos en otro blog del que próximamente tendréis información vía Twitter, así que estad atentos y que no os dejen ni un día sin poesía.

Este blog no se cerrará, estará abierto para que tú o yo podamos volver cuando queramos.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Desde que no estás [prosa].

     El cielo estaba de ese color, cuando no era de día, pero no era de noche. No era el naranja amanecer, sino más bien rosa o morado atardecer. Un largo camino se reía delante de mí. No sabía si el camino era solitario o lo era yo. Más bien lo segundo, porque allí estaban ellos. En las cunetas de ese lugar no había sólo un poeta muerto, con los mejores versos tallados en un olivo que nacía donde su cuerpo descansaba. No. Allí había miles de poetas muertos, amontonados en las cunetas, y cada uno con un árbol distinto. Había un ciprés, un almendro, un naranjo... y todos tallados. Pero entre tanto poeta muerto y tanto árbol vivo, estaba yo solo, decidido a caminar.

     No llevaba andando ni el canto de tres pájaros distintos cuando una figura se acercó a mí y rompió la soledad morada. O rosa. La anciana que daba forma definida a esa figura era... pues eso, realmente anciana. Vestía de negro, tal vez por un luto infinito a un joven amado que murió luchando por una bandera de bilis y sangre y que nunca contestó más cartas que las que llevaba ella en un bolso, negro también, colgando del brazo. En la mano izquierda llevaba un ramo de violetas. Me ofreció una, pero no la cogí. Sólo la miré y seguí andando. No la dejé muy atrás. Me estaba siguiendo, y a mí no me molestaba. Ella caminaba con las violetas extendidas hacia delante, como si ya hubiese pintado el cielo de atrás. Un enorme ruido nos paró en seco. Ante nosotros había caído una calabaza. Pese al gran golpe, no se había roto. La anciana y yo nos acercamos. ¿O se acercaba la calabaza? No se acercaba, sino que crecía, y crecía, haciendo la soledad más pequeña pero el rechazo más grande. Eché a correr. La anciana apenas podía huir de la sombra del zapallo, que era descomunal. Me hubiese gustado ayudarla, pero no la conocía de nada y prefería salvarme a mí. La cosa creció tanto que terminó de aplastar a la portadora de violetas. No se escuchó ningún grito ni queja.

     En mi continuo correr, no sé si de la calabaza o de la soledad, pisé algo y me escurrí. Desde el suelo lo vi. Vi todo. La creación, tu creación, el conocimiento, tu conocimiento, el amor, nuestro amor, imágenes del mundo, tus imágenes, el fin, nuestro fin. Todo pasaba ante mis ojos a una velocidad pasmosa. Todo eso que debía estar encerrado, ahora era libre y volaba ante mi como relámpagos de luz que duelen. Estaba claro, sin querer pisé un Aleph y había soltado al mundo en mi camino de la soledad, y ahora todos sabían todo, y yo sabía todo. Y aquí estaba todo, y estabas tú. Ahora tenía que huir del cosmos del zapallo y de todo el mundo, porque me gustaba mi soledad acogedora. La anciana no molestaba. Al ponerme de pie noté que tenía el brazo derecho roto. Gracias a “dios” o a quien fuere, era zurdo. Era y lo seguiré siendo.

     Sucedió que me cansé, pero seguí siendo hombre y solitario, igual que me cansé de ver dónde crecen los ríos sabiendo donde van a parar. Dejé que tus imágenes me alcanzasen y que todos los puntos del mundo finito e infinito lo vieran, porque así aprenderán que huir de un recuerdo es imposible, ni aunque te vayas a otro mundo. Y en un relámpago de imágenes te dije que desde que no estás, no termina de salir la luna, no termina de aparecer el sol, que el morado es un color muy triste, que no puedo escapar de la dulzura y que a veces me explota todo el mundo que tengo dentro. Te dije que desde que no estás, se me ha roto la literatura, pero que cuando esté en la cuneta de mi camino, quiera o no, tu nombre va a estar en mi árbol.  


jueves, 6 de noviembre de 2014

La consciencia del sentimiento.

     Porque sentí, y fui consciente de ello. Porque tenía ganas de expresarlo, y de entre todas las maneras que había, escogí esto de juntar palabras. Porque se me cagaba el cerebro y me vomitaba el corazón. Porque había que ensuciar algo. Porque no soy el mejor, pero si el que más me gusta. Porque una vez que empiezas no puedes parar, y aquí no me refiero a escribir, sino a sentir. Porque no sólo hay amor, también hay amistad, nostalgia, sudor y sangre. Porque cada persona que lo ha leído, ha contribuido a que siguiese escribiendo. Porque yo a veces no quiero o no puedo, pero porque vosotros sí, aquí estoy. Porque queda mucho que sentir y querer. Porque quedan muchas cosas que decir. Porque quedan muchas personas por leer y por inspirar. Porque por quien empezó todo sigue viva y eso me alegra. Porque por quienes continuó siguen vivas, y por algunas me alegro y por otra no. Porque espero que nunca se acabe, y puede depender de mí o de ti. Porque va a ser la primera vez que suba algo aquí que no es mío, sino de Bécquer.

Rima IV


No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.


Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!


Mientras la humana ciencia no descubra
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a do camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!


Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!


Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa
¡habrá poesía!




     ¡Qué agradable coincidencia que pueda ser la Rima IV la que aparezca aquí cuando esto cumple cuatro años!


domingo, 2 de noviembre de 2014

La sirena.

Su luna azul está triste de azúcar,
Sabe que no la tocará nunca.
No tiene piel, si tiene seda,
Y si se arruga sube la marea.

Si no está aquí, me pesa el aire,
Y en el agua de vidrio vivo no hay quien la pare.
Los peces se azoran si va subiendo,
Tienen miedo de ella en el infierno.

No tiene pies, es mi sirena,
Pero si la ves, debajo le pones tierra.
No puede andar, pero es mi guía,
Detrás de su cola siempre va la mía.

Su sol verde está alegre de sal,
Sabe que si quiere lo tocará.
No tiene pelo, se peina algas,
Y si se enmaraña se enreda mi ancla.

Si ella está, no vivo brisa,
Pero me bebo el eco de su risa.
Hace burbujas de corazones,
Y yo en mi pompa de ilusiones.

No tiene pies, es mi sirena,
Pero si la ves, debajo le pones tierra.
No puede andar, pero es mi guía,
Detrás de su cola siempre va la mía.

Su nube morada está enfadada y amarga,
Sabe que si llora, llueve pero ella ya está mojada.
No tiene pecho, sólo dos conchas,
Y si follamos sale el ruido de las olas.

Si ella se va, viene la mierda,
Y con ella las ganas de sus piernas..
Hay un tesoro, no son sus ojos,
Son barcos hundidos por su cante roto.

No tiene pies, es mi sirena,
Pero si la ves, debajo le pones tierra.
No puede andar, pero es mi guía,
Detrás de su cola siempre va la mía.

Sus estrellas rojas están indiferentes,
Saben que para ella no son suficientes.
No tiene cuello, tiene coral,
Y si lo beso es dulce hasta el mar.

Si ella vuelve, me da la espalda,
Me quedan sueños secos y la cama mojada.
Vive en un castillo hecho de arena,
Y si llorase no se notaría la diferencia.

No tiene pies, es mi sirena,
Pero si la ves, debajo le pones tierra.
No puede andar, pero es mi guía,
Detrás de su boca siempre va la mía.


viernes, 31 de octubre de 2014

Hell-oween.

     Fui a arropar a mi hijo. Cuando llegué, sólo vi un bulto debajo del edredón. Lo levanté.

     -Papá, hay algo debajo de la cama.

     Me agaché. Ahí estaba, eran sus ojos, estaba asustado y llorando.

     -Papá, hay algo acostado en mi cama.



     Me levanté despacio, y cuando esperaba que mis ojos se encontrasen con la criatura sobre la cama, me desperté. No tenía ningún hijo. Habrá sido una pesadilla. No me podía mover, estaba paralizado. Me estaba agobiando un poco y la única luz que había era un pequeño halo de rayo de luna que se colaba por la ventana. Lo justo para iluminarlo a él, o a eso. En una esquina de la habitación se levantaba, enorme, una capa negra y sobre ella, la cara más terrorífica que se puede ver. Tenía cuernos. Ojos y boca negra. Pelo despeinado, moviéndose por ningún viento que soplaba.




     -¡Cariño! ¡Baja a la cocina un momento, por favor! -dijo mi mujer.

     -¡No bajes! ¡Esa no soy yo! ¡Estoy en el baño!

     Pude moverme. Salí corriendo hacia el baño. El pasillo nunca se me había antojado tan largo. Cuando pasé por la escalera, vi, en la pared blanca, la sombra de eso. Estaba subiendo. Me encerré con mi mujer en el baño. No sé si fue por nuestra respiración acompasada, pero se empañó el espejo. Un dedo invisible empezó a escribir.

     Puedes mirar arriba. Puedes mirar abajo. Mira a la derecha. Mira a la izquierda. Debajo de la cama. En los armarios. Mira donde quieras, pero no te des la vuelta, a él no le gusta.

     No nos dimos la vuelta, pero evidentemente detrás de nosotros no había nada. No se veía nada reflejado en el espejo.

     Nos dimos la vuelta, para no volver a dárnosla nunca más.


domingo, 26 de octubre de 2014

Astronauta.

     Lunares. Es muy típico, cuando hablas de una chica, decir cosas de sus lunares, como que los cuentas o que parecen pepitas de chocolate que endulzan su piel. Incluso también es típico decir lo que voy a decir yo, que lunar viene de luna, y que para pasearme por ellos voy a tener que ser un astronauta. Pero al menos no los voy a contar. O sí. No me interesa contar tus lunares, me interesa contar los momentos en los que te hago reír, me parece más bonita una sonrisa que un lunar, y eso que los lunares me encantan, son como pepitas de chocolate que endulzan tu piel. Vaya, mierda, lo he hecho.

     Estoy, o bueno, una miniatura de mí vestida de astronauta, está en ese lunar que tienes detrás de la oreja derecha. Como tu cuerpo es gravedad cero para mí y me hace flotar, soy tan ligero que cada vez que me poso te hago cosquillas y te hago reír. Ya va una. Como experto en reconocer tu cuerpo, sé cual es el próximo lunar al que tengo que saltar. Cojo impulso usando tu pendiente y me lanzo hacia abajo, de cabeza, para llegar a tu clavícula. Vas desnuda y las vistas hacia abajo son inmejorables. Me deslizo por tu pecho y me paro en tu pezón, que no es un lunar, pero si quiero conseguir otra sonrisa es una parada obligatoria. Además es de esas en las que te muerdes el labio.

     ¿Qué pasa? ¿terremoto? ¿colisionamos con otro cuerpo celeste que viene a toda velocidad hacia ti? No. Sólo te estás tumbando. Eso me va a facilitar mucho las cosas, siempre que no quiera explorar las pequeñas manchitas que tienes justo encima del culo, mis favoritas, por cierto. Próxima parada, tu ombligo. Tienes un lunar justo a la izquierda. Allí voy a montar un pequeño campamento. Voy a arrancarte un poco de piel para comer y haré fuego parpadeando muy rápido. Tallaré un corazón en tu tripa y pondré nuestras iniciales. ¿Por qué en la tripa? Porque el corazón se para y todo se acaba. Tu tripa es para siempre. Levanto el campamento y tengo un dilema. Ir al monte de Venus dispuesto a la colonización de la ficción como única realidad o a tu cadera, que mueves mientras yo muerdo el limón de un gin-tonic usado.

     Como no sé qué hacer, me bajo de tu mundo y de tus lunares. Estas cosas nunca sirven para nada y ya no te sacaba sonrisas. Y para perder el tiempo en tu cuerpo, me quedo con el traje de astronauta y lo pierdo por mis mundos usados y sin usar. Y a la mierda el romanticismo físico y bienvenido el espacial. Ya sé que una estrella no puede dar un abrazo, porque se puede partir, pero al menos da más luz que tu sonrisa y más calor que tu cuerpo.

     Y sí, esto es una mierda, pero es mi blog y subo lo que me da la gana.


sábado, 25 de octubre de 2014

Pura droga.

     -¿Tienes lo que te pedí?
     -Sí, espera.

     Se abrió la gabardina. No sé cómo me podía fiar de ese tipo, estaba completamente desaseado, con una barba asquerosa y un pelo greñudo que seguramente sería el hogar de unos cuantos piojos. El olor tampoco acompañaba mucho, y el lugar, menos aún. Un callejón con un par de portales en los que ningún joven querría besar por primera vez a la chica que le gusta. Es más, no creo que a nadie pudiese gustarle una chica que viviese en un sitio así. A mi no me quedaba más remedio que acudir allí, porque la necesitaba, necesitaba lo que ese capullo estaba a punto de darme. Estaba envuelto en papel de plata, lo cual era lógico, porque el oro no se envuelve con oro, igual que el mar no se envuelve con agua. Tenía ganas de tenerla para mí, no sabía si esnifarla, metérmela en vena, en la boca, por los ojos o hasta por el culo si hiciese falta, sólo quería tenerla dentro de mí. Me dio el paquete y lo abrí allí mismo.

     -¡Hijo de puta! ¡Los ojos, te pedí sus ojos! ¡Los labios ya los tengo, y ni de coña son estos!
     -¡Está bien! ¿Qué te parece la nariz? Esa naricita respingona, ¿la tienes?
     -¡Lo tengo todo menos los ojos! Estoy harto de besos de esquimal, de besos en la boca, de morderle las orejas, de enredarme en su pelo, de tocarle las tetas, de azotarle el culo, del coño, de las rodillas, estoy harto de cogerle la mano y de escuchar latir su corazón... ¿De qué me sirve todo eso si no tengo sus ojos para que me devuelvan su mirada?
     -Pues tenemos un problema, porque si quieres sus ojos, se los robas tú a la noche, y a ver quien mira a la luna sin estrellas. Ahí te quedas, hijo de puta.

     Y se fue. Me dejó solo en ese callejón y con el amor a medias.




viernes, 24 de octubre de 2014

Re-evolución.

     Abelardo tenía una vida sencilla. Como buen mono que era, le gustaba desparasitarse, comer frutas variadas, rascarse los sobacos y, de vez en cuando, masturbarse. Tenía un buen nido, cómodo, con grandes hojas verdes. Era joven y, por supuesto, muy mono. Le gustaba que lloviese en verano, porque así sus hojas-cama estaban húmedas, las ramas estaban húmedas, su pelo estaba húmedo, y no pasaba calor. Esa, creo yo, era su máxima preocupación. Un día, el líder de su grupo, Materio, dijo que si querían avanzar, tendrían que moverse. Lógico, pero eficaz. "¿Avanzar a dónde?" se preguntaba Abelardo. Decidió no darle muchas vueltas y sí darle otra cosa a Ébore, una mona muy mona. Les fue bien, tenían amor de monos, compartían hojas, frutas, parásitos y sobacos. Materio, en cambio, seguía con su idea del cambio, y le asignó una tarea aburrida a cada mono. Abelardo no era más que un simple colector, y como era joven, era de los que se subían a los árboles más altos... ¡Y ni siquiera podía comerse las frutas que cogía! pues eran un bien común. Otros se dedicaban a la construcción de nidos más cómodos en las ramas, otros a la defensa del grupo... "Ojalá yo fuese defensor, van con esos palos afilados, impresionando a las más monas...". El trabajo de Abelardo se tornó rutinario, y cada vez le gustaba menos. Un día, al volver de la recolecta, se encontró a Ébore retozando con Materio... ¡En sus hojas! Por suerte, Abelardo había cagado esa mañana por ahí cerca, así que cogió el mojón y se lo tiró en la cara al líder. Antes de que éste le persiguiese, Abelardo echó a correr entre los árboles, pensando, "¿quién tiene problemas en el trabajo o con las relaciones? ¿qué vidas son las más aburridas?" Entonces llegó a un claro de la selva, y vio un lago. Se acercó. Su pelo había desaparecido, al menos en gran parte, y llevaba un trozo de tela enganchado del cuello. "¡Mierda! ¡He evolucionado!".

     El ex-mono, entonces, vivió peor. "El ser humano es tan imbécil que cree que puede atrapar en una esfera con agujas al tiempo. ¿Esto es la evolución? ¿vivir más preocupado?".

     Abelardo apareció poco después colgado de una rama en medio de la selva, ahorcado con una corbata, desnudo y con el culo lleno de mierda. Lo único que llevaba era un reloj.


jueves, 23 de octubre de 2014

+18.

     He tenido sexo. He practicado sexo. No diré con quién y tampoco diré cuándo, no creo que le interese a nadie. También podría decirlo de manera más bonita, como he hecho el amor, o podría decirlo de manera más fea, como he follado. Pero ha sido sexo, sin más. Ha sido una gran contradicción en mí mismo, porque yo no creo en el sexo así, yo creo en el amor. No sé hacerlo sin sentimientos, no me sale. Pero me ha salido, y ha sido bonito. Entonces he pensado que lo mismo me había enamorado, aunque sólo hubiese sido por un orgásmico tiempo. He pensado que mientras estaba ahí dentro, el mundo me importaba un huevo. He pensado que entonces lo podría decir bonito, que he hecho el amor, hasta que he terminado, y ha sido sólo sexo. Entonces he vuelto a pensar, que si hacer el amor es tener esa sensación, se puede hacer el amor sin practicar sexo, incluso se puede hacer el amor sin personas. Hay cosas que provocan pequeños orgasmos internos, sin necesidad de soltar fluidos ni nada de eso. He hecho el amor cuando he pisado tierra griega, hago el amor cuando estoy en un escenario, ¡y vaya amor propio al ver un aprobado! Sea como fuere, haced lo que queráis, practicad sexo, haced el amor, follad, pero no os olvidéis de que queráis o no queráis, siempre va a haber un mínimo de amor, y por eso este puto mundo es tan jodidamente bonito.


miércoles, 22 de octubre de 2014

Reputación.

     Apareció una montaña inmensa. No había nevado en la cumbre porque no hacía falta.

     -¿Sabes? La gente habla de mí.
     -¿Por?
     -Porque cuando aparece una montaña como esta, en vez de escalarla por puro placer, prefiero ir a un pequeño monte a tumbarme y tomar el sol. Si sabes lo que quiero decir...
     -Cada uno es libre de hacer lo que quiera, ¿no? Seguro que quien lo dice ha sido mala montaña, o montañera.
     -Lo peor es que la que habla fue de las primeras en ser monte. Y algunas de sus montañas eran muy frecuentadas. Si sabes lo que quiero decir... -y se cruzó un ciervo.
     -Lo sé. ¿Por qué la gente habla?
     -Son personas que sólo tienen la boca para dos cosas, para cosas indebidas y para hablar. Debe ser que no había ninguna posibilidad de hacer cosas indebidas, y decidió vilipendiar y vapulear mi persona.
     -Así que tienes mala reputación...
     -Al menos tengo el -ción. Si sabes lo que quiero decir...
     -Lo sé... ¿Así que nunca has tenido novia?
     -No -hizo una pausa y miró a la montaña-. ¿Te he contado esa vez que tuve un tumor durante un año y dos meses?


domingo, 19 de octubre de 2014

El lugar a donde voy cuando no quiero pensar en ti, pero llegas tú antes y lo jodes todo.

Cuando tengo ganas de enhebrar el hilo en la aguja
Voy a mi sitio secreto y me encuentro
A todos haciendo cola para verte desnuda.
Está lleno de cacharros y otros cuentos,
Y allí tengo conversaciones con la luna,
Se queda conmigo hasta que me despierto.

Cuando tengo que rascar el musgo de las piedras
Voy a mi sitio secreto y me encuentro
Con ríos de tinta que arrastran planetas.
Yo que soy un chico de invierno
Quiero poner con mis ojos morenas a tus tetas
Y parpadear por si me paso y sale fuego.

Cuando tengo miedo de empezar otra vez
Voy a mi sitio secreto y me encuentro
A mí mismo, parado ahí de pie.
Está lleno de sombras y de espejos.
Me pregunto si te volveré a ver
Si salgo de allí a regar los tiestos.

Cuando tengo que hacer el amor y me sale guerra
Voy a mi sitio secreto y me encuentro
Con que estás despeinada y con las heridas abiertas.
Así que dejo que se me caiga la boca al suelo
Mientras tu bailas sobre mi lengua
El triste vals de un cantante muerto.

De qué me sirve correr
Para escapar de ti,
Si cuando empiezo a querer
Tú ya estás allí.
Jodiéndolo todo,
No dejándome solo
Dándome de beber.

Cuando tengo pensado evadirme de ti un rato
Voy a mi sitio secreto y ¡sorpresa!
Has llegado tú como un ángel volando,
La culpa es mía por irme de la tierra,
Pero es que a veces me paso soñando
Y tú te pasas de brisa ligera.

Cuando tengo pajaritos sin ramas ni árboles
Voy a mi sitio secreto y ¡sorpresa!
El vuelo de tu falda ha talado los bosques
Y han dejado sin vidas los campos de fresas
Donde estaban corriendo todos mis caracoles
Pa' llegar los primeros a la curva de tus cejas.

Cuando tengo la arena para hacer una orilla
Voy a mi sitio secreto y ¡sorpresa!
Veo que tu piel es espuma y me la tiras.
El salitre en tus manos me deja la cara reseca
Y te separas y te me llevas la vida
Como si tuviese otra que no llevo puesta.

Cuando tengo un regalo para darme a solas
Voy a mi sitio secreto y ¡sorpresa!
Has salido para verme y cortarme la cola.
Entonces te sale esa sonrisa perversa
Y adiós a mi sitio verde con amapolas,
Hola a tu escenario de mierda.

De qué me sirve correr
Para escapar de ti
Si donde tiene que llover
Te has llevado el abril
Jodiéndolo todo,
No dejándome solo
Y yo empezando a querer
Asustándome un poco...

Así que voy a mi sitio secreto
Esperando no escuchar
Un “cuanto te quiero”.
Me vale con tocar
Un poco tu cielo.
Hazme volar
Entre tu pelo.
Voy a llorar
A ras de suelo,
Y se van a regar
Las flores que tengo,
Y van a llegar
Hasta donde pongas un techo
En mi sitio secreto
Que has llenado de ti,
Yo que lo creé para huir
Y ahora está
Llenito de tu olor,
De tu piel crepuscular.
Enganchándome al sabor
Que me va a hacer soñar
Si no me despierto
Y derrumbo mi lugar secreto
A donde voy cuando no quiero pensar en ti,
Pero llego, y tú ya estás allí.





domingo, 12 de octubre de 2014

Vivir y morir en Quíos.

     Hay quien dice que nunca escribo nada alegre o feliz. Puede que sea cierto, puede que no lo sea, pero el caso es que me lo tomé como un reto y pensé: Vamos a ello. ¿En qué momento he sido feliz? En muchos, pero recientemente, en este.

     Llegamos de madrugada, pero ya con el sol saliendo poco a poco a lo lejos, bañando de dorado la costa de Turquía, ya se podía adivinar el paisaje mediterráneo que había en la isla. Era como estar en casa, en una casa en la que nunca he estado. Creo que algunos iban medio dormidos en el viaje, yo iba con Violeta Plaza haciendo el gilipollas seguramente. Un primer momento feliz con la maleta a los pies y las estrellas diciéndonos adiós.

     El sitio parecía digno de película, con sofás blancos y negros, mesas y sillas para comer y desayunar, y unos toldos que venían muy bien. Nos asignaron las habitaciones, tuve suerte de ir con Mario, Abraham y un montón de hormigas naranjas invasoras. A Mario le tocaron las sábanas de Mickey, capullo con suerte. O no. Bajamos a desayunar, un desayuno largo, consistente, de los que dejan a Mario en la mesa más de una hora. Pan con mantequilla y miel, bacon, huevos cocidos, zumo, leche, cereales... de todo. No sé si era el olor de la isla o el de la comida, pero estaba estupendamente. Nos dijeron que podíamos ir a la playa o a dormir. ¿Quién va a dormir teniendo ya el sueño de esa isla despierto? Miguel, Pablo, Abraham y yo fuimos los primeros en irnos. Recorrimos ese pueblecito al norte de la isla creo, con sus casas de colores, unas verdes, otras rosas, y por supuesto, blanca con marcos azules, muy de allí, muy de la asamblea de las mujeres, muy de nosotros. Había algunas señoras sentadas en sillas en medio de la calle, como en un pueblo español, sólo que allí les dices “hola” y se te quedan mirando raro. Estaban frente al mar, como si en el agua pudiesen verse reflejadas y tal vez se acordasen de un tiempo mejor, en el que el Egeo bañó sus pieles, antaño tersas, y ahora arañadas por el tiempo. Un pueblo más, pero unas vistas únicas, en el agua azul se reflejaban las nubes blancas, escribiendo Ελευθερία.

     Estuvimos en una calita pequeña, que casi nacía del cemento del suelo. También había un olivo. Allí las playas son de piedras. Esas putas piedras que pinchan hasta siendo redondas. Pero nos dio igual. Éramos hijos del hierro, nosotros no sembramos y el agua con sal nos daba la vida. Vi a mis amigos meterse y, joder, me dio envidia. Un par y a bañarse. Debería tener sueño, pero aquello despertaba a cualquiera. Veíamos algo más lejos una especie de muelle o embarcadero de cemento, muy apropiado para saltar, tocar la mano a Zeus y caer a la casa de Poseidón, el marino, y si hay otro, pues otro. Como un intento de la tierra de conquistar lo que no es suyo. Para volver a subir al muelle tenías dos opciones, dejarte la piel y los pies en la piedra, o nadar un poco y subir por una escalerita junto a un pequeño bote. Yo la primera vez decidí dejarme la piel y los pies.

     Al rato vinieron unos cuantos compañeros más, y aquí ya viene lo más difícil de contar, porque no sé lo que sintió cada uno, pero si sé lo que sentí yo. Nuestro profesor nos dijo que no pasemos por Grecia, sino que Grecia pasase por nosotros. Lo que él no sabía es que pudimos hacer las dos cosas. Grecia pasó por todos nosotros, sólo tenemos que vernos el corazón para saberlo. Pero nosotros pasamos por Grecia, porque sé que Quíos se enamoró de nosotros. Se enamoró tanto, que sé que no fui el único en sangrar ese día, y es que sé que el mar nos arañó a unos cuantos los pies para que dejásemos nuestra sangre en el mar Egeo. Delante se alzaba un monte, y estoy seguro de que los dioses iban ahí de vacaciones. Y creedme que no les envidio, porque ellos son inmortales, y saben que siempre podrán vivir esa experiencia y estar allí, cerca. Pero ellos nos envidian, porque nosotros somos mortales, y sabremos lo que es morir después de haber sangrado en su casa, ese sentimiento que ellos nunca tendrán. Ellos no sangran, son eternos, y van a tener que ver nuestra herida y escuchar el eco de nuestras risas para siempre.

     Y así, amigos, es como Grecia pasó por mi, y espero que por vosotros, pero también es como todos nosotros pasamos por Grecia.





domingo, 5 de octubre de 2014

A mí dame dos.

Como algunos sabréis, estoy con un proyecto escrito totalmente a mano y que casi nadie va a leer en su vida, que es un libro de poesías con nombres de chica. Iba a subir uno (sin decir el nombre), pero me siento generoso, así que voy a subir dos. En total habrá unos veintialgo, no sé, no está acabado. Espero que os gusten.

1. Conmigo.


Tú mi musa y yo tu poeta sin habla,
Y sigo esperando a que te quites la falda.
Pero te termino esta canción
Si te vienes a dormir conmigo,
Y cuando te pregunten que dónde has amanecido
Di que estuviste por la mala sombra
Con Chema paseando un corazón,
Para no sentirte sola
En estas noches de carbón,
Donde sólo brillan las farolas
Que están haciendo cola
Para ver llegar al sol,
Con su traje hecho de nubes,
A juego con tus lunes,
Cuando amaneces triste
Porque por algún despiste
Fui Dios una noche y te tuve.

Tú mi inspiración y yo versos sin cabida,
Preparados para la caída.
Pero te termino esta canción
Si te quedas hasta mañana,
Y cuando te pregunten que dónde pasaste calor,
Di que me abanicaste con tus pestañas,
A mí, que me sudaba el corazón
Debajo de las sábanas,
En estas noches tan oscuras,
Donde sólo brilla tu risa,
Más puta que la luna,
Que nunca llega a misa
Porque se estaba emborrachando
Viendo cómo te quería,
Y la fuimos tentando
A hacer porquerías,
Con las estrellas que andaban sueltas,
Que si las dices "te quiero"
Se le abren las piernas.

Tú mis palabras y yo se las doy al viento,
A ver si de aire se hacen alimento.
Pero te termino esta canción
Si esta noche me haces compañía,
Y cuando te pregunten en qué cama dejaste tu olor,
Di que conmigo en la mía,
Que fue culpa de mi colchón,
Que te pusiste tierna,
Como una puta regadera,
Que moja to' lo que se empalma en la tierra,
Haciendo inútil a la primavera,
Por las flores que te salen navajeras,
Con sus pinchos en los tallos,
Arañándote la espalda
Como si fueran mis manos
Cuando despunta el alba,
Cogiendo al amor desprevenido,
Cayendo de tus ojeras
Por pasar la noche conmigo.

Tú lo de siempre y yo también,
En mi cabeza, las ganas de joder.
Pero te termino esta canción
Si esta noche no soy uno más.
Y cuando te pregunten a quién diste tu flor,
Diles que a mi alma, que olía mal.
Que te cansaste de la vida golfa
Y de los que te daban mentiras,
Que te volvieron loca
Las ganas de hacer manitas.
Que ya no estabas hecha para vivir
De boca en boca como la cerveza,
Y que te apetecía sonreír,
Como una mariposa en la maleza,
Preocupada sólo por servir
De color a esta vida blanca y negra,
Como cuando se juntan nuestras piernas,
Y yo no que quiero ir, porque que sepas,
[...], que yo no soy cualquiera.


2. La nariz.


Vamos donde dice el brazo de una estrella,
Donde apunta tu nariz, siempre a la derecha,
Y que nos diga si es el camino correcto,
Da igual que sea largo, si tú eres el tiempo,
Y tenemos de sobra con nuestros zapatos,
Que nuestras huellas por el camino sean un regalo.
Yo pongo la música y tú la intención
De llegar más lejos que una golondrina,
Que deja su nido en tu balcón
Sabiendo que si vuelve estarás viva
Para cantar con ella a viva voz
Lo que significa su canción:
El retorno de las flores,
Una guerra de colores,
Un orgasmo de olores,
Y todos son para ti, por si hay momentos
En los que te apuntas a eso de ser feliz.

Vamos donde dice el brazo de una estrella,
Donde apunta tu nariz, siempre a la derecha,
Y que nos cuente más de esas historias
Donde yo me mojo y tú no lloras
Cuando un aspersor oxida a una farola
Y aparece el frío porque la luz nos abandona.
Y llega la hora de la anarquía
Que a los dos nos queda tan bonita
Y tú hablas de tu lengua y yo de la mía,
Se cruzan las palabras en una alegoría
Y en alegre algarabía se llena todo de letras
Y tú, tú quédate muy quieta,
Que si se ponen chulas
Sacan la faca negra,
Te apuñalan a la luna
Para hacerla aún más bella.
Es la magia de un poema,
Que nace en un banco para ir a morir
En el mar más sucio, profundo y febril.

Vamos donde dice el brazo de una estrella,
Donde apunta tu nariz, siempre a la derecha.
Y que la gente diga lo que quiera,
Si después del rayo, hay trueno, es tormenta,
Y si después sale el sol, hay arco iris,
Nosotros el oro y ellos con su bilis,
Que no hay que decir que no ha pasado nada,
Sólo el aire entre nuestras miradas.
Pide un deseo que se te cae una pestaña
Y bebe rubia la cerveza para acordarte de su alma.
Que se pose una loca en un tablón
Ya basta para un poco de conversación,
Venga nena, dame coba
O me voy a mi habitación,
Que para palo mudo tengo ya una escoba,
Y para sola,
La bragueta del pantalón
Que no se abre por miedo a morir
En el barranco más sucio, oscuro y febril.

Vamos donde dice el brazo de una estrella,
Donde apunta tu nariz, siempre a la derecha,
Y donde acabes, planta una bandera
Y dí que ahí estuvieron tus piernas.
Si no hay viento para que ondee
Yo tengo aliento hasta el amanecer,
Como ondea tu pelo sobre tu espalda
Cuando la noche se vuelve mojada
Y toca una despedida
Como después de abril una golondrina
Porque ha pasado su estación,
Como la nuestra cuando ya no hay calor,
Pero siempre habrá recuerdos
De cuando fuimos buenos
Y no dimos por culo
A los románticos de turno,
Que no saben que mi poema va a morir
A través de una voz oscura y febril,
Que no está sucia, porque se limpia para ti.


domingo, 28 de septiembre de 2014

Choque.

     -¿Crees en el destino? -le pregunté mientras le cogía la mano. El coche aún seguía aparcado.
     -¿A qué viene eso?
     -Mira, es la tercera vez que quedamos a solas, y no ha pasado nada. Y nos conocemos desde hace mucho tiempo. No es la primera vez que estamos a solas. Y tú me gustas.
     -Y tú a mí también me gustas -sonrió.
     -Entonces, ¿por qué no ha pasado nada? Siempre que podría pasar algo, hay otro algo que evita que pase. Como si el destino no quisiese que pasase nunca. ¿Qué nos impide ahora besarnos?
     -No sé...
     -No sabes, pero tampoco estamos haciéndolo. ¿Me entiendes? Hay algo dentro de nosotros que sabe que no funcionaría. Como si ya supiésemos que es un fracaso antes de empezar.
     -Fracaso es ni si quiera haberlo intentado.
     -Hablamos mucho y actuamos poco.

     Me giré y me senté de frente. No sabía a dónde íbamos, pero arrancó. Las noches de Madrid eran naranjas, y en este caso, fugaz, porque las farolas pasaban rápido encima de nosotros, cambiando de vez en cuando el color por el verde de un semáforo, como si fuese una señal de adelante. Entonces se ponía en rojo y la miraba. Estaba seria, mirando al frente, como si la conversación la hubiese descolocado. Puso música. Su música que a mí no me gustaba. Como casi no me gustaba nada de ella, sus gustos, sus hobbies, sus manías... No era mi tipo de chica ideal, pero tenía algo, algo que me hacía estar allí sentado con ella.

     -¿Ves? Es por esto. ¿Cómo vamos a intentarlo si somos completamente distintos?
     -¿Pero quieres intentarlo o quieres quedarte en esa sensación de podría pero no? En parte es fascinante y placentera. Es como ir a besarnos pero sólo olernos los labios. Además... los polos opuestos se atraen.
     -Mira, somos polos opuestos en una tierra tan redonda, que casi están más cerca los polos que se repelen.
     -¿Entonces qué coño haces aquí? -y frenó. No había nadie más en la carretera, así que dio igual-, ¿eh? ¿qué coño haces aquí? No va a pasar nada, pero bien que quieres que pase.
     -¡Y tú también quieres que pase, pero no haces nada! ¡Ninguno hacemos nada! Este es el problema. Eso es lo único que tenemos en común.

     Me bajé del coche indignado. El fresco de la noche de septiembre me llenó un poco los pulmones. No se escuchaba nada, ni la música de dentro del coche. Ni a ella sollozando. Mejor. Las farolas ya estaban lejos, y podía ver perfectamente las estrellas. Es curioso, porque no tenía ni puta idea de astronomía, pero aún así, me parecían bonitas e interesantes a su manera. Probablemente no conociese ninguna constelación más allá de la osa mayor, pero mejor, así me las podía inventar y hacer formas nuevas. Se bajó del coche y me miró desde el otro lado.

     -Creo que ese destino que no quiere que estemos juntos somos nosotros mismos.
     -Claro que lo somos. Somos dos chicos inteligentes. Sabemos lo que hay. ¿Qué pasaría si un día estamos juntos y queremos escuchar música? ¿O ver una peli? ¿Qué pasa si yo quiero quedarme en casa leyendo o escribiendo y tú quieres salir de fiesta? ¿Qué pasa si a uno le apetece follar y al otro hacer el amor? ¿Qué pasaría si descubrimos que no nos aguantamos y perdemos la magia? -y miré a las estrellas pensando que la música no era para tanto si la quieres, las películas tampoco, que yo podría salir de fiesta y ella siempre será escrita, que siempre haríamos el amor después de follar un rato, que la magia siempre ha existido y que por eso estábamos ahí.
     -No sé. Sube al coche y lo descubrimos.

     HASTA AQUÍ EL FINAL FELIZ. ABAJO LO DE DESPUÉS.

     No sabíamos dónde íbamos, pero éramos jóvenes, el verano acababa de terminar y no queríamos volver a la ciudad para estudiar. Así que nos dejamos llevar por las líneas de la carretera. De vez en cuando nos cogíamos de la mano escuchando la mejor música que pudimos encontrar en común, nuestras risas y nuestra respiración. Ella iba tan segura conduciendo que de vez en cuando se giraba para mirarme. En una mirada perdió el volante por ganarme el corazón y nos salimos. Mientras el coche se movía dando una enorme vuelta de campana, pensé “qué típico, ¿no?”, y le agarré la mano fuerte hasta que los faros estallaron y sólo nos quedó la luz de las estrellas. La luna no había salido esa noche. Ni las siguientes.


domingo, 21 de septiembre de 2014

Soy

Soy la clara muestra de por qué el agua y la electricidad
No se mezclan. Deja que te enseñe
Por qué no se juntan el agua y el aceite.
Soy el vivo ejemplo de la influencia literaria
En un cerebro. Quédate a mirar
Porqué se llevan mal el azúcar y la sal.

Soy el terrible resultado de horas perdidas
Que pasaron de largo. Deja que te ilustre
Sobre cómo cabeza y corazón discuten.
Soy el número final de un circo decadente
El día de carnaval. El igual de la ecuación
Entre el sexo sucio y hacer el amor.

Soy la prueba viviente de por qué no se debe parar
Una bala con los dientes. Ven a aprender
Qué pasa si sacas del agua a un pez.
Soy lo que queda cuando a un poeta
Le quitas las letras. Haz un estudio
sobre como destruyo todo lo que construyo.

Soy de la promoción que se hace diamante
Si le raspas el carbón. El trozo de piel que sujeta
A otro trozo cuando te cortas las venas.
Soy Jesucristo y no sé caminar por el agua,
Tampoco sé si existo. El demonio con forma de recuerdos
Que hace que llores en tus sueños.



Soy el almirante de mi vida,
Así que ponme hielos
Y disfruta de la caída.
Soy un ángel de la muerte
Que va por el cielo
Tentando a la suerte.

Soy un medio limón,
Ácido y amargo,
Con medio corazón.
Soy una media naranja
Y por eso no encajo
Con mi otra cara.

Soy del club de los imposibles,
De balas perdidas,
Con encanto irresistible.
Soy un gato que ha gastado
Sus siete vidas
Durmiendo por los tejados.

Soy la forma de la luna
Que miras por la ventana
Mientras te haces la dura.
Soy el rayo del sol
Golpeando tu persiana
Para hacerte el amor.

Soy el frío invierno
Que te llena de nieve
Los sentimientos.
Soy el cálido verano
En el que se detienen
Los jóvenes enamorados.

Soy la colorida primavera
Haciéndote flor
Porque estoy como una regadera.
Soy el oscuro otoño
Secando tu rubor
Porque estoy loco.



Soy como un beso en un portal,
Joven, intenso y fugaz.
Soy como un sueño en la cama,
Viviendo en tu almohada hasta mañana.

Soy como un río y nunca miro hacia atrás,
Sigo mi corriente hasta el final.
Soy como tú estás, soy como te sientas,
Soy un poco de Rubén y un poco de Leiva.

Soy de veintitantos pero de Vega,
Yo también espero a febrero con pena.
Soy un tipo elegante, nada interesante,
Viajando en Sidecars cada instante.

Soy el perro verde, el hijo de la Inés
Que no se Marea ni con el mundo al revés.
Soy bohemio, viviendo en una canción,
Oye Andrelo, vamos a poner en venta un corazón.

Soy el punto y final de estos versos,
La saliva amarga de un beso.
Soy un pañuelo blanco de despedida
Y las lágrimas en tus mejillas.



domingo, 14 de septiembre de 2014

Duele.

     Cuando te despiertas un día, no sabes a qué tipo de guerra te vas a enfrentar. Yo al menos no. Ni uno de esos cascos tan duros podría haberme salvado. Tal vez unos cascos para los oídos, para escuchar música y evadirme del problema principal, para no escuchar el silbido de las balas pasando a mi lado y dando a parar contra el pecho o la cabeza de algún compañero. Pero así es esta guerra, puede caer quien menos te lo esperas, da igual que sea guapo, feo, rico, pobre, simpático, borde... todos caemos tarde o temprano. Si algo se llama guerra, no puede salir nada bueno de ahí.

     Salí de mi tienda al campo de batalla, había un sol radiante dándome los buenos días, con sorna, el muy hijo de puta. No había pájaros en el cielo, y era normal. Parecía que las nubes también habían huido asustadas de la inminente revuelta. Hoy no se esperaba batalla, sólo reconocimiento de la zona y rastreo de algún enemigo, si es que lo había. Todo estaba en silencio, de momento. Un silencio incómodo que ponía muy nervioso. Iba con un compañero por la zona norte, como en una especie de avanzadilla. Sólo nosotros dos. Yo era algo más mayor, y sabía que estas cosas no terminan bien, pero él todavía iba con la ilusión de un joven que se enamora por primera vez.

     -¿Ves algo? -me preguntó, iba detrás de mí.
     -Hay bastantes formaciones rocosas que nos permitirían parapetarnos bien. Además estamos en el punto más elevado de la zona, lo que nos puede dar ventaja sobre el enemigo. Acerquémonos más a esas piedras de allí -y señalé hacia un montón de rocas que había a unos 20 metros.

     A medida que nos acercábamos, algo decía en mi interior que todo estaba muy tranquilo, demasiado. Es en esos momentos cuando se te pasan por la cabeza miles de situaciones horrorosas, de esas que sólo conoces porque ya las has vivido antes en una guerra. De esas que están húmedas de lágrimas y manchadas de sangre. Situaciones sordas donde sólo escuchas gritos y bombas. Pero esta guerra era peor, mucho peor que esas. Cuando llegamos a las rocas propuse descansar un poco y beber agua. Sabía a metal de la cantimplora, pero vista la situación, era de lo que menos te podías quejar.

     -¡Mira! -gritó mi compañero señalando algo que se movía a bastante distancia. Parecía el enemigo. Si.
     -¡Mierda! ¡Prepara el arma, corre! -y sonó un disparo. La figura que se movía cayó de golpe, detrás del muro de una casa destruida – Buena puntería. Voy a acercarme a ver, cúbreme.

     Avancé con cautela, nervioso. El sudor me caía por la punta de la nariz, no sabía si del calor o de sentimientos encontrados en mi interior, tales como miedo, emoción, impaciencia. No parecía haber nadie más en la zona. Puede que el enemigo estuviera también de reconocimiento por la zona y no para presentar batalla. Ese era el problema, nosotros siempre estamos preparados y ellos no. Llegué al cuerpo. Sabíamos del enemigo que era inteligente y que en ocasiones había tenido más fuerza que nosotros mismos. Era un adversario digno de admirar, pero ahí estaba, tumbad...

     -¡Mierda! -grité cuando de repente se dio la vuelta. Y luego ya lo de siempre. Un silbido.

     Mientras cerraba los ojos, pude ver como el enemigo se iba, y yo quedaba en un profundo estado de dolor. Evidentemente lloraba, y notaba el pecho húmedo, pegajoso. Siempre saben donde dar. Escuché unos pasos que venían hacia mí. Esperaba que fuese mi compañero.

     -¿Qué cojones...? -y se puso de rodillas a mi lado. Me cogió- Estás sangrando, mierda. ¿Qué ha pasado? ¿Qué tipo de herida es esta?
     -La peor -pude decir yo entrecortadamente-. He...
     -¿He... qué? ¡joder!
     -He visto a la muerte. Es de cera, de cera... pero es hermosa -tosí algo de sangre sobre mi compañero-. Sí, lo es.
     -¡Le has echado un par de cojones!
     -Y su voz... me ha dicho...
     -¿Qué te ha dicho? -preguntó el soldado mientras lloraba, gritaba y se manchaba de mi sangre.
     -Que me quiere como amigo.

     Y me abrazó y lloró por mí, sabiendo que en una batalla de ese calibre no había bala que doliese más que esas palabras y que tantas vidas se habían llevado por delante.

     En realidad no fue para tanto ni tan exagerado, pero la vida es más vida si la dramatizas un poco.



domingo, 3 de agosto de 2014

Si ella sonríe (lo de siempre).

A veces para que algo sea bonito no tiene que ser rebuscado. Versos simples y mensaje efectivo. Hasta octubre más o menos.

Si ella sonríe
Me chiva el sol
Al oído una canción.
Y si ella sigue
Casi me canta dos.

Si ella sonríe
Se me eriza la polla,
Toca trote y galopa.
Y si ella sigue
Le arranco a bocados la ropa.

Si ella sonríe
Se me van las penas,
Ya ni me corto las venas.
Y si ella sigue
Se quedan mudas las sirenas.

Si ella sonríe
Es que hay fiesta en su cama,
Toca no salir hasta mañana.
Y si ella sigue
Aguanto hasta que no haya ganas.

Si ella sonríe
Se pone celosa la luna
Porque su boca brilla más que ninguna.
Y si ella sigue
Se vuelve menos oscura.

Si ella sonríe
Me pongo tontorrón
Se me empalma el corazón
Y si ella sigue
Toca coserme a su edredón.

Si ella sonríe
Pone luces a mis quebrantos
Esos de los que yo canto
Y si ella sigue
Entonces me levanto.

Si ella sonríe
Me da pena pensar estas burradas
Porque ella es más bien un hada
Y si ella sigue
La beso, me quiere, y no ha pasado nada.


martes, 29 de julio de 2014

Operación.

     No estaba muy nerviosa. Era una simple operación de la nariz, ponerla recta, volver a respirar bien. Esas cosas. No sabía si con dieciséis años lo normal era tener miedo por entrar en un quirófano, si era así, ella no lo tenía. Y allí estaba, en una camilla fría, con una luz dándole en toda la cara, pensando que después de un rato tal vez fuese más guapa, o no. Al menos durante unas horas tendría la cara hinchada, pero después sí, nariz nueva.

     -Vamos a ponerte un poco de anestesía – dijo el cirujano, y le acercó una mascarilla a la cara-. Cuenta hasta diez.
     -Uno, dos, tres, cuatr...

     ¿Se había dormido? No podía ser. Apenas notaba algo su cuerpo, pero sí escuchaba lo que sucedía a su alrededor, aunque fuesen voces muy lejanas. No podía abrir los ojos. Intentó hablar, pero tampoco pudo. Se empezó a agobiar un poco.

     -¿Esta chica le vale, doctor? -escuchó preguntar a una enfermera.
     -Me viene perfecta. Juguemos.

     ¿Juguemos? La chica esperaba que se refiriese a que la operación fuese fácil como un juego, pero enseguida se dio cuenta de que no era así. Ella era el juego. Empezó a notar presión sobre su brazo izquierdo, Pudo abrir los ojos. El cirujano, que había tenido una cara amable al ponerle la anestesia, estaba riendo como un desquiciado, lleno de sangre, de su sangre. La chica tenía el brazo izquierdo abierto, y el cirujano escarbaba con un bisturí, en busca de algo más que sacar por ahí. Lo peor era ver como le iba cortando los tendones sin que ella pudiese hacer otra cosa más que mirar horrorizada la escena, sin sentir casi nada, sabiendo cómo iba a terminar. Los tendones colgaban como cuerdas de violines rotas, que ya nunca más iban a producir sonido.

     -¡Doctor, tiene los ojos abiertos!- gritó una enfermera.

     El cirujano se volvió, sonriendo, mientras ella se imaginaba que estaba llorando, con su brazo colgando. El cirujano se acercó lo bastante como para que notase su aliento, y la besó. Su boca sabía a una mezcla café y sangre muy asquerosa.

     -Buenos labios, pequeña, me los quedaré.

     Y con el bisturí le cortó los labios, despacio, separándolos perfectamente de su cara. Ella seguía sin sentir nada, pero sí lo veía, y cada vez había más sangre. El cirujano se puso sus labios en su boca. Esta loco. Se volvió a acercar a su cara, y con el mismo bisturí le empezó a cortar las aletas de la nariz, hasta que también se la cortó, e hizo lo mismo, se la puso sobre su nariz. Se estaba creando una máscara con su cara. Ella sólo se quería morir. No ver nada más, pero si que vio como el siguiente paso fue un bisturí acercándose a su cuenca ocular derecha. No sintió nada, pero de repente sólo veía que el mundo se venía abajo con su ojo izquierdo.

     Durante un momento, un instante, movió el brazo derecho. Pero el cirujano se dio cuenta.

     -Enfermera, proceda usted con ese brazo.

     Con su ojo izquierdo vio cómo la enfermera se acercaba a ella con una sierra pequeñita. Cogió su brazo y lo empezó a serrar. Sí lo sintió. Veía la sierra moverse mientras su brazo se iba descolgando, desgarrado. Trocitos de piel se quedaban a veces en los dientes de la sierra, intentando resistir y dejar unida la extremidad, pero un movimiento seco de la sierra lo separaba como si fuese papel. Dolía, fue el primer dolor que sintió. Luego el del resto del cuerpo. Gritó, pero sólo sangre salió de su boca.

     -Repasemos: brazos, hecho; labios, hecho; nariz, hecha; ojos, a medias. ¿algo más enfermera?
     -Tiene un bonito ombligo.

     El cirujano se acercó con un tubo. Le arrancó el camisón, dejándola completamente desnuda. Preguntó a la enfermera que si quería tetas nuevas, y se echaron a reír. Vio cómo el cirujano se las agarraba, dejándolas llenas de sangre. Le miró a su único ojo y le dijo: No te preocupes, pequeña. Y clavó el tubo en su ombligo, cada vez más hondo, y más, ella lo sentía por dentro, y sólo deseaba poder morir antes de sentir mucho más. Cuando ya tuvo una longitud considerada del tubo dentro de ella, el cirujano soltó una carcajada y lo sacó de golpe, apartando todas las entrañas, haciendo que varias partes de su cuerpo soltasen un chorro de sangre. Ella se empezó a desmayar, con suerte a morir.

     -¿Vamos a por los dedos de los pies? -fue lo último que escuchó.







     Abrió los ojos, los dos. Estaba en la habitación del hospital, se notaba la cara hinchada. Se miró el cuerpo asustada. Estaba entera. Sus padres estaban a su lado hablando con el cirujano. Ella estaba asustada, había sido todo una pesadilla. Sus padres la vieron despierta, pero primero se acercó el cirujano para examinarla. Se acercó a ella, mucho, notó el aliento a café, pero a nada más.

     -Te va a quedar una nariz que ya la querría yo para mí -entonces se acercó más y susurró-, bonito ombligo.


martes, 22 de julio de 2014

Y para siempre, Grecia.

     Bueno, antes de dejaros con los versos correspondientes, voy a dedicar unas palabras a mis compañeros de viaje. Ellos han hecho que estos días hayan sido increíbles, y además de una firma en una bandera o en una libreta, esto es todo lo que les puedo ofrecer. Ya dije en el hotel Stanley lo que tenía que decir, que no es un placer compartir escenario con vosotros, porque el placer es perecedero, dura un instante y sólo te deja buen sabor de boca, sino que es el orgullo lo que me hace ir con la cabeza bien alta y pudiendo decir que pertenezco al grupo Selene teatro, es un orgullo ser vuestro compañero y amigo. Gracias a:

     Jose Luis Navarro y Gemma López por confiar en nosotros para sus espectáculos y por querernos tanto como nosotros a ellos. Sin ellos nada sería posible. Gracias por la libertad y el mar Egeo. Gracias por la inmortalidad. A Rafita, por las noches de humor, grande.

     A Abraham, que es el hombre de teatro total sin el que jamás hubiésemos podido llegar hasta aquí. Un placer tenerle entre mis mejores amigos, igual que a Pablo Plaza, gracias, porque en un viaje, cuantos más amigos, mejor, y tú has hecho de este viaje algo especial. A Yosef, nuestro Teoclímeno, por tu buen sentido del humor y tu cariño. A Jorge Povo por hacer que la brecha generacional bastante amplia no signifique nada. A Sergio Traski, pequeño gran hombre dentro y fuera del escenario. A Miguel Plaza porque ¡You raped her! ¡You murdered her! ¡Killed her children! y por supuesto, por todas las risas. A Barbi, que estuvo con vosotros en el concurso y se ha ganado este viaje a pulso, igual que ha estado conmigo tanto tiempo. A Eva porque tiene una foto con Chemario en Micenas y siempre sabe sacar una sonrisa. A Violeta Plaza, porque sin Helena de Troya no estaríamos aquí, y aunque yo sea mala persona, le tengo un cariño especial y ha sido un placer viajar con ella. A Dani Castaño, por compartir tanto gas en un camarote, por sus buenas noches y su pasión por la sandía. A Pablo porque hay que tener mucha paciencia para aguantar todos los chistes, y él lo hace, también ha sido una grata compañía. A Manu, nuestro Menelao, destructor de Troya, donde pone el ojo pone la hinchazón, Maaanu, tú si tienes dedos, gracias por la compañía, amigo. A Paula Urrutia, que gustosamente se dejó matar por mí, y que también es una grande dentro y fuera del teatro.

     A Maripi, porque es lo MÁS, aguantando el tirón desde el primer día. Buena persona, buena actriz, buena compañera, buena amiga. A Alba Salcedillo, porque es como una hermana para mí desde hace mucho tiempo. A Jessi, porque un viaje es mejor si tu "idol" va contigo, gracias por soñar a mi lado. A Carmen porque hija, que iba a ser un viaje sin la joven "madre" del grupo, siempre ayudando. A Irene Vieco, porque tira hacia delante del coro, buena actriz, buena compañera, y además me hizo andar de más. A Paula Molina porque... ¿para qué has venido a Grecia? Posiblemente a la persona que menos conocía y con la que más risas me he echado, gracias por todo. A Violeta porque... piñiiiiiiiiiiiiiiii y bla bla bla, gracias por aguantarme y por no quererme, por tus je je y por la compañía. Gracias a Lidya porque... vaya tela de viaje, gracias por las risas y los buenos momentos, y por llevarte a Mario por ahí y que me dejase la cama sin hormigas. A Laura Soriano porque es la más guapahermosapreciosa de toda la compañía y es un gustazo viajar con ella, tanto como compañera como amiga. Y por último, a mi hermano, Mario, porque espero que nos queden muchos más viajes juntos, y tampoco hay mucho más que decir que no sepas.

     Gracias todos por el viaje. Os quiero demasié. Orgullo Selene.


Me dejé la piel hecha tiras y jirones
En cada escenario que me pisaba los talones,
Sabiendo que su sol y sus ruinas, eso que me enferma,
Su odioso calor, su amada presencia, serían la recompensa.
Su rica historia, el dios inmortal que nos lo contaba,
La tierra que vimos y que nos cambiaba.

Me dejé el color de mis ojos, el negro que arropa
A la luna en la noche, el blanco que libre aprisiona,
Volviéndolo rojo, la gota de sangre que colma el azul Egeo
Que nosotros orgullosos navegamos contra el viento.
Si fuimos Ariadnas o fuimos Teseos que nos lo diga el tiempo
Que ahora toca llorar por lo que vivimos y sólo nosotros sabemos.

Y ojalá que no nos muramos nunca, y si lo hacemos
Que sea en Grecia, que nunca será para siempre eterno,
Y si es de verdad, que sea como este viaje, como un sueño,
Donde reímos, donde lloramos, pero sobre todo donde nos queremos.

Me dejé la voz algo húmeda en el teatro de Epidauro.
En el laberinto de nuestras vidas, a veces somos el minotauro,
Pero tenemos la guía, que sus manos sean un ovillo de lana,
Que nos saque de la vida y nos lleve a otro viaje mañana.
Arrebátame un grito en un túnel, ponme una corona,
Aunque llegases es último también puedes cantar victoria.

Me dejé los brazos en un abrazo que vieron las columnas,
Que guardó el partenón. si no besé a una cariátide no besé a ninguna.
Si no pensé en el cabo, si no llegué a una isla que me trató como a un hijo,
Si no era una fina ironía que estas vistas las tuviese Homero en Quíos.
Que me traigan ouzo, que me traigan una azotea, que me traigan sandía,
Que me traigan amigos para vivir esto todos los días.

Y ojalá que no nos muramos nunca, y si lo hacemos
Que sea en Grecia, que nos guarden en un templo.
Y si es de verdad, que lo ponga en Micenas nuestro Hefesto,
Pero que estemos todos juntos, donde reímos, donde lloramos,
Pero sobre todo, donde todos nos queremos.


domingo, 6 de julio de 2014

Por fin un final feliz.

     -Nunca me ha gustado el camino fácil.
     -¿Y por eso te has ido parando por las esquinas? -espetó ella.
     -Sabes que las cosas no son así, que sólo han sido baches y obstáculos que superar para llegar hasta ti. Si no hubiese otras, nunca hubiese sabido que tú eres la mejor.
     -Lo peor de todo es que intentes justificarte. Ya estoy muy cansada de esto, que es lo de siempre. Vete. -y empezó a llorar.
     -¿Y de qué sirve entonces que esté aquí?
     -¿De qué sirven las palabras si las acciones las contradicen?

     Él se quedó helado, sabía que le tenía cogido por los huevos, pero no iba a rendirse. Era ella o ninguna, ella por encima de las otras. Él no veía mal el hecho de haberse acostado con otras, porque sólo había servido para demostrar que ninguna era como ella. Besos secos contra besos húmedos, distancia contra abrazos, ratos contra infinito.

     -Te quiero.
     -Como a todas.
     -Todas no tienen nombre, y tú eres única, la única de la que me enamoro en cada beso, por eso estoy aquí.
     -La culpa es mía por no dejar clara nuestra relación, aunque se daba por hecho para cualquier persona madura con dos dedos de frente que no se muere por coger cada piruleta que le ofrecen.
     -Sabes que no es culpa mía. Si una chica hace el esfuerzo de besarte, le devolvemos el favor. Si Dios no quisiese que nos besásemos con otras personas no nos habría dado miradas ni labios.
     -Lárgate con tu estúpida jerga romanticona. Esta noche no estoy para tus gilipolleces.

     Ella se giró, dándole la espalda. Él también se giró, y espalda con espalda fueron la mejor pareja que existió durante unos segundos, hasta que él se volvió para no decir nada. Estaba perdiendo la apuesta contra sí mismo. Culpa suya por quererla tanto que se asustaba y se refugiaba en otras que frenaban sus sentimientos.

     -Esta noche lo que estás es preciosa. Eso es lo que te diferencia de las demás, que tú eres guapa, eres preciosa, eres bella.
     -¿Me estás diciendo que las otras son feas? -preguntó ella mientras se volvía a girar para clavar sus ojos en el corazón del patético payaso.
     -No, simplemente no eran tú -al decir esto, ella se quedó callada, así que él siguió-. Asómate a la ventana y dime qué necesita la noche para ser noche.
     -¿Oscuridad? ¿Luna? ¿Estrellas?
     -¿Y qué son las estrellas al lado de la luna?
     -Un intento de mitigar tu oscuridad.
     -Puede, pero la que más brilla es la luna. Ya sé que la he cagado muchas veces y de muchas formas distintas, pero al final siempre termino aquí. Si no la cagase, no sería yo, ni sería mi vida.
     -No soy tu puto salvavidas.
     -No, eres mi vida entera, y si ahora mismo das sólo unos pasos hacia aquí, me abrazas y me besas, te juro que todo irá bien.
     -Ya, hasta que salga el sol.
     -Pues por la noche te conquistaré otra vez.

     Y ella fue hacia él, pero no supo qué hacer. Era un final feliz porque es un final en el que ninguno nos vamos a meter, que hagan lo que ellos quieran, porque el amor es así, se nos va de las manos.


martes, 24 de junio de 2014

Irreal.

Noto que se me parte el alma
Al no sentir tu calma
Ni la paz de tu respiración,
Entonces salto de la cama
Buscando lo que echo en falta
Por toda mi habitación.

Luego me doy cuenta
De las marcas en mis venas
Y que fue cosa de mi imaginación,
Que te quiso inventar entera,
De verdad verdadera,
Y hasta con un corazón.

Y los sordos escucharon tu voz,
Y los mudos la imitaron luego,
No existías y nadie te abrazó,
Y nuestros besos, son sueños de ciego.

Te inventé, y el color de tu pelo,
Que fue real sólo por un momento,
Hasta que salió el maldito sol.
Ningún mar conoce experto marinero
Que sea capaz de desatar nuestros dedos
Cuando jugábamos al amor.

Ojalá también fueses mía
Cuando se hace de día,
Que salieses del edredón.
Que no seas sólo mentiras
De mis ganas de poesía
Y del ansia de mi canción

Y los sordos escucharon tu voz,
Y los mudos la imitaron luego,
No existías y nadie te abrazó,
Y nuestros besos son sueños de ciego.

Creo que no existe cura,
Cuando te creé desnuda
Para darle a la pasión.
Eras o tú o ninguna,
La que me subía a las alturas
De esta extraña atracción.

Quise tu fingida piel rugosa
Como el pétalo de una rosa
Rezumando baños de flor.
No podías ser tu sola,
Llorando por estar rota
Pero sin decir adiós.

Y los sordos escucharon tu voz,
Y los mudos la imitaron luego,
No existías y nadie te abrazó,
Y nuestros besos son sueños de ciego.


domingo, 15 de junio de 2014

Contigo.

     No sé lo que es estar contigo. No sé cómo se amoldaría el tiempo al simple hecho de que estuviésemos juntos. Lo mismo no le gustamos y termina separándonos, como suele hacer él. Tal vez sea eso lo que me hace falta, controlar el tiempo y pasarlo hasta que todo esté bien, contigo, y hacer eternos los buenos momentos e insignificantes los malos, los que no estoy contigo. Y todo esto si saber lo que es estar contigo pero, ¿sabes? No me importaría descubrir cómo es.

     No me importaría imaginar nuestra primera cita, en un parque cualquiera, paseando, matando flores para tus ojos, te dejaría mi chaqueta si tuvieses frío y, si se diese el caso, crearía una barrera antipolen sólo para ti. Podría invitarte a algo, dulce o salado, o las dos cosas, en una de esas cafeterías elegantes donde nos mirarían mal, tan modernas del centro. Tal vez al comer unas tortitas con nata y sirope te mancharías la nariz o la comisura del labio, y eso podría desencadenar un beso, o no. Sólo es cuestión de imaginarlo.

     Después, te acompañaría a casa, que es lo que hacen los caballeros, y yo a veces lo soy. Aquí podría tener cabida otro beso, aunque eso no es importante. Lo importante de nuestra primera cita es que tengamos ganas de que haya una segunda, me da igual si tengo que estar años sin besarte. Lo pasaríamos tan bien que repetiríamos y podríamos ir de compras por el centro, a esas tiendas de discos y libros tan geniales y así conocer nuestros gustos. Así te recomendaría el último CD de los Sidecars o alguna antología poética de un escritor que sólo sepa hablar de ti. Se nos haría tarde y hasta podría llover... ¡y nosotros sin paraguas! Pero te devuelvo a tu casa, empapada y con un calor especial en el cuerpo.

     No todo es perfecto, y estoy de exámenes, como tú, claro. Pero un miércoles de cine no nos lo podemos saltar. Te dejo elegir película, aunque me lleves a ver una comedia romántica de las 30 que hace Cameron Díaz al año, aunque si es de superhéroes, mejor. Compramos unas golosinas o palomitas y ya está. Si me atrevo, que será que sí, te cojo la mano, a oscuras, a la escasa luz de los ojos del actor guaperas que esté en pantalla. Besos dulces, más de lo que esperaba, pero tus besos al fin y al cabo.

     Esa misma noche, cada uno desde su casa, nos enviamos bastantes mensajes, y sonreímos como tontos, como dos idiotas de esos que se enamoran. Y así serían nuestros días, estando juntos sin darnos cuenta, y nos pondríamos motes, como las parejas moñas, yo te llamaría “colmillitos afilados”, como en la canción. Nos haríamos regalos, me gusta regalar cosas, y yo soy muy fácil para que me regalen, porque mis gustos son simples y sencillos, tú. Yo te escribiría cosas sobre regalarte la luna, el sol, y estrellas, y planetas, y así hasta que tengas tu propio universo.



     Pasará el tiempo, y no me habré cansado de ti, porque tu mano y la mía encajan perfectamente. Ya lo habríamos hecho, pero no quiero ensuciar algo tan bonito hablando de sexo, pero si diciendo que HICIMOS EL AMOR. Y siempre sería tan especial como la primera vez y con las ganas de como si fuese la última. Da igual si es tu cama, la mía, el parque o una nube. De verdad, espero que de momento te guste estar conmigo, porque voy a dar un salto en el tiempo.

     Tendríamos nuestras peleas de enamorados, y la gente dirá que lo hemos dejado, o que lo nuestro era imposible, y tú pensarás cosas, y yo pensaré otras, y a la gente le pueden dar por culo. Lo que dijesen me resbalaría tanto que podría deslizarme hasta tu lado y abrazarte y besarte con tanta fuerza que nos olvidaríamos de nuestros problemas, y así la gente tendría que aguantar nuestro amor un poco más.

     ¿En qué zona viviríamos? ¿Salimos del barrio? Los dos tenemos un buen trabajo, y podemos permitirnos un buen piso. No es sólo estar contigo, es vivir juntos. Me gustaría ser tan raro como para coger tus pelos de la almohada y los de la ducha y guardarlos por si un día te vas y tengo que clonarte. Te llevaría el desayuno a la cama SIEMPRE QUE PUEDA, y te haría corazones con la comida o alguna gilipollez así. Nos ducharíamos juntos y empañaríamos el espejo. Iríamos a trabajar sabiendo que esa tarde de miércoles acordamos ir al cine a ver la cuarta película de la saga esa que vimos empezar. Cualquier cosa que nos recuerde nuestro pasado servirá para reforzar el futuro.

     Este día estoy especialmente nervioso. No hemos dormido juntos, pero en un rato nos veremos. Me encanta mi traje, y mi pajarita. Horas antes estaba con mis amigos bebiendo y gritando “¡LO QUE ES LA VIDA!”. Y sí, lo que es. Ahí estás, frente a un altar, y eso que las iglesias no son lo mío. Está todo en silencio y entras tú, de blanco, a juego con tus colmillitos afilados. Me sudan las manos, pero tú ya lo sabes y te da igual. Ese beso me sabe mejor que todos los que te he dado hasta ahora. Tal vez porque es el principio de nuestro para siempre. ¿Quién lo iba a imaginar? ¿Quién me hubiese dicho que íbamos a terminar así después de quitarte un poco de sirope de la cara?

     Meses después de la boda y la luna de miel en [INSERTA AQUÍ EL LUGAR DE TUS SUEÑOS], me dices que estás embarazada. Yo te querré aunque engordes y se te hinchen los tobillos, aunque me mandes a ir a una tienda de madrugada porque te apetecen palmeritas de chocolate, y aunque te vuelvas insoportable. Siempre es siempre. Siempre y cuando al despertar no te asustes de que te esté mirando. Puede que todo sea muy cursi, o puede que simplemente, todo el amor tenga que ser así.

     Con nuestra familia ampliada, sólo puedo decir que somos cada vez más felices y que nos queremos. Que cada día tus ojos brillan más y tus labios saben mejor, y que cada día me muero por escribir un poco más de ti, después de dejar a los niños en el cole, después de ver cómo se gradúan, después de que se casen ellos. Pasado, presente y futuro.

     Han pasado ya muchos años, Sidecars ha sacado muchos discos, ha habido muchos poetas peores que yo, han sacado muchas más películas de superhéroes y ya tenemos muchas canas. Pero cuando mi mano arrugada y temblorosa se acerca a tu mejilla para secarte una lágrima, veo con ilusión que lo único más blanco que tu pelo son tus colmillitos afilados. Y en esa cama del hospital donde me esté muriendo, sólo podré dar gracias de que me voy antes que tú, porque si un día te vas antes que yo, si me dejas, toda esta vida que he imaginado no servirá para nada.