-Vamos a ponerte un poco de anestesía – dijo el cirujano, y le acercó una mascarilla a la cara-. Cuenta hasta diez.
-Uno, dos, tres, cuatr...
¿Se había dormido? No podía ser. Apenas notaba algo su cuerpo, pero sí escuchaba lo que sucedía a su alrededor, aunque fuesen voces muy lejanas. No podía abrir los ojos. Intentó hablar, pero tampoco pudo. Se empezó a agobiar un poco.
-¿Esta chica le vale, doctor? -escuchó preguntar a una enfermera.
-Me viene perfecta. Juguemos.
¿Juguemos? La chica esperaba que se refiriese a que la operación fuese fácil como un juego, pero enseguida se dio cuenta de que no era así. Ella era el juego. Empezó a notar presión sobre su brazo izquierdo, Pudo abrir los ojos. El cirujano, que había tenido una cara amable al ponerle la anestesia, estaba riendo como un desquiciado, lleno de sangre, de su sangre. La chica tenía el brazo izquierdo abierto, y el cirujano escarbaba con un bisturí, en busca de algo más que sacar por ahí. Lo peor era ver como le iba cortando los tendones sin que ella pudiese hacer otra cosa más que mirar horrorizada la escena, sin sentir casi nada, sabiendo cómo iba a terminar. Los tendones colgaban como cuerdas de violines rotas, que ya nunca más iban a producir sonido.
-¡Doctor, tiene los ojos abiertos!- gritó una enfermera.
El cirujano se volvió, sonriendo, mientras ella se imaginaba que estaba llorando, con su brazo colgando. El cirujano se acercó lo bastante como para que notase su aliento, y la besó. Su boca sabía a una mezcla café y sangre muy asquerosa.
-Buenos labios, pequeña, me los quedaré.
Y con el bisturí le cortó los labios, despacio, separándolos perfectamente de su cara. Ella seguía sin sentir nada, pero sí lo veía, y cada vez había más sangre. El cirujano se puso sus labios en su boca. Esta loco. Se volvió a acercar a su cara, y con el mismo bisturí le empezó a cortar las aletas de la nariz, hasta que también se la cortó, e hizo lo mismo, se la puso sobre su nariz. Se estaba creando una máscara con su cara. Ella sólo se quería morir. No ver nada más, pero si que vio como el siguiente paso fue un bisturí acercándose a su cuenca ocular derecha. No sintió nada, pero de repente sólo veía que el mundo se venía abajo con su ojo izquierdo.
Durante un momento, un instante, movió el brazo derecho. Pero el cirujano se dio cuenta.
-Enfermera, proceda usted con ese brazo.
Con su ojo izquierdo vio cómo la enfermera se acercaba a ella con una sierra pequeñita. Cogió su brazo y lo empezó a serrar. Sí lo sintió. Veía la sierra moverse mientras su brazo se iba descolgando, desgarrado. Trocitos de piel se quedaban a veces en los dientes de la sierra, intentando resistir y dejar unida la extremidad, pero un movimiento seco de la sierra lo separaba como si fuese papel. Dolía, fue el primer dolor que sintió. Luego el del resto del cuerpo. Gritó, pero sólo sangre salió de su boca.
-Repasemos: brazos, hecho; labios, hecho; nariz, hecha; ojos, a medias. ¿algo más enfermera?
-Tiene un bonito ombligo.
El cirujano se acercó con un tubo. Le arrancó el camisón, dejándola completamente desnuda. Preguntó a la enfermera que si quería tetas nuevas, y se echaron a reír. Vio cómo el cirujano se las agarraba, dejándolas llenas de sangre. Le miró a su único ojo y le dijo: No te preocupes, pequeña. Y clavó el tubo en su ombligo, cada vez más hondo, y más, ella lo sentía por dentro, y sólo deseaba poder morir antes de sentir mucho más. Cuando ya tuvo una longitud considerada del tubo dentro de ella, el cirujano soltó una carcajada y lo sacó de golpe, apartando todas las entrañas, haciendo que varias partes de su cuerpo soltasen un chorro de sangre. Ella se empezó a desmayar, con suerte a morir.
-¿Vamos a por los dedos de los pies? -fue lo último que escuchó.
…
Abrió los ojos, los dos. Estaba en la habitación del hospital, se notaba la cara hinchada. Se miró el cuerpo asustada. Estaba entera. Sus padres estaban a su lado hablando con el cirujano. Ella estaba asustada, había sido todo una pesadilla. Sus padres la vieron despierta, pero primero se acercó el cirujano para examinarla. Se acercó a ella, mucho, notó el aliento a café, pero a nada más.
-Te va a quedar una nariz que ya la querría yo para mí -entonces se acercó más y susurró-, bonito ombligo.