martes, 29 de julio de 2014

Operación.

     No estaba muy nerviosa. Era una simple operación de la nariz, ponerla recta, volver a respirar bien. Esas cosas. No sabía si con dieciséis años lo normal era tener miedo por entrar en un quirófano, si era así, ella no lo tenía. Y allí estaba, en una camilla fría, con una luz dándole en toda la cara, pensando que después de un rato tal vez fuese más guapa, o no. Al menos durante unas horas tendría la cara hinchada, pero después sí, nariz nueva.

     -Vamos a ponerte un poco de anestesía – dijo el cirujano, y le acercó una mascarilla a la cara-. Cuenta hasta diez.
     -Uno, dos, tres, cuatr...

     ¿Se había dormido? No podía ser. Apenas notaba algo su cuerpo, pero sí escuchaba lo que sucedía a su alrededor, aunque fuesen voces muy lejanas. No podía abrir los ojos. Intentó hablar, pero tampoco pudo. Se empezó a agobiar un poco.

     -¿Esta chica le vale, doctor? -escuchó preguntar a una enfermera.
     -Me viene perfecta. Juguemos.

     ¿Juguemos? La chica esperaba que se refiriese a que la operación fuese fácil como un juego, pero enseguida se dio cuenta de que no era así. Ella era el juego. Empezó a notar presión sobre su brazo izquierdo, Pudo abrir los ojos. El cirujano, que había tenido una cara amable al ponerle la anestesia, estaba riendo como un desquiciado, lleno de sangre, de su sangre. La chica tenía el brazo izquierdo abierto, y el cirujano escarbaba con un bisturí, en busca de algo más que sacar por ahí. Lo peor era ver como le iba cortando los tendones sin que ella pudiese hacer otra cosa más que mirar horrorizada la escena, sin sentir casi nada, sabiendo cómo iba a terminar. Los tendones colgaban como cuerdas de violines rotas, que ya nunca más iban a producir sonido.

     -¡Doctor, tiene los ojos abiertos!- gritó una enfermera.

     El cirujano se volvió, sonriendo, mientras ella se imaginaba que estaba llorando, con su brazo colgando. El cirujano se acercó lo bastante como para que notase su aliento, y la besó. Su boca sabía a una mezcla café y sangre muy asquerosa.

     -Buenos labios, pequeña, me los quedaré.

     Y con el bisturí le cortó los labios, despacio, separándolos perfectamente de su cara. Ella seguía sin sentir nada, pero sí lo veía, y cada vez había más sangre. El cirujano se puso sus labios en su boca. Esta loco. Se volvió a acercar a su cara, y con el mismo bisturí le empezó a cortar las aletas de la nariz, hasta que también se la cortó, e hizo lo mismo, se la puso sobre su nariz. Se estaba creando una máscara con su cara. Ella sólo se quería morir. No ver nada más, pero si que vio como el siguiente paso fue un bisturí acercándose a su cuenca ocular derecha. No sintió nada, pero de repente sólo veía que el mundo se venía abajo con su ojo izquierdo.

     Durante un momento, un instante, movió el brazo derecho. Pero el cirujano se dio cuenta.

     -Enfermera, proceda usted con ese brazo.

     Con su ojo izquierdo vio cómo la enfermera se acercaba a ella con una sierra pequeñita. Cogió su brazo y lo empezó a serrar. Sí lo sintió. Veía la sierra moverse mientras su brazo se iba descolgando, desgarrado. Trocitos de piel se quedaban a veces en los dientes de la sierra, intentando resistir y dejar unida la extremidad, pero un movimiento seco de la sierra lo separaba como si fuese papel. Dolía, fue el primer dolor que sintió. Luego el del resto del cuerpo. Gritó, pero sólo sangre salió de su boca.

     -Repasemos: brazos, hecho; labios, hecho; nariz, hecha; ojos, a medias. ¿algo más enfermera?
     -Tiene un bonito ombligo.

     El cirujano se acercó con un tubo. Le arrancó el camisón, dejándola completamente desnuda. Preguntó a la enfermera que si quería tetas nuevas, y se echaron a reír. Vio cómo el cirujano se las agarraba, dejándolas llenas de sangre. Le miró a su único ojo y le dijo: No te preocupes, pequeña. Y clavó el tubo en su ombligo, cada vez más hondo, y más, ella lo sentía por dentro, y sólo deseaba poder morir antes de sentir mucho más. Cuando ya tuvo una longitud considerada del tubo dentro de ella, el cirujano soltó una carcajada y lo sacó de golpe, apartando todas las entrañas, haciendo que varias partes de su cuerpo soltasen un chorro de sangre. Ella se empezó a desmayar, con suerte a morir.

     -¿Vamos a por los dedos de los pies? -fue lo último que escuchó.







     Abrió los ojos, los dos. Estaba en la habitación del hospital, se notaba la cara hinchada. Se miró el cuerpo asustada. Estaba entera. Sus padres estaban a su lado hablando con el cirujano. Ella estaba asustada, había sido todo una pesadilla. Sus padres la vieron despierta, pero primero se acercó el cirujano para examinarla. Se acercó a ella, mucho, notó el aliento a café, pero a nada más.

     -Te va a quedar una nariz que ya la querría yo para mí -entonces se acercó más y susurró-, bonito ombligo.


martes, 22 de julio de 2014

Y para siempre, Grecia.

     Bueno, antes de dejaros con los versos correspondientes, voy a dedicar unas palabras a mis compañeros de viaje. Ellos han hecho que estos días hayan sido increíbles, y además de una firma en una bandera o en una libreta, esto es todo lo que les puedo ofrecer. Ya dije en el hotel Stanley lo que tenía que decir, que no es un placer compartir escenario con vosotros, porque el placer es perecedero, dura un instante y sólo te deja buen sabor de boca, sino que es el orgullo lo que me hace ir con la cabeza bien alta y pudiendo decir que pertenezco al grupo Selene teatro, es un orgullo ser vuestro compañero y amigo. Gracias a:

     Jose Luis Navarro y Gemma López por confiar en nosotros para sus espectáculos y por querernos tanto como nosotros a ellos. Sin ellos nada sería posible. Gracias por la libertad y el mar Egeo. Gracias por la inmortalidad. A Rafita, por las noches de humor, grande.

     A Abraham, que es el hombre de teatro total sin el que jamás hubiésemos podido llegar hasta aquí. Un placer tenerle entre mis mejores amigos, igual que a Pablo Plaza, gracias, porque en un viaje, cuantos más amigos, mejor, y tú has hecho de este viaje algo especial. A Yosef, nuestro Teoclímeno, por tu buen sentido del humor y tu cariño. A Jorge Povo por hacer que la brecha generacional bastante amplia no signifique nada. A Sergio Traski, pequeño gran hombre dentro y fuera del escenario. A Miguel Plaza porque ¡You raped her! ¡You murdered her! ¡Killed her children! y por supuesto, por todas las risas. A Barbi, que estuvo con vosotros en el concurso y se ha ganado este viaje a pulso, igual que ha estado conmigo tanto tiempo. A Eva porque tiene una foto con Chemario en Micenas y siempre sabe sacar una sonrisa. A Violeta Plaza, porque sin Helena de Troya no estaríamos aquí, y aunque yo sea mala persona, le tengo un cariño especial y ha sido un placer viajar con ella. A Dani Castaño, por compartir tanto gas en un camarote, por sus buenas noches y su pasión por la sandía. A Pablo porque hay que tener mucha paciencia para aguantar todos los chistes, y él lo hace, también ha sido una grata compañía. A Manu, nuestro Menelao, destructor de Troya, donde pone el ojo pone la hinchazón, Maaanu, tú si tienes dedos, gracias por la compañía, amigo. A Paula Urrutia, que gustosamente se dejó matar por mí, y que también es una grande dentro y fuera del teatro.

     A Maripi, porque es lo MÁS, aguantando el tirón desde el primer día. Buena persona, buena actriz, buena compañera, buena amiga. A Alba Salcedillo, porque es como una hermana para mí desde hace mucho tiempo. A Jessi, porque un viaje es mejor si tu "idol" va contigo, gracias por soñar a mi lado. A Carmen porque hija, que iba a ser un viaje sin la joven "madre" del grupo, siempre ayudando. A Irene Vieco, porque tira hacia delante del coro, buena actriz, buena compañera, y además me hizo andar de más. A Paula Molina porque... ¿para qué has venido a Grecia? Posiblemente a la persona que menos conocía y con la que más risas me he echado, gracias por todo. A Violeta porque... piñiiiiiiiiiiiiiiii y bla bla bla, gracias por aguantarme y por no quererme, por tus je je y por la compañía. Gracias a Lidya porque... vaya tela de viaje, gracias por las risas y los buenos momentos, y por llevarte a Mario por ahí y que me dejase la cama sin hormigas. A Laura Soriano porque es la más guapahermosapreciosa de toda la compañía y es un gustazo viajar con ella, tanto como compañera como amiga. Y por último, a mi hermano, Mario, porque espero que nos queden muchos más viajes juntos, y tampoco hay mucho más que decir que no sepas.

     Gracias todos por el viaje. Os quiero demasié. Orgullo Selene.


Me dejé la piel hecha tiras y jirones
En cada escenario que me pisaba los talones,
Sabiendo que su sol y sus ruinas, eso que me enferma,
Su odioso calor, su amada presencia, serían la recompensa.
Su rica historia, el dios inmortal que nos lo contaba,
La tierra que vimos y que nos cambiaba.

Me dejé el color de mis ojos, el negro que arropa
A la luna en la noche, el blanco que libre aprisiona,
Volviéndolo rojo, la gota de sangre que colma el azul Egeo
Que nosotros orgullosos navegamos contra el viento.
Si fuimos Ariadnas o fuimos Teseos que nos lo diga el tiempo
Que ahora toca llorar por lo que vivimos y sólo nosotros sabemos.

Y ojalá que no nos muramos nunca, y si lo hacemos
Que sea en Grecia, que nunca será para siempre eterno,
Y si es de verdad, que sea como este viaje, como un sueño,
Donde reímos, donde lloramos, pero sobre todo donde nos queremos.

Me dejé la voz algo húmeda en el teatro de Epidauro.
En el laberinto de nuestras vidas, a veces somos el minotauro,
Pero tenemos la guía, que sus manos sean un ovillo de lana,
Que nos saque de la vida y nos lleve a otro viaje mañana.
Arrebátame un grito en un túnel, ponme una corona,
Aunque llegases es último también puedes cantar victoria.

Me dejé los brazos en un abrazo que vieron las columnas,
Que guardó el partenón. si no besé a una cariátide no besé a ninguna.
Si no pensé en el cabo, si no llegué a una isla que me trató como a un hijo,
Si no era una fina ironía que estas vistas las tuviese Homero en Quíos.
Que me traigan ouzo, que me traigan una azotea, que me traigan sandía,
Que me traigan amigos para vivir esto todos los días.

Y ojalá que no nos muramos nunca, y si lo hacemos
Que sea en Grecia, que nos guarden en un templo.
Y si es de verdad, que lo ponga en Micenas nuestro Hefesto,
Pero que estemos todos juntos, donde reímos, donde lloramos,
Pero sobre todo, donde todos nos queremos.


domingo, 6 de julio de 2014

Por fin un final feliz.

     -Nunca me ha gustado el camino fácil.
     -¿Y por eso te has ido parando por las esquinas? -espetó ella.
     -Sabes que las cosas no son así, que sólo han sido baches y obstáculos que superar para llegar hasta ti. Si no hubiese otras, nunca hubiese sabido que tú eres la mejor.
     -Lo peor de todo es que intentes justificarte. Ya estoy muy cansada de esto, que es lo de siempre. Vete. -y empezó a llorar.
     -¿Y de qué sirve entonces que esté aquí?
     -¿De qué sirven las palabras si las acciones las contradicen?

     Él se quedó helado, sabía que le tenía cogido por los huevos, pero no iba a rendirse. Era ella o ninguna, ella por encima de las otras. Él no veía mal el hecho de haberse acostado con otras, porque sólo había servido para demostrar que ninguna era como ella. Besos secos contra besos húmedos, distancia contra abrazos, ratos contra infinito.

     -Te quiero.
     -Como a todas.
     -Todas no tienen nombre, y tú eres única, la única de la que me enamoro en cada beso, por eso estoy aquí.
     -La culpa es mía por no dejar clara nuestra relación, aunque se daba por hecho para cualquier persona madura con dos dedos de frente que no se muere por coger cada piruleta que le ofrecen.
     -Sabes que no es culpa mía. Si una chica hace el esfuerzo de besarte, le devolvemos el favor. Si Dios no quisiese que nos besásemos con otras personas no nos habría dado miradas ni labios.
     -Lárgate con tu estúpida jerga romanticona. Esta noche no estoy para tus gilipolleces.

     Ella se giró, dándole la espalda. Él también se giró, y espalda con espalda fueron la mejor pareja que existió durante unos segundos, hasta que él se volvió para no decir nada. Estaba perdiendo la apuesta contra sí mismo. Culpa suya por quererla tanto que se asustaba y se refugiaba en otras que frenaban sus sentimientos.

     -Esta noche lo que estás es preciosa. Eso es lo que te diferencia de las demás, que tú eres guapa, eres preciosa, eres bella.
     -¿Me estás diciendo que las otras son feas? -preguntó ella mientras se volvía a girar para clavar sus ojos en el corazón del patético payaso.
     -No, simplemente no eran tú -al decir esto, ella se quedó callada, así que él siguió-. Asómate a la ventana y dime qué necesita la noche para ser noche.
     -¿Oscuridad? ¿Luna? ¿Estrellas?
     -¿Y qué son las estrellas al lado de la luna?
     -Un intento de mitigar tu oscuridad.
     -Puede, pero la que más brilla es la luna. Ya sé que la he cagado muchas veces y de muchas formas distintas, pero al final siempre termino aquí. Si no la cagase, no sería yo, ni sería mi vida.
     -No soy tu puto salvavidas.
     -No, eres mi vida entera, y si ahora mismo das sólo unos pasos hacia aquí, me abrazas y me besas, te juro que todo irá bien.
     -Ya, hasta que salga el sol.
     -Pues por la noche te conquistaré otra vez.

     Y ella fue hacia él, pero no supo qué hacer. Era un final feliz porque es un final en el que ninguno nos vamos a meter, que hagan lo que ellos quieran, porque el amor es así, se nos va de las manos.