jueves, 1 de noviembre de 2018

Nadie dice nada, pero yo lo siento igual


Qué asco de corazón siempre con su sinrazón
de querer plantar cipreses, de morirse todos los meses
que contracorriente encuentran otro resbalón.
El vinagre que le besa le deja la boca seca
y en las comisuras la saliva de una luna
que se hace la dura, que mata a mi espera.

Vaya con este tañer que no nos deja ver
por cambiarnos los sentidos, por querer hablar dormidos
sabiendo que en este nido hay mucho hueso que roer.
El bosque va tallado con su traje de noviazgo
pero ya sobra tela y las montañas veranean
y a la sombra de tu sierra planto todos mis años.

Voy a meterle mano a todos tus sueños
y a quitarles la falda del desespero
y follarles con la realidad
hasta que griten que quieren despertar,
que quieren sabernos de verdad.

Qué ternura de remolinos para ahogar todos los ruidos
que arañan la puerta y por la ventana se desperezan,
que el mundo entero se muera que para hablar ya estoy conmigo.
El cemento en mis pies no sabe si está arriba o del revés,
yo sólo veo agua, eran unas manos mi barca
pero en la plegaria se juntaron y ya ves.

Vaya con este domar, entre coces y cuerdas era todo sal
que va bien para las heridas que decoran el paisaje de esta vida
que está aquí dormida y que si gime, escupo y a volar.
El fruto de las reses para cuando se vacíen las veces
y que hagan compañía a la mierda en las tripas y en la cabeza
porque en la loma como enredadera aún queda la simiente.