lunes, 30 de marzo de 2015

Malos hábitos

     Está que quiere y no puede salir. Pero está. Noto cómo me está arañando en alguna parte de mi interior. Se ahoga y no puede respirar. No le sirve el oxígeno que inhalo, no le sirve el humo, porque es el humo lo que quiere salir, y mi cuerpo no aguantaría otro pequeño corte sangrante que lo libere. No lo aguantaría. Me tiro en el sillón, con el vacío delante, buscando una ventana para poder mirar algo de fuera, pero estoy que quiero y no puedo salir. Encerrado dentro de mí mismo. Arañar las paredes me haría más daño a mí que a ellas. Encima de ninguna mesa hay un vaso tan transparente que puede que esté vacío. Por si acaso bebo lo que pueda o no pueda haber. ¿Y si eso me inspirase? No lo creo. Mis pantalones vaqueros favoritos están rotos, pero llevo botines nuevos, negros, relucientes, a juego con la camiseta que llevo. Y la barba, la odio, no deja de crecer, quiere y puede salir. Esto es todo lo que tengo, y no me parece para nada interesante, pero escribir por escribir se está convirtiendo en un mal hábito, y es lo único que me preocupa, mientras afuera la gente se mata, se ríe, se pega, se folla, fuman, beben, saltan, bailan, como si estar vivos fuese la hostia, algo bueno. Y puede que lo sea cuando ellos son mayoría y yo estoy aquí sentado, mirando el espejo como si fuese una ventana.

     Hoy tampoco sale. Creo. No, no sale, y quiere. Doy una patada a la mesa y el vaso se vuelca sobre los papeles vacíos. Me chorrea el pelo en una cruel metáfora. Si tuviese una vieja máquina de escribir estas cosas no me pasarían, eh Hank.

     -Deja de hacerte el interesante y sal fuera a matar, a reír, a pegar, a follar, a fumar, a beber, a saltar, a bailar. Vive y deja de estar tan muerto. Quieres y puedes salir.

     Y Hank se quedó detrás del espejo (¿o era una ventana?). Yo no le hice caso y seguí mojándome.


martes, 10 de marzo de 2015

La inquietud de los suicidas

Dicen que la envidia no es un sentimiento,
Que se lo digan al que no sabe que brilla por dentro.
Que no hace otra cosa más que mirar su reloj
Como si el tiempo fuese su revolución.
Y la inquietud que paraliza su cuerpo,
Las agujas que le han besado veneno.
Se empalman sus labios, su boca, sus dientes,
La lengua cuando sabe que no hay amaneceres.
Porque se abraza por si acaso a la soga
Cuando ve que en el mundo no caben más personas.
Los pies sólo pisan la línea donde se juntan la mierda
Y las páginas que traen versos de niebla.
Cuando la pata de la silla se parte, aparece la fe
Como aparecen las putas para los que en el amor no creen.
Hacer acopio de oxígeno es egoísmo, si por la sangre
Ya corre podrida la calavera que nos vuelve nadie.
Tuvo dos formas de decir adiós y usó las dos,
La emotiva y la física, la de las venas y la del cordón.
La que recorre su cuerpo como si fuese un hormigueo
Y la que te deja sin habla al besarte el cuello.
Con los ojos en blanco aún balanceaba sus pies,
Se lo encontró su alma preguntando por qué.
Estira el brazo, el polvo atraviesa sus manos,
¿Es un fantasma o sólo estaba muy delgado?
Las ojeras hablan desde el reflejo en el espejo,
¿En qué momento decidió no hacerse viejo?
Dicen que el suicidio es inquietante hasta el último momento,
Que se lo digan al que en vano llevaba la lucha por dentro.


domingo, 1 de marzo de 2015

Sin ti.

     Sé perfectamente lo que es estar sin ti. El tiempo pasa dolorosamente lento, amoldándose a los sentimientos, como si no le gustásemos desde el principio y nos quisiera mantener separados. Tal vez me falte eso, saber controlar el tiempo para aprender a vivir sin ti, pasarlo hasta ese momento idóneo y perfecto en el que me encuentro a gusto sin ti, pasarlo hasta los buenos momentos. Y todo esto sabiendo lo que es estar sin ti pero, ¿sabes? No se está tan mal, y puedo descubrir tu vida sin mi.

     Tu primera cita, en un parque cualquiera, con un chico cualquiera, mientras yo estoy leyendo un libro de poesía debajo de un árbol, sin ti. Empezaría a hacer frío, y mientras los galanes de pacotilla se desprenden de sus chaquetas para dárselas a sus damiselas, yo cogería el metro, solo, y me iría a mi casa. Tu chico cualquiera te invitaría a algo, como si el dinero no importase, como si ahora los sentimientos se pudiesen comprar. Yo he gastado mi dinero, sin ti, en un abono transportes para poder moverme. Como tu chico cualquiera te ha invitado, propicia una escena de beso en esa cafetería elegante del centro, a la que si yo fuese sin ti, me mirarían mal. Es fácil imaginarlo.

     Estoy en casa, tirado en la cama haciendo dibujos con el gotelé, mientras a ti te han acompañado a casa con la intención de robarte un beso en el portal. Yo tengo ganas de aceptar esta soledad tan reconfortante, mientras que vosotros queréis vuestra mutua compañía, no sabéis estar solos, sin ti. Iría algún día al centro, a una tienda de esas de libros y discos geniales. Mientras estoy escuchando el último disco de Noel Gallagher, voy a buscar un libro de poesía que no hable necesariamente de ti. Entonces me encuentro con la pareja cualquiera compartiendo gustos. Llueve y me voy. No llevo paraguas, pero por el camino te veo compartiendo paraguas con un chico cualquiera.

     Empiezan los exámenes, no todo puede ser perfecto. Tengo todo el tiempo del mundo para estudiar. Siento no poder decir lo mismo de ti. Aún así, un miércoles de cine se puede salvar. Voy solo a ver la última película más premiada de los Óscar, mientras tú vas a ver la película boba y erótica del momento, arrastrando a un pobre condenado contigo. Y yo sin ti. En nuestra sala nos emocionamos con la mirada del actor menos de moda del mundo, mientras en la vuestra, las parejas se cogen de la mano al escaso brillo de la sonrisa del guaperas de turno.

     Esa misma noche, en casa, yo estoy escribiendo algún relato o poesía que no hable necesariamente de nadie. Así no se me colapsa el móvil de mensajitos moñas. Dándome cuenta de que estoy sin ti, pero vivo y respirando ese aire que transmite las ondas que llevan un mensaje con un mote para ti, sacado de alguna canción, como “silueta del pecado”. Yo sigo escribiendo, regalándome palabras, sin ti. Lo hago mejor.


     Vivo en una paz profunda. La gente dice que debería encontrar pareja, como lo hiciste tú. Pero soy un chico imposible. Tú pensarás tus cosas, yo pensaré mis cosas, y a la gente que la den por culo. Lo que dijesen me resbalaría tanto que me tropezaría conmigo mismo con tanta fuerza que acabaría en urgencias, donde podría ver a otras que llegaron a mí antes que tú. Así la gente me tendría que aguantar sin ti un poco más.

     Pasará el tiempo, y mi mano, al viento, sólo agarra los sueños que estaban a punto de escaparse, mientras que las parejas de alrededor las llevan bien cogidas, sin espacio para alcanzar su futuro. Tú engañarás a otro diciendo que cada vez que lo hacéis es igual que bonito e intenso como la primera vez, pero sólo estáis follando. Yo, sin ti, me quiero más, sin necesidad de ensuciar esto con el sexo. Espero que no te de miedo saber cómo es mi vida sin ti, porque voy a dar un salto en el tiempo, y sin nadie para agarrarme y ayudarme a caer.

     Tengo un buen piso en una buena zona de la ciudad. Realmente, no me gustaría dejar el barrio. Tú estás con un chico cualquiera, compartiendo piso, gastos, discusiones, etc. Me gustaría ser tan raro como para mirar por una ventana, ver a una pareja feliz y desear tener lo mismo, pero no lo soy, así que bajo la persiana para estar bien sin ti. Podría ir esa misma tarde al cine a ver una peli del actor que nunca estuvo muy de moda y ahora, ya de mayor, se está llevando las mejores críticas. Cosas que hagan más amenas el presente.

     He dormido bien. Salgo por la mañana a dar un paseo, y te veo. Estás saliendo de una iglesia, de blanco. Te tiran arroz y tú sonríes, sin verme. Este sí podría ser el momento en el que empiece a doler estar sin ti. Pero no lo es. Prosigo mi camino, intentando olvidar tu silueta del pecado, mientras voy a tomar algo con mis amigos. Les cuento lo que he visto, y sólo pueden decir “¡LO QUE ES LA VIDA!”. Me acuerdo de esa tarde, en el parque, estando yo sin ti y leyendo, y tú con un chico cualquiera. Y mira cómo ha terminado todo.

     Me encuentro dando clases, soy profesor, por supuesto. El apellido de uno de mis alumnos me es dolorosamente familiar. Siempre es siempre, y siempre me va a perseguir algo de tu recuerdo, hasta cuando he hecho mi vida sin ti y sólo deseo que hubieses sido alma ajena en el templo de mi vida. Puede que todo sea muy extraño, pero es que el desamor, como el amor, no admite cuerdas reflexiones. Al menos este no es tan cursi como Contigo.

     Con mi vida hecha, sólo puedo decir que cada día soy más feliz, que mis ojos brillan mucho, que mis labios han vivido más todavía pero que, desgraciadamente, cada día tengo que escribir un poco sobre ti. Por desgracia, pasado, presente y futuro.

     Han pasado muchos años. Noel, después de sacar muchos discos, volvió con Oasis, ha habido muchos poetas peores que yo, el actor murió y dejó al buen cine huérfano y, por lo que sé, tenemos muchas canas. Pero cuando mi mano arrugada y temblorosa agarra una sábana blanca del dolor que siento, me doy cuenta con mucho pesar de que lo más doloroso que hay en mi interior es el recuerdo de tu silueta del pecado. Y en esa cama del hospital donde me esté muriendo, sólo podré lamentar que me estoy yendo solo, sin ti, porque si algún día me he arrepentido de algo, es de haberme imaginado toda una vida en la que no estás conmigo.