He soñado con la saliva en la nieve,
la lascivia entre los dientes, mismo laberinto
y distinta salida
pero siempre eres
el rayito de luz que asoma en el exilio.
Pon los vasos del revés y atrapa debajo el tiempo,
sácame de mi vida en silencio; envejecer y morir
en Topanga Canyon Road pero insatisfecho
porque tus besos ya no sabrán de mí.
Tú, tan grande que tapas la luna,
llorando hundiste Lemuria y sé
que en este albero respira mi ruina
y después de ti ya no sabré qué perder.
Me despierto porque me está mirando el miedo,
solo soy yo desde dentro porque este malear
que llevas colgando no es amigo pero tampoco ajeno;
ha salido de mis tripas hacia el río a lamentar.
Pon los relojes a deshora y que nos la sude el tiempo,
en este “siempre” nos tocaremos para pedir perdón,
se me ha dado mal entenderte entre mis dedos,
se me ha dado mal entenderte como una adoración.
Tú, tan de plata que te envidia la luna,
llorando hundiste Lemuria y sé
que entre otras tierras sembraré la tuya
porque si te vas solo puedo saber perder.
Yo puse la cuerda y tú hiciste el nudo,
en mi garganta ahora vive desnudo
y solo le salva el roce de los caracoles,
la mirada que hace de noche mil soles,
una nariz que me apunta al cielo,
la boca que sopla y congela el infierno
y si me acuerdo me tengo que olvidar
de las nubes, la tierra, la nieve y el mar
porque si hundiste Lemuria
en tus manos navegaremos
pero nunca, nunca
naufragar.