miércoles, 28 de agosto de 2013

Momentos para olvidar.

Es triste, lo sé, pero es lo que tengo que hacer.
Las pesadillas son como las tormentas de verano, aparecen en medio de algo maravilloso, y a mí las pesadillas y las tormentas de verano me dan miedo.

Hay que empezar olvidando un viernes 29 de marzo, el del año pasado, en el que me puse mis vaqueros favoritos, mi camisa de cuadros blancos y negros y mi colonia favorita. Tengo que olvidar cuando la vi aparecer con un vestido ajustado, gris, y con una americana, con un pin de Guns N`Roses. Tengo que olvidarme de la colina del recuerdo de lo del 11M, tengo que olvidarme del tocón del árbol y del primer beso.

Tengo que olvidarme de cómo poco a poco me enamoré. De Garamond y de cómo se convirtió oficialmente en mi novia un 28 de abril. De ir a cenar al Vips por nuestro primer mes, de las velas en su cuarto y de la bella y la bestia. De ver el padrino. De ayudarla con la mudanza y ver como ilusionada me enseñaba sus recuerdos. Incluidos los malos momentos, frente a los cuales, lo único que podía hacer era abrazarla y decir que conmigo nunca lo pasaría mal.

Tengo que olvidarme de los pavos del Retiro, de su olor a verano, del teleférico, de ir a buscarla todos los viernes a la salida de su instituto. Tengo que olvidarme de ponerme mi camiseta de yogurazo para ella. Tengo que olvidarme de dormir a su lado, de pasar miedo juntos, de ver musicales. Tengo que olvidarme de tener pesadillas y que lo único que me calme sea un abrazo suyo. Tengo que olvidarme de cuidarla cuando se hace daño en una atracción.

Tengo que olvidarme del único cumpleaños con fiesta sorpresa que me han hecho, con todos mis amigos y un montón de regalos, los cuales sigo teniendo, y uno de ellos me recordará todos estos buenos momentos por mucho tiempo. Tengo que olvidarme de hacer sacrificios por ella, como salir disfrazado aunque no tuviese ganas, pero claro, esa sonrisa no tiene precio, merece la pena.

Tengo que olvidarme de la única nochevieja en la que he salido, y todo gracias a ella. De patearme todo Madrid buscando una muñeca para ella. Tengo que olvidarme de haber visitado lugares de España con ella, de estar sobre un escenario a su lado.

Tengo que olvidarme de escribir para ella, de pensar en el bien para ella. Tengo que olvidar los momentos de apoyo en tiempos difíciles, de ánimo en los exámenes. De reír y llorar juntos.

En realidad, sólo tengo que olvidarme de un año, dos meses y 3 semanas, pero es como olvidarse de una vida entera.

miércoles, 21 de agosto de 2013

La casa de carbón.

Cuando el verde se pudra bajo tus pies
Acuérdate de las hojas que lo taparán
Que ya no es más verano este mes
Y sólo el seco marrón acompañará
A la lluvia que no nos deje ni ver

Cuando chirríen los postigos oxidados
Será que el viento querrá entrar
Perdido, en la montaña, caminando
Desnudos nos vino a encontrar
Cuando solíamos querernos y besarnos

Cuando la manta y mis brazos te cubrían
No pensabas que me ibas a echar de menos
No sé si lo harás cuando el tiempo se ría
Por dejarnos solos, tristes y serenos
Ya sea brillante la noche u oscuro el día

Y mientras cae una gota en tu cuerpo
Te dije que no hay mejor sonido de fondo
Que el naranja crepitar del fuego
Mientras bajo el ombligo te como el…
Y arde, arde como si no hubiese luego

Dos cuerpos carbonizados
Fueron encontrados
Estaban abrazados
Y pensé
Que no seríamos nosotros
Ahora que estamos solos
Con nuestra piel.

viernes, 9 de agosto de 2013

We are infinite.

Llegué, por fin, con ganas de desconectar de mi querida Madrid y ver lo que un pueblo de la huerta murciana podía ofrecerme. Llano de Brujas es donde he estado aposentado esta última semana, con sus idas y venidas a la playa.
Esta semana ha estado hecha de humo de cachimba, si, yo fumando cachimba, ver para creer, de olor a pastel de carne y de tinta. Colgando de una telaraña en una ventana que da al patio interior de la enorme casa. Con araña y todo, fea, siniestra, peligrosa seguro. Y yo, un par de ventanas más allá, en una biblioteca, rodeado de libros que me hacían compañía cuando no me la podían hacer las increibles personas que he conocido y que me han alegrado la semana. Cada noche que dormía allí después de haber sido feliz durante unas horas, era algo nuevo. Una historia nueva. Libros nuevos. Con el móvil al lado por esa persona especial, pasaba páginas de las tragedias de Sófocles, de libros sobre signos zodiacales y de mi querida Regenta. También bebí con los vikingos y caminé con Shakespeare por su Inglaterra. Hice de ese colchón un mundo aparte, donde vigilar la ventana por si la araña aparecía o por si la luna se me escapaba.
Viajes en coche con Green Day, con las canciones Wallflowers, con Pink, Sabina, Extremo y hasta rap rememorando a Charlie Sheen. Y envolviendo todo eso, el calor murciano. Capaz de matarnos si no hubiéramos tenido cerveza fría, de varios tipos, con tequila, alemana desconocida, haciendo compañía al tinto de verano, a la sidra de sabores, al té, a las meriendas, ya no en la biblioteca, más bien en el patio de una casita playera, donde se juntaban personajes dispuestos a jugarse su tiempo a las cartas.
Todo parecía digno de película. Podría haber sido un musical de los Beatles, podríamos haber viajado en una Volkswagen westfalia amarilla, con adolescentes preñadas, escuchando y viendo y sintiendo conciertos para acabar con una noche en la ópera.
Todo este idilio ha sido en ese lugar, Llano de Brujas (buen carril bici a la vera del Segura) y gracias a personas increíbles (amigos que han sido como una familia y familias que me han tratado como a un verdadero amigo) que han hecho de toda esta semana un viaje en barco que duró un día, pero navegó siete y nos marcó para siempre.
Que te jodan Holden Caulfield, nosotros somos infinitos.