En este credo en forma de canción
no caben versos que no hablen de ti;
te doy las gracias porque eres
mi principio y mi fin.
Vega, Faro de guía.
–¿Dónde vas sin corazón?
–Pues mire, señora, ahí está, anclado al colchón, que con mil pasos delante aquí solo queda la raigambre y unos restos y unas ruinas, una vez fui fuego y ahora solo la ceniza. Viví tan confiado en los hados que no adiviné las constelaciones que quieres recorrer. La nube dio paso a la selva y la luz no supo quedarse quieta y lo que traigan las olas... Se volvió loca porque el tiempo pasa y éramos todo y también poca cosa, un roto en las alas de las mariposas.
–¿Y dónde va este vuelo?
–Pues mire, señora, ha sido mucho besar el suelo, mucha lija y mucho terciopelo. De la poesía no se puede vivir, pero míreme a mí, que no tengo para comer pero tengo donde sentir. Si tan solo algo de lo que escribiese sirviese para algo no volaría tan despacio con miedo de aterrizar, al final el suelo no es más que sombras y alquitrán.
–¿Y ahora que nos queda?
–Pues mire, señora, es este verso una senda pero no se fíe, que hay quererses imposibles pero nos dan igual los besos, la única prisa que tengo es la de no llegar para acabar y seguir acumulando en montones de tristeza unas escaleras de letras y agujeros del rencor. Pero aún me queda algo de vida y muchas canciones de amor que escribirte todavía, te lo debo, me lo debo y ahí las tengo que de momento no son más que la potencia de promesas dichas casi sin voz, ni dios, ni siendo los dos.
La adversidad nos inspirará
y lo demás será un buen decorado.
Bunbury, Arte de vanguardia.
Diez años entre letras y en las nubes,
yo que tuve entre los dedos la selva;
primero verde pero solo el morado se queda.
Y lo que ha venido después,
tiene un hueco en el olvido
y que se muera podrido hasta que deje de doler.
Diez años de quejidos, de vuestros corazones,
y sus bailes de ilusiones y también del mío
que no sabe latir cuando hace frío.
Y se quema en nuestra hoguera
que no era más que un mechero
quemando las estrellas.
Diez años entre letras e insomnios
y escapar de los demonios;
ahora cohetes y en tu boca los planetas.
Pero de dentro todo este universo
y nada de sed, ya ahogado de besos
y cansado de que no sepan a miel.
Diez años de quejidos, de luchar
para conservar un cuerpo vacío
cuando el corazón ya se ha ido.
No existe ningún final feliz
cuando se trata de ti y de mí,
de ti y de mí y de ti.
Diez años de arrancarme la piel a tiras,
de remover la mierda en las tripas
con las manos de las diosas;
son sus pasos tormentas
y yo el río que se desborda
por los pasillos donde tu ausencia
ha colgado esta pena que se desboca.
La musas no son mujeres ausentes,
no son cuchillos en los dientes,
no son martes de carnaval de Brasil.
No son canciones urgentes,
no son asuntos pendientes.
Andrés Calamaro, Carnaval de Brasil.