domingo, 30 de agosto de 2015

Crónica de una ruptura anunciada

Yo elegí nuestra canción,
También puse yo más el corazón.
Yo elegí nuestro momento,
Fue cuando dimos nuestros besos al viento.

Me pediste tiempo
Y yo ya te había dado una vida.
Me pediste espacio
Y te di el universo en una cajita.

Si me faltaras,
Y me estás faltando,
No habría trozo de mi cara
Que no esté destrozado,
No habría esquina en mi casa
En la que no haya llorado,
No habría parte de mi cama
En la que no te haya tocado.

Tú elegiste decir adiós,
Yo pensando que un silencio era salvación.
Tú elegiste aquel lugar
Y el verano no pasó por allí jamás.

Te pedí que volvieses,
Un error de mi cabeza, cosas que pasan a veces.
Te pedí sólo una tarde más,
Más errores que mi corazón tuvo que pagar.

Si me faltaras
Y me estás faltando,
Se pasa mal una semana,
Se agradece todo el año.
Se tienen las cosas claras,
La solución nunca es el daño,
A veces sobran las palabras
Y sólo faltaba encontrarnos
Para saber cuánto te odiaba,
Para habernos matado.
Que nuestras únicas miradas
Se las come un escenario.
Que las heridas que me dejabas
Con la luz ya se han curado.


lunes, 24 de agosto de 2015

Otra de esas cosas que tratan sobre el desamor, supongo.

     No debería vivir haciendo que mi felicidad dependa de los demás.
     No debería vivir haciendo que mi felicidad dependa de ti.
     No debería vivir.

     Arrugué el papel en el que escribí eso y se quedó de una forma muy extraña. De esa forma supuse que tenía el corazón, como un papel arrugado que sangra, que se ha olvidado de bombear porque se está olvidando de vivir. ¿Y ahora qué? ¿Buscar una plancha para ese papel? ¿Alguien querría dejarlo liso? Me puse música. Me he prohibido escuchar canciones felices, no vaya a ser que alguna hable de ti, prefiero las tristes que hablan de los dos, porque no te echo de menos, sino que nos echo de menos, a los dos. ¿Puede haber otros que te merezcan más que yo? Pues sí, mi manera de quererte era especial para mí, pero no supe lo poco especial que era para ti hasta que no estabas, y el único amor que me quedaba era tu olor en mi cama, tus pelos en la ducha que nunca pude limpiar, tus fotos que no pude quemar. ¿Quién puede entender el desamor? Es algo incompresible, es como intentar entender a las flores. Podría decir que fuera estaba lloviendo para que fuese todo más deprimente, pero no, el verano estaba atacando con sus soldados de sol y sus balas de girasoles. Tal vez pasear por el campo me ayudaría, para eso sirven los viajes, para desconectar. Lo que el destino no sabe es que tus recuerdos cogieron el billete de autobús justo detrás de mí, y hasta te incomodaba que me tumbase, pero la vida es así. A veces estás enamorado y va todo bien, a veces no estás enamorado y va muchísimo mejor, pero a veces has estado enamorado y te comes las mierdas que no se están comiendo los otros dos tipos de personas. Pero no quiero hacer agrupaciones de personas, el único grupo que querría hacer sería el de tus piernas con las mías en un incesante frotar envueltas en unas sábanas de esas que pican, pero que en ese momento da igual, porque el verdadero aguijón está más arriba. Ahora está más arriba aún. Y duele, duele mucho, tanto como el momento de después de un beso, en el que te vas separando lentamente, como el del último beso sin saber que fue el último. Dolor en potencia, del que dolerá mientras que ahora es un suave cosquilleo de melocotón o algo así. Las metáforas y comparaciones no se me suelen dar bien, pero para están los genios de la música, si Nacho Vegas dice que te quiere un mundo entero con su belleza y su fealdad, pues yo te quiero igual. Si Andrés Calamaro dice que te quiere, pero que te llevaste la flor y le dejaste el florero, pues yo te quiero igual, no sé si despierto o con los ojos abiertos. Robe me cae mal, pero si dice que si te vas se queda en esa calle sin salida, me quedo con él a hacerle compañía.

     Si las calles, las montañas, las playas y todos los paisajes pudiesen hablar, nos contarían las historias más tristes del mundo. Los puentes no tendrían vigas suficientes para contar los suicidios que en ellos se cometen. Yo creo que si alguien se suicida así y por amor, es para sentir ese vértigo del primer beso. Cuando nos besamos por primera vez, fue como si tus labios me hubiesen empujado desde la cima del Everest. Y cuando me dejaste de besar, cuando te fuiste, cuando no me besabas más, fue cuando me di contra el suelo, pero deja que te diga, que el tiempo que estuvimos juntos fue la mejor caída del mundo. Por eso el odio de mis huesos rotos. Así odia el niño al globo que se le explota o se le vuela, así odio yo a los cantantes cuando su disco se acaba, así odio a las películas de superhéroes porque se terminan. Así odio tu autoridad y me rebelo contra la orden del desamor establecida por ti. Porque esto era cosa de dos y yo no tuve nada que ver, por eso siempre uno lo pasa mal y el otro pasa de largo. Pero en la carrera de la superación voy ganando, porque tú has olvidado, y yo tengo la medalla de oro en recordar, la de plata en rencor y la de bronce en echar de menos. Me supe girar y darle una patada en la espinilla a los buenos momentos, esos que no vengan, que para recordarte bien ya están los sueños y lo hacen sin querer.

     Aliso el papel y sigo escribiendo.

     No debería vivir teniendo estas cosas en mente.
     No debería vivir teniéndote en mente.
     Debería vivir.
     Vivo.

     Y me sorprendió la luna, que estaba preciosa esa noche, y mandó el cuerpo de nubes con sus curas de giralunas. Esta guerra está terminada y ganada.


martes, 18 de agosto de 2015

Tienes 8 minutos más o menos para escribir algo.

Vivir para siempre puede doler,
Pero qué puedo hacer
Si no he aprendido a despegar,
Si mis pies y la tierra son un par,
Si tu cuerpo y el mío son
La única canción
Que quiero escuchar.

Vivir para siempre es un placer,
Y lo voy a hacer,
¿De qué me serviría volar?
Sin tu aliento en el cielo no puedo respirar.
Si tus besos y los míos son
La mejor canción
Que puedo cantar.

Vivir para siempre sólo por joder,
Pero qué le voy a hacer
Si entre las nubes no puedo flotar
Si me sueltan tus manos me puedo matar.
Si tus ojos y los míos son
Esa tonta canción
Que no puedo dejar de tararear.

Vivir para siempre contigo
Pero qué le voy a hacer
Si me vuelve loco tu ombligo
Y lo que está más abajo
Para enterrarme a pedazos,
Si desnudos tú y yo somos
La canción que cantan los envidiosos
Cuando se sienten solos.


domingo, 16 de agosto de 2015

El extraño suceso

     Vaya robo, el metro cada día más caro, pero bueno, tenía que volver a casa de alguna manera. Al menos había aire acondicionado. Me monté en Valdebernardo, iba casi vacío, así que no tuve problema para encontrar asiento. Se me iba a hacer el viaje eterno, menos mal que David Duchovny, además de actor, acababa de sacar un disco. Pasamos Pavones, bien. Se suben algunas personas, pero no muchas. En Artilleros más de lo mismo, supongo que la mayoría irán hacia Sáinz de Baranda o Avenida de América para hacer algún trasbordo, como yo. Intentaba no pensar en nada y disfrutar de la música. No había ninguna chica guapa a la que mirar. En Vinateros se subió un hombre que me llamó la atención, su cara me sonaba muchísimo. Se sentó justo enfrente de mí. Parecía nervioso. Llevaba un polo rojo de manga larga (¡en verano!) bastante hortera y unos pantalones cortos vaqueros más ridículos aún. Además, iba en chanclas. Supuse que tendría prisa y por eso estaba tan inquieto. No dejaba de mirar los carteles de los recorridos del metro. Extrañamente, también me miraba a mí. Me ponía nervioso. Con sus gafas no debía ver muy bien, pues se levantó para ver mejor el panel que estaba a mi lado, se quedó un rato de pie y cuando fue a sentarse, le habían usurpado su sitio. Mala suerte. Se sentó a mi derecha. No era gordo, pero sí grande, y la cara, juraría que había visto esa cara en algún sitio. Me sentía un poco acosado, no dejaba de mirarme. Llegamos a Avenida de América y me bajé. ¡Sorpresa! Él también.

     El trasbordo era bastante largo, así que esperaba darle esquinazo, pero no. Me seguía, era un hecho. Aceleré el paso, pero ahí venía, apartando a la gente. ¿Me seguía o es que de verdad tenía prisa? Cuando llegué al andén de la línea 7 le perdí de vista. El metro tardaría 9 minutos en llegar, no sé qué pasaba en verano, pero circulaban menos trenes, gracias, Metro de Madrid. Caminé hacia el fondo del andén, donde estaría mi salida. Me giré y allí estaba. Pasé de él, pero se estaba acercando. Quedaban 7 minutos para el tren. Llegó a mi lado y titubeó, yo seguía con los cascos puestos, deseando que no me hablase.

     –¿Chema? –mierda, me habló.
     –Eh... sí.
     –Escúchame con atención, no dejes que...

     No terminó la frase. Un tipo le empujó contra la pared. Iba con un traje negro, la verdad es que daba bastante miedo y yo, como una persona normal que soy, lo tenía.

     –¿Qué te ha dicho?
     –Nada, de verdad, justo cuando iba a hablarme ha aparecido usted y... –lo raro es que pudiese hablar, porque me estaba meando, estaba asustado y sólo quería salir corriendo. Sólo sé que lo dije muy rápido. El de rojo se recuperó un poco y me miró, esos ojos marrones oscuro, casi negro, me sonaban de algo, como si los hubiese estado mirando durante mucho tiempo.
     –¡No le creas! ¡Hazme caso a mí! Ella no es la adecuada, tienes que terminar con...

     El tipo de negro le volvió a pegar, pero el acosador del metro me seguía gritando.

     –Si no quieres acabar solo y desgraciado, tienes que querer a otra persona que no sea ella. Por tu culpa no tengo nada, ¡por su culpa! ¡Tienes que seguir adelante! La chica ideal para nosotros es...

     ¡Me cagué en la puta allí mismo! El tipo de negro empujó al de rojo a las vías justo cuando llegaba el metro. Ese tipo me había matado. Era una especie de Agente Smith de Matrix, pero real, o eso creía. También podía ser una broma, pero mi sangre no engañaba, estaba cubierto de ella.

     –¡Escucha chaval! Sigue con tu vida como si nada de esto hubiese ocurrido, a fin de cuentas nadie se ha dado cuenta –y era cierto, nadie en el andén estaba mirando, como si fuésemos invisibles, no se habían enterado de nada–. Si no quieres que te pase esto ya sabes cómo tienes que actuar, no te hagas caso. Además, no creerás que ninguna sea la adecuada.

     Me subí al metro, alucinando. Mi sangre había desaparecido. Miraba a la gente, pero ellos estaban tranquilos con sus vidas tranquilas.

      “¡Din, don, din! Próxima estación, Paco de Lucía”. Mierda, me había dormido hasta el final del trayecto. Ya lo dijo Oscar Wilde, “El futuro no envía heraldos”.  


jueves, 6 de agosto de 2015

La satisfacción es la muerte del deseo.

[1]


Maldito galán de pitillera,
Al que tienes amarrado,
Llenándolo todo de frases de poetas,
De esos enamorados.
Locos que escriben en portales,
Sus historias de aquí te pillo, aquí te mato.
Que cantan todos los carnavales
De amores sucios y agarrados.
Escritores sucios de pacotilla
Que buscan liberar la bragueta,
Como donjuanes de Zorrilla
O el estudiante de Espronceda.
Que viven de flor en revolcón
Viajando en minifaldas,
Llamando a Cupido cabrón
Por no darle a la más guapa.

Maldito conquistador de pacotilla
El que tienes a tus pies,
Hablando todo el rato de cosas bonitas
Como si lo hiciese bien.
Locos que escriben en folios sueltos
Sus relatos de amores muy juveniles
Que gozan como si fuesen muertos
Todas las lluvias de los abriles.
Juntaletras todos de mierda
Que buscan tocarte el culo,
Agarrarte alguna teta
Recitándote a Catulo.
Que viven de artes liberales
Viajando en unas bragas.
Que se enredan en unos matorrales
Debajo de tu cama.

[2]


Mi casa, quiero que seas mi casa,
Asomarme a tus ojos,
Y ver si todo se me pasa.
Tu cuerpo, quiero que sea mi cuerpo,
Asomarme a tu boca,
Y quemarme con tu fuego.
Tus brazos, quiero que sean mis brazos,
Abrazarte infinito
Y que quede para rato.
Tu pecho, quiero que sea mi pecho,
Escuchar tu latir
Y que al dormir, sea relajado y lento.
Tu culo, quiero que sea mi culo,
Pero tu culo no, tu culo es miel
Como dice la canción de Extremoduro.


PD: Es de esto, pero no es de estas.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Chicas

     Mi problema era que me podían gustar todas, pero ninguna me gustaba de verdad. El problema era que me gustaba la idea de que me gustasen y poder escribirlas algo bonito, aunque luego ni supiesen que las he escrito algo. El problema es que por las noches me aburro mucho, y hace calor. Y ojalá hiciese frío para ponerme una chaqueta y salir a pasear solo un rato, con la luna. Sí, la luna, es muy típico, aparece en muchos relatos, poemas, canciones, y no sólo míos. Pero pensadlo bien, ¿acaso la luna no es la única chica que sale contigo o conmigo todas las noches? Además es blanquita, como a mí me gustan. Y más que ojos tiene cráteres profundos, y más que cuerpo tiene luz. Ahora dime, ¿qué tienes tú? ¿Boca? vale, los besos están bien; ¿ojos?, vale, una mirada puede derretir; ¿nariz? yo también, y huele a coco; ¿manos? mierda, ahí también ganas; ¿tetas? ¿culo? ¿coño? ¿Y para qué sirve? Es todo tan sucio y tan soez que me gusta. A la mierda la luna, me quedo con las chicas, me quedo con la chica. Eso sí, la felicidad nos la buscamos cada uno por nuestra cuenta, que ya sabemos cómo pueden acabar estas cosas, eh Hank.

     Ni cervezas ni hostias, que no hay. ¿Una horchata?



     ¿Para quién va escrito cada cosa del blog? Eso sólo lo sabemos dos personas, yo, y la persona a quien he escrito algo. Contigo o Sin ti.

martes, 4 de agosto de 2015

Para tres personas que leen esto no voy a poner un título decente.

A veces me caigo
Porque dejo palabras por el suelo.
El otro día pisé "acantilado"
Y el final estaba tan lejos
Que durante la caída
Pude ver pasar mi vida.
Es muy triste que todos mis logros
Sean tus ojos,
Me da mucha pena
Que mis metas
Sean tus piernas,
Dan ganas de llorar
Pensar
Que las puedes cerrar,
Es incluso pervertido
El que yo lo encuentre divertido.
Pensaba en ti
Y en tu cuerpo
Al acercarme al suelo,
Y en todas las guarradas,
En mi boca contra tu espalda,
Se me llenaron las manos
Con lo que estaba agarrando.
Tal vez si hubiese pisado
La palabra "infinito"
Hubiese estado más tiempo pensando
En nuestros cuerpos juntitos.
En que nunca ha de llegar
Esa realidad
Que me separa del aire,
De ti y de mis males,
De mi mundo perfecto,
La piel de mis huesos,
La sangre de las venas,
Tu nombre en mis arterias
Como una enfermedad inversa
Que no me atraviesa el corazón,
Sino que lo besa con razón,
Para verle latir,
Sin ganas de vivir
Salvo si me salvas,
Sólo si me sacas
Una sonrisa de papel
Con tijeras y al revés.
Chiquita mañosa de pocos caprichos
Sólo tienes uno malo
Que es estar conmigo
Aunque te haga daño
Porque tengo el amor dormido.
Está un poco loco, es masoca,
Porque tengo pesadillas
Pero ahí sigue, a veces ronca
Y se asustan los sueños,
Por eso no los tengo,
Por eso no te tengo
Y porque aunque pueda poder
Es que no quiero.
Joder.

lunes, 3 de agosto de 2015

El título que nunca se me ocurrió para describir algo que no tenga nada que ver.

     Era viernes y llovía tan intensamente que pensé que ibas a aparecer para besarme, pero no era otoño y lo único marrón que había en el suelo eran las mierdas de los perros. Era una típica tormenta de verano, como siempre que escribo. Había salido a pasear un poco, a ver si andando por mi barrio acababa en el tuyo, o mejor, te acababa conociendo. Me fui a resguardar en unos soportales, como la gente normal. Como yo. El cielo estaba muy gris y la lluvia era fresca. El olor a húmedo me gustaba. Y nada, ahí estaba yo, esperando y pensando, como siempre que escribo también, pensando en decir algo pero sin decirlo. Miré a la gente, estaban más grises que el cielo. Me deprimían tanto que preferí mojarme, a fin de cuentas soy un tipo de esos a los que les encanta la lluvia, o eso decimos para parecer interesantes. No me acuerdo de lo que llevaba puesto, pero tampoco era importante, sólo sé que empezó a pesar mucho, demasiado, todo de repente, mientras una luz fuerte me dejó algo cegado. La tela mojada empujaba mi cuerpo, ya algo frío, contra el suelo, mojado también. Me estaba cayendo, lo supe en cuanto cambié el gris del cielo por el gris de la acera.

     Y me morí, pero no sé de qué.

     El caso es que aparecí en una especie de sala de espera, con otras personas que supuse que también habían muerto. Una mujer tenía la cabeza llena de sangre y un cuchillo de cocina clavado en un costado. Otro hombre tenía la cara llena de cristales pequeños... En fin, todo un espectáculo. Sentía vergüenza porque mi cuerpo no estaba cubierto de sangre como el de los demás, allí era como el de la "muerte limpia", si además supieran que tampoco me dolió... Me senté a esperar mi turno, porque supuse que eso era lo que había que hacer. El tiempo no pasaba, porque estaba muerto, así que no sabía con certeza si estaba esperando o si todo estaba pasando. Era complicado. Me llamaron por un megáfono. Entré a una sala, era la única puerta que había y todos a los que habían llamado anteriormente habían entrado por ahí.

     Sólo había una mesa con una carpeta encima. En ella ponía "Proyecto Ángel". Muy bonito todo. Le eché un ojo, y ¡vaya! lo que me esperaba era realmente decepcionante, ponía algo así como que tenía que ser ángel de la guarda de... ella. ¿En serio? ¿No había personas en el mundo? ¿pasaba algo si me negaba? En esa información no ponía nada. Tampoco ponía si iba a cobrar. Cerré la carpeta. No sabía muy bien qué hacer. Esa situación sería mejor si fuese ella la que estuviese muerta. Algo tiró de mis pies y caí. Caí mucho. Me di contra un suelo y no me dolió, porque... ¡joder! ¡Estaba muerto! Pero reconocería ese suelo a veinte mil leguas. Y ese olor, y ese pelo, y esa respiración mientras duerme... Me sentía un poco acosador, pero al fin y al cabo ese era mi trabajo.

     Se despertó, y cual fue mi sorpresa al ver que se quedó un rato sentada en la cama, llorando, como si estuviese triste por algo... ¿Debería seguirla también a la ducha? Se podía caer y tendría que salvarla, además... no voy a ver nada que no haya visto o comido antes, y ella no iba a verme a mí. También lloró en la ducha, haciendo que todo lo erótico de la escena se fuese por el desagüe. No sabía que los ángeles pudiésemos tener ese tipo de sentimientos, pero sí, los teníamos, y con total libertad. Ojalá mis brazos fuesen su toalla.

     Ese verano pareció haber muchas tormentas. Ella se protegía muy bien y no me necesitaba para nada. Me aburría mucho, pero descubrí que si me separaba de ella me dolía el pecho, lo que es realmente paradójico, porque no era la primera vez que me dolía después de que se separara ella de mí. Mi muerte pareció afectarla sólo durante unos días, después siguió con su vida normal. O eso creía. Sonreía y no brillaban sus ojos, suspiraba y el alma me dejaba congelado. Me encantaba verla mal. Muy mal. Pero mi misión era salvarla no sólo de peligros físicos que pudiesen acabar con su vida. Por las noches me tumbaba junto a ella, aunque no me gustaba mucho dormir con gente, pero era por su alma, que es lo que realmente tenía que proteger. Esas noches parecía que su alma se saliese de ella y pudiese verme. Entonces los dos nos poníamos en el alféizar de su ventana, charlando. Ojalá ella fuese igual de encantadora que su alma. Tuvimos una idea. Me iba a doler a mí más que a ella, pero lo mismo merecía la pena.

     Salió de fiesta, era casualmente el día de mi cumpleaños, aunque no me notaba más viejo. Bebió mucho. Mi trabajo iba a ser duro esa noche. Mejor. Ya he escrito mucho sobre Madrid de noche, y ya veis que ni muerto dejo de escribir, así que me saltaré lo bonito de las farolas y lo feo de los borrachos meando por las esquinas e iré al grano. Iba hacia Cibeles para coger un búho que la llevase a casa. Se paró en un paso de cebra. Me coloqué detrás de ella y atravesé su espalda con mis manos, estaba suave y fría. No llovía, así que no iba a ser tan dramático. Se acercaba un autobús bastante rápido, así que empujé su alma, con tanta suerte que su cuerpo fue detrás de ella. Murió en el acto. Me dolió tanto el pecho que me morí yo también. Otra vez. Para siempre.

     [...]

     Abrí los ojos. La lluvia me golpeaba en la cara.

     -Chico, ¿estás bien? ¡Casi te matas! -me dijo un hombre, acercándome una Coca-cola-. Ten, un poco de azúcar, para el susto y eso.
     -Gracias -dije recobrando el aliento.
     -Te vimos salir del soportal y justo te cayó un rayo al lado. No te dio de milagro. Debes tener un ángel de la guarda o algo así...