domingo, 16 de junio de 2019

Cuaderno de bitácora


No estás y la cama se me hace un mundo,
y está triste la noche de San Juan
porque las hogueras sin deseo son un leño desnudo
al que me atraco para poder bojear.

Y a cuál de las cuatro esquinas iré a parar,
entre sus pliegues de tela he sembrado esperanzas
para regarlas con las decepciones de tu marchar,
que crezca ese futuro en el que te quedas y no disparas.

Voy a pasarme a la prosa,
que los versos se quedan cortos
para esta murria que me ronda,
para decirte que el cuaderno vive de los folios.

En una espera esa tierra helena que te vio nacer,
donde los mitos agonizan al ver que eres de verdad,
que no hay laureles en tus brazos ni oro para corromper,
donde tu pelo son las algas y tus labios de donde lamo la sal.

Y justo enfrente una perla roja del desierto,
donde la Menara se seca al ver que bebemos de tu mar,
que la menta crece en tu boca y los gatos viven de tus dedos,
donde te despierta una palabra de madrugada pero no necesito rezar.

Voy a pasarme a la prosa,
que los versos se quedan cortos
para esta murria que me ronda,
para decirte que en el cuaderno aún quedan folios.

En otra cruzaba por la geografía de lo propio y lo ajeno,
donde los ríos arropan murallas y las torres cantan,
que en una bañera blanca descubrí la galaxia de tu cuerpo
donde mis pestañas por fin descansan y mis manos bailan.

Y justo enfrente que vengan otros mil teatros
donde seamos quienes seamos, vuelvas aquí,
que cuatro maderas y cuatro focos sepan desnudarnos,
donde los próximos viajes sean junto a ti.



lunes, 3 de junio de 2019

Arrecian tormentas


Dices que casi no sangro tras esta guerra;
digo que no es lo mismo morir en tu mar en calma
que hacerlo después de que arrase la selva,
que perecer bajo una nube que llueve sus garras.

Por este puente ya se colgaron
el Kutxi y Mario,
Enrique y Castro,
Leiva y Calamaro,
y todos con sus manos
arrecian tormentas dentro de las tripas;
y a qué vino esa despedida
sin un pañuelo blanco anunciando
que en cada sacudida
desprende lágrimas secas
que se beben la vida;
que de cada hilo que queda
pende el tiempo que me quitas
porque estás aquí gritando
que sientes que me duelas,
que te duele lo que sienta.

Dicen que casi no escribo esta pena;
digo que hay versos de sobra sobre el mes de abril,
que algunos están en un papel y otros en las venas,
que muchos hablan de ellas y todos hablan de ti.

Este disparo ya lo saborearon
Vega y Juancho,
Lorca y los Machado,
Tarque, Rubén y Nacho,
Zahara, Duchovny y Paco,
y todos con sus manos
arrecian tormentas dentro de mi cabeza
donde disfrutas bailando,
por tener de ti una imagen que me alegra
hasta que un recuerdo llorado
trae todos los viajes,
trae todas las escenas
es las que sientes lacerarme,
en las que tu piel era la venda;
y a qué vino esa despedida
si no has terminado de irte,
dame contra el borde de una esquina,
dame tu lengua para acabar de partirme;
que cada vez que abres la boca
es una palada de arena,
déjame tumbarme aquí en la sombra
y sigue diciendo
que sientes que me duelas,
que te duele lo que sienta.