lunes, 26 de enero de 2015

Red Dog

     Lo mejor para quitarse la sal de la playa era ir a la piscina. Estuvimos un rato tumbados en la parte que cubría poco, descansando y hablando de lo que haríamos esa noche. Fue muy poco tiempo, enseguida subimos a los apartamentos en la planta 24. Desde allí se podía ver gran parte de Benidorm. La rutina era siempre la misma, unos se duchaban, otros esperaban jugando a la consola. Javi y yo no hacíamos eso. Mientras Víctor se duchaba con la puerta abierta y entonaba un “soy mineroooo”, mientras Mario le grababa con el móvil, mientras los demás jugaban en el otro apartamento a la consola, un FIFA o un Tekken, Javi y yo salíamos a la terraza. Por aquel entonces yo tenía novia, maldita la hora en que la tuve. Javi la tenía y la sigue teniendo. Aprovechábamos ese rato para hablar con ellas. Él se sentaba en una silla y mirando al mar y a los otros edificios, la llamaba. A mí no me gustaba hablar por teléfono, así que le enviaba whatsapps mientras estaba apoyado en la barandilla, intentando no tener mucho vértigo. Pese a haber sido un día soleado, el cielo estaba gris, pero no lo suficientemente gris como para enfurecer al mar, que estaba en calma, intentando, con débiles olas, comerse la orilla, y con su peñón en medio del agua. Estábamos a una calle de la denominada “zona guiri”, y subía hacia arriba un olor dulce, como de gofres, y algo de jaleo, familias que se divertían antes de que el sol se fuese del todo, a dormir detrás de Terra Mítica, para que la luna sacase a los “jóvenes” de fiesta. Me gustaba mirar hacia abajo y hacia adelante.

     Una vez todos duchados, cenamos algo simple, salchichas, ensalada, filetes, no sé, no lo recuerdo, pero seguro que no era sano. Y por supuesto, muchas patatas fritas. Yo no tenía ni idea de cocinar, así que estaba en el equipo patatas, pelar, cortar, esperar a que se friesen... la mili vacacional. Después de cenar, mientras la TV emitía películas o series de mierda (la programación en verano es basura desde que se fue el Grand Prix), bebíamos. La mayoría bebía ron, yo también, claro, pero puede que esa noche Mario, Javi y yo comprásemos ginebra, no sé, eran tantos días seguidos... Jugábamos a juegos de cartas para beber hasta llegar al punto perfecto, aunque a veces la “operación: tormenta del desierto” dejaba algunos caídos en combate. Nos preparábamos y salíamos. Siempre había que esperar a Yñarritu, que era el que más tardaba.

     Fuimos por el paseo marítimo a tomar algo más. Esta gente encontró a unos italianos y se pusieron a hablar de fútbol y de chicas o yo qué sé. Yo tenía las alas cortadas, maldita la hora en que me las corté. Javi y yo éramos los únicos con novia, así que mientras nuestros amigos intentaban ligar, él y yo nos unimos a una despedida de soltera que había en una terraza. Le echamos un poco de cara, pero nos invitaron a vino y a tarta. Tuvimos que cantar algo de La quinta estación, creo, o tal vez Il Divo, o ambas. Fue divertido. Siempre se nos ha dado bien relacionarnos con mujeres más maduras, y no tenéis que pensar mal. O sí. Rápido levantamos el vuelo y nos reunimos con los demás.

     -¿Red Dog? -preguntó alguien, seguramente yo.
     -Tío, ¿otra vez? -se quejaría otro.
     -Por mí, sí -me apoyaría otro alguien.

     No debatimos mucho y fuimos allí. Volvimos por la “zona guiri”, que a esa hora ya no huele a dulce ni hay familias. A las 2:00 de la madrugada huele a alcohol, vómito, pis... y está llena de borrachos, algunos en el suelo, otros dando patadas a las papeleras, meando entre los coches, follando en los portales... Benidorm. Las luces de los locales se reflejaban en el pelo brillante lleno de gomina y en las gafas de sol que alguien se pone para salir.

     El Red Dog suele ser gratis, como mucho te cobran una consumición para entrar, pero bueno, estaba la oferta de dos Budweiser por 4 euros. A veces me sentaban bien, a veces mal. Ese sitio era el mejor antro del mundo. La música era actual, tenía una pista de baile bastante decente y hasta una barra de strippers en un lado. De vez en cuando soltaban el chorro de vapor ese que huele bien. En los baños puedes comprar cepillos de dientes, condones, tangas y pastillas para la impotencia, en cuyo envoltorio pone (no las compré, lo vi en la máquina): “tomar dos para mejor efecto”, y más adelante “por razones médicas no es recomendable tomar más de una”. O follas y te mueres o te mueres por no follar. En el Red Dog la clientela es muy variada, pero sobre todo hay chicas guiris, y pocos chicos. Nosotros tampoco nos explicábamos cuál era el motivo. Había también alguna madura pesada, pero le das un nombre falso, como James, y listo. Si estuviesen buenas, les darías el de verdad. Maldita la hora en el que tuve nombre. Lo mejor, a las 3:15 show porno en directo. Sí, porno, no erótico de esos que salen un par de gogós y ya. Había dos, el primero, al que ya no llegábamos (al menos ese día), que cuenta con la participación del público, muy gracioso, y el segundo en el que salen un chico y una chica y le dan al tema en tu puta cara.

     A la hora señalada se para la música y se abre espacio en la pista. Los actores cambian el número, ese año fue sobre todo el típico del policía y tal, pero el primero que fui había un vampiro y una doncella a la que le chupaban... la sangre. El asunto es que Samantha Pink empieza de rodilas frente al calvo, y con calvo me refiero al actor, que lo era, y lo seguirá siendo, imagino. Iban probando varias posturas, y mientras el calvo taladraba a cuatro patas a Samantha, el Dj lo comentaba desde la cabina. “Fucking doggy style”, y fue la chispa que faltó para hacer explotar la noche. Nos pusimos delante de ellos y gritar “¡Fucking doggy style!”. El actor nos miró, sin quitarse las gafas de sol y se reía mientras sacaba la lengua y empujaba a la chica, que también miraba y sonreía. Y todos, Budweiser en mano, nos mirábamos y sonreíamos también. Y mientras puede que me estuviesen llegando whatsapps de la que por aquel entonces era mi novia (creo que ya he dicho lo de “maldita la hora”), pero me daba igual, ya la contestaría mañana, u ojalá que nunca.

     Y terminado el show, algunos, los más ca(n)sados, nos fuimos al apartamento mientras los otros seguían de fiesta. Javi y yo volvíamos hablando, a través del olor a sordidez, no sabíamos si estaba en la calle o en nuestra ropa. De lo que hablamos algunas noches se podrían escribir muchas cosas, pero entonces se perdería la magia de los veranos. Subimos en el lento ascensor hasta la planta 24. Mientras Javi meaba, me asomé a la terraza. De noche el mar no se veía, pero sabías que estaba ahí porque una imagen plateada, difusa, se reflejaba en algo líquido. Del peñón no había ni rastro. Entonces observé, y vi otro mar. Uno de luces de neón, justo en las calles de abajo. Primando el rojo sobre otros. El rojo pasión que te dice que mientras unos han ligado y están follando, independientemente de los tamaños de las personas, tú vas a mear, a quitarte la ropa y a meterte en la cama mientras uno de tus mejores amigos ha hecho lo mismo y está en la cama de al lado. Antes de dormir sueltas un par de palabras.

     -Puto Red Dog, tío.
     -Ya ves. ¿Y el Pretty Woman?
     -Cerrado, tronco -dije yo -, cerrado. Maldita la hora.


domingo, 18 de enero de 2015

Tatuaje.

Estaba tan dentro que quería salir,
Puso este velero las velas a henchir.
Pero igual que las olas borran tus huellas,
El mar me devolvió rabioso a la tierra.

Dando dos pasos adelante y uno hacia atrás,
Hubo que sacar las alas y salir a volar.
Chocarme de frente contra tus cristales
Que cortaron las notas a mis cuerdas vocales

Pero yo sabía que te quería conocer
Porque iba a escribir los versos más bonitos,
Tatuándolos con tinta sobre tu piel,
Y si sientes doler, lo haré bien despacito.

Me sobran todos los sentidos menos las manos,
Con ellas hago tu cuerpo y con el resto al humano.
No está todo dicho, no está todo escrito, no está todo cantado,
Aún quedan restos de nuestros naufragios.

Y que me hagan cantarle a la curva de tus cejas
Y a lo que pasa en la cueva cerca de tus caderas.
Que el atraco en el muelle con el terremoto
Me ha hecho habitante de mis sueños rotos.

En los que te vi flotar agarrada en un tronco
Donde vivía un pájaro ronco,
Solitario por las noches sin compañía,
Sin lunas ni estrellas en una cama vacía.

Pero yo sabía que te quería conocer
Porque iba a escribir los versos más bonitos,
Tatuándolos con tinta sobre tu piel,
Y si sientes doler, lo haré bien despacito.

Me metí en medio de la pelea de perros y gatos
Para ir acostumbrándome a los arañazos
De cuando nos vayamos tú y yo por las ramas
Sabiendo que el mundo no nos depara nada.

Sólo el nudo de tus brazos contra mi cuerpo
Y el de tus piernas por mis miedos,
El de tu pelo mojado, negra trampa de musarañas,
Que se comían las mariposas de mis entrañas.

Pero yo sabía que te quería conocer
Porque iba a escribir los versos más bonitos,
Tatuándolos con tinta sobre tu piel,
Y si sientes doler, lo haré bien despacito.

Quiero saber a que sabes y tu sabor en mi boca,
Y que te enfades porque no te gustan estas cosas,
Pero si vivir conociéndote es dulce tormento
Intenta no pasar más segundos a este tiempo.

Para qué querría alguien una vida sin ti,
Es tener un libro donde sólo pone fin.
Y si un día me encontrase sin tus ganas
No saques al sol hasta que vuelvas mañana.

Te voy a construir una casa sin tejado,
Porque si llueve, nunca lo hace sobre mojado,
Así tenderás tu ropa interior al viento
Para que se seque con mis sentimientos.

Pero yo sabía que te quería conocer,
Y ahora que lo he hecho, ten lo más bonito,
No son estos versos, es tu piel sobre mi piel
Y que a tu corazón le sigan mis latidos.


martes, 13 de enero de 2015

Otro día, misma historia.

     Era un hombre fornido, ancho de espaldas, grande y fuerte. El pelo ralo, no se sabe muy bien si castaño o gris. Los ojos hundidos, tristeza, cansancio tal vez. Un rostro curtido, duro, con las marcas de una vida no muy fácil cruzándole la cara, pero a la vez un gesto bonachón, con la punta de la nariz roja por el frío de enero. Los labios apretados y finos, ya ni se acuerdan de lo que era curvarse en una sonrisa. Esta cara con ese gran cuerpo tenía nuestro protagonista,de nombre sin identificar, pero seguro que común, como José, Juan o Daniel. Mientras esperaba al metro se miró las manos. Los callos y ampollas habían desaparecido con el tiempo, igual que las manchas de grasa de su antiguo mono azul, que se quedó en el taller cuando tuvo que cerrar por la crisis, siempre la crisis. Puede que no tuviera estudios, pero sí era un tipo listo y trabajador, y lo único que quería era sacar a su familia adelante. Por eso, si era capaz de cambiar ruedas, baterías, de arreglar motores y todas esas cosas, también era capaz de hacer otros trabajos, más o menos vergonzosos con tal de conseguir algunas monedas.

     Cuando llegó el metro, vio como unos músicos sudamericanos se cambiaban de vagón, muy sonrientes después de haber conseguido... ¿cuánto? ¿tres euros? ¿cuatro?. La poca esperanza que le quedaba se escapó por el bolsillo roto. Pero aún así cogió aire y entró en el vagón...

     -Buenos días, perdonen las molestias, soy un padre de familia que se ha quedado sin trabajo y únicamente pido lo que con su buena voluntad puedan darme. Es triste pedir, pero no me avergüenzo, pues peor sería robar. Muchas gracias y perdonen otra vez por las molestias.

     Alguno de los viajeros pensarían que era una lástima, y les daría pena de verdad, pero ninguno hizo gesto o movimiento alguno para sacar unos céntimos. Y los que lo suelen hacer, acababan de dar el cambio del tabaco a los alegres músicos. Parece que no era el día de José, o Juan, o Daniel. Bueno, no era el día, ni el mes, ni el año.


viernes, 2 de enero de 2015

Oasis

Mientras me salían chorros de colores por las orejas
Y salían todas mis fantasías sudando por la cabeza.
Porque no me cabía más realidad en la imaginación
Y todo el cielo salpicó champán con la explosión...
¿Dónde estabas mientras nos drogábamos?

El oasis que nos daba cosas para beber
Cambia como la gente que creías conocer.
La verdad ahí afuera mató al soñador
Y con él todos los sueños cuando despertó.
¿Dónde estabas mientras nos drogábamos?

Algún día lunar me encontrarás cantando algo azul
Para los que digan que en el pozo no quedan peces.
Creí verte en el impacto de un relámpago al apagar la luz,
Dime si no es por el sudor en mi almohada si vuelo a veces

No me supe subir cuando me eché abajo
Pero eso corría por mis venas como un cañonazo.
A veces quiero vivir para siempre sólo por hablar
No estoy loco, no me llames, es porque suelo respirar.
¿Dónde estabas mientras nos drogábamos?

Déjame libre como libre te quiero,
Poco a poco se hizo un sentimiento.
Sin mirar hacia atrás estando enfadado
Y sin saber dónde ir cuando las carreteras se han acabado.
¿Dónde estabas mientras nos drogábamos?

No sé cuál de las voces creer
En este tiempo hecho de papel,
En el que mientras algo se desliza,
Nadie puede verle, nadie se lo imagina.
¿Dónde estabas mientras nos drogábamos?

Algún día rodando me encontrarás con la canción del pájaro
Para los que digan que el plan no era un plan maestro.
¿Sabes lo que quiero decir? Debe ser amor y hay que sacarlo,
Haz que deje de llorar y que sea el blues que quiera, pero nuestro.