Mis pies llevan a un bosque podrido, de troncos heridos,
para que ruede mi cabeza bailando por la esparraguera
después de cruzar palabras y horas, te las voy a dedicar
todas,
y que se salgan de los renglones como el morado de los
corazones.
Y en este desierto de arena no hay mar, pero te daré mi
saliva
cuando tu boca la pida por si las lenguas quieren nadar.
Será nuestro harapiento secreto, lo sabrá la punta de mis dedos
al mimarte bien suave los labios cuando el sol se quede
callado
después de beber besos y ginebra, ríos cayendo en las
piernas
para que se empapen las manos si nos secamos de tanto
tocarnos.
Y en este mar de cemento solo hay amapolas, pero si me miras
se desboca la primavera por las esquinas para que no estén solas.
Mis pies llevan a un bronco barranco, el precipicio al que lanzo
mi pecho que se ha descosido sacando un amor sacado de
quicio
después de cruzar palabras y brazos, queda por hacer
quedarme a tu lado,
lo pondré en todas las libretas, tú eres el verso que buscan
los poetas.
Y en este mar las olas son espigas, sigo un rayito de luna
para llegar
al lugar al que van las miradas perdidas.
Será nuestro enigma teñido de vino, lo sabrás cuando estés en el olvido
y te encuentre desnuda en un sueño, así dejaré el balcón
abierto,
que vengo de contarle al papel lo que hace mi noche con tu
piel
porque a nuestras madrugadas se las follará una tormenta que
escampa.
Y en este desierto se funde el tiempo para que no deje de
sonar
en tu espalda un cigarral donde se estrechan dos cuerpos.