Para el segundo día me llevé un iPod. Llovía, así que sobre el chándal me puse una sudadera con capucha. November Rain en mis oídos y la lluvia de enero en mi cara. Otra vez estaba solo con mis pensamientos. En cada cuesta dejaba tabletas de turrón y suculentas y grasientas comidas que han acabado con más de uno durante la Navidad. Lo mejor, con este frío, era llegar a casa y darse una ducha caliente. Así si los miedos me alcanzaban, se podían ir por el desagüe.
Hacía más calor que en mi corazón si ella al menos me mirase, pero no. nunca se fijaría en mí, soy un puto GORDO. Llevo sólo unos días haciendo ejercicio, no esperaba que se me notase en el físico, aunque sí en el ánimo. Pero estaba igual de gris que el invierno. Me gustaba comer, pero sin duda, ella era mi dulce preferido. Ella, que seguramente no sabe ni como me llamo. Hasta ahora. Me acerqué. Iba impoluto con mis mejores ropas: unos vaqueros ajustados, aunque en realidad todos me quedaban así, no me cabían ni dos dedos por la cintura; y una camisa grande, con más cuadros que un museo.
–Hola...
–Hola –se sorprendió.
–Yo... –y le dije quién era.
–Encantada –también me dijo su nombre.
–¿Te apetecería ir un día al cine o a dar una vuelta? –odié cada centímetro grasiento y mórbido de mi cuerpo por ser tan cutre.
–¡Ah! Bueno... es que apenas nos conocemos, ¿sabes? Lo siento.
Vi cómo se alejaba. Se juntó con sus amigas y me miraron. Algunas se rieron, y las que no, se creyeron mejores personas por no hacerlo en mi cara. Esa tarde salí a correr. Corrí mucho. Pero no podía escapar de mí, de lo que era. Me duché, y también en la estrecha y angosta ducha seguía siendo yo. Salí, desnudo, y en el espejo estaba yo. Con mi enorme tripa, y la grasa del brazo colgando. Daba absoluto asco. No cené y me acosté. En la cama (que extrañamente soportaba todo mi peso), seguía siendo yo, y me di cuenta de que no todos los monstruos se esconden debajo de ella, sino que comparten almohada contigo. Lloré, como si eso me fuese hacer más guapo o delgado. Eso no.
Pero sí lo hará levantarme, ir al baño, subir la tapa del retrete y meterme dos dedos en la boca, hasta la campanilla. Eso sí me hará más delgado, puede que más guapo. Así si pude sacar todos los miedos de mi cuerpo.