miércoles, 25 de octubre de 2017

De dentro

Bajo toda esa capa salada
me sabes a futuro y a tristeza,
a todas esas huellas por la arena,
a la sangre de tus hadas.

Y es que al final va a explotar,
aquí todos mis dominios,
todo lo es y ha sido mío,
queriendo gritar por la libertad.

Porque de nada me sirve parar el tiempo
si es constante tanto silencio,
pocas palabras, muchas heridas,
mucho dolor para tan poca vida.

Bajo esta noche estrellada
siento lejos tus ojos y tus manos,
nuestras historias sobre teatros,
perdidas entre tanta calada.

Y es que al final sale de dentro,
aquí en todo este campo,
todo lo que tengo es lo que valgo,
queriendo llorar por ningún muerto.

Porque de nada me sirve cambiar el espacio
si eres constante entre tanto fallo,
pocas caricias, muchos golpes,
mucho aire para tan poco roce.

Yo te haré volar, no hagas caso,
a veces está bien volver atrás.
Poetas de barro que suelen arrancar
las páginas de un diario
pero las vuelven a pegar,
primero con sus labios,
con lágrimas al acabar.
Pues yo contigo, entre tus líos,
seré un guardián de tus delirios,
y de tus vicios el principal,
así que deja atrás esas cadenas,
toda esa pena, y vamos a saltar,
que ahí fuera se mueren de ganas
de vernos triunfar.


jueves, 12 de octubre de 2017

Pueblo [2]

     Salí de allí dejando al muchacho con sus pensamientos y su vergüenza. Corrí hacia la casa de la chica para ver a su padre. Alicia seguía por allí pese a que me había dicho que tenía prisa. Buena forma de librarse de mí, supuse. Cuando llegué, el padre me estaba esperando en la puerta.

     –Venga conmigo.
     –Antes quiero hacerle unas preguntas.
     –Por eso quiera que venga conmigo. Responderé a todas.

     Caminamos hacia el bosque, fue un paseo más silencioso de lo que me hubiera gustado. Sólo se escuchaba el calor haciendo sudar a unos pájaros. Tenía ganas de llegar sólo para ponerme a la sombra de un maldito árbol y que ese hombre hablara, que me dijese por qué llamó a su hija, por qué me mintió, qué hacía en mi sueño y qué coño pasaba en ese pueblo. Pasamos por la choza de Silverio, y tan pronto como pasamos, la dejamos atrás para internarnos en el bosque. Tenía mucha sed, tanta que hubiese bebido del bidón del estrábico.

     –¿Qué pasa? –pregunté cuando nos detuvimos.
     –Ya hemos llegado. Ahora hay que esperar.
     –¿A qué? Mientras esperamos contésteme... ¿por qué llamó a su hija?
     –Para salvarla. Si ese chico la hubiese tocado un pelo... ya no la querrían, no. Menos mal que su amiga me avisó.
     –¿Su amiga? ¿Alicia? ¿Salvarla de qué?
     –De la vida que hubiese llevado. Ellos las quieren puras.
     –¿Quiénes son ellos?

     Escuchamos un ruido cerca de nosotros. Siendo un bosque podía ser cualquier cosa. Los dos miramos hacia la misma dirección. Mientras él empezó a sonreír de una manera macabra, yo agarré lentamente mi pistola. Volvió a crujir algo, cada vez más cerca. Puede ser un animal, o el propio Silverio, pensé. El padre de la chica se acercaba al lugar de donde venían los ruidos. Una gota de sudor me resbaló por la nariz y cayó justo a la vez que Flint salió de entre los árboles. Puto gato. Sentí alivio y mi acompañante decepción.

     –Empieza a contestar a las preguntas.
     –Yo... –empezó a decir, pero entonces se nubló el cielo. Tanto que parecía casi de noche. La humedad se volvió fría. Volví a sujetar la pistola –. Ahí vienen.

     Flint volvió al lugar, pero esta vez en brazos de su dueña. Con ella vino más gente, pero estaba encapuchada. El padre de la chica se sentó. Flint dio un salto desde los brazos de su dueña y me miró.

     –Vete del pueblo –me dijo.
     –¿Me está hablando un gato?
     –¿Acaso me has visto mover la boca?
     –¿Qué cojones?
     –Tú, puedes irte –le dijo al padre de la chica. Pero es verdad, no movía su boca de gato, era como telepatía–. Has cumplido. Gracias por tu hija.
     –¿Qué está pasando aquí?

     El gato echó a andar. Le seguí, y fui el único, los encapuchados se quedaron quietos. Flint me llevó otra vez fuera del bosque. Aunque se veía con más claridad, seguía nublado y las vacas pastaban tranquilamente. Escuchamos un disparo. Flint se giró y el cascabel de su collar sonó. Corrió, y yo detrás de él. Las vacas no se inmutaban cuando pasábamos a su lado. El felino las iba esquivando a todas, y yo detrás de él. De repente, se metió por debajo de una de ellas, y la reconocí, tenía una huella de sangre. Me metí debajo yo también y aparecí en la habitación de la casa de la anciana.

     –¿Qué te parece Alicia? En vez del conejo, puede que siga al gato.
     –¿Me vas a decir qué cojones está pasando en este pueblo?

     Se quedó quieto. Fuera se escuchaban truenos, o disparos. No sabía muy bien si fuera de la habitación o fuera de donde estuviese. No me atreví a mover las cortinas para observar. Flint me miraba, y a continuación miraba a un enchufe, después otra vez a mí.

     –Hay cierta belleza en la energía cósmica que exige la tierra para vivir. Hay pureza, y una raíz siempre es más que eso. Al fin y al cabo nunca vemos lo que son ni lo que hacen.
     –¿Qué dices? –y sonó otro estruendo.
     –Parece mentira que al final por el aleteo de una mariposa se vaya a desmoronar todo, pero así funciona todo.

     Al lado de Flint apareció Carlos.

     –Ya viene –dijo al gato–. Lo siento.

     Sonó otro estruendo y me caí. Supuse que había muerto porque no escuchaba nada. La habitación desapareció, y con ella Flint y Carlos. Sólo veía mariposas azules con las alas rotas.

     –¡Corre, joder, corre!
     –¿Eh? –dije medio despertándome con tanto trote. Alguien me estaba llevando en brazos y yo estaba cubierto de sangre. Me habían disparado en un hombre.
     –Te bajo y corres, sigue corriendo.

     Era Silverio. Me puso en el suelo. Él se quedó quieto, apuntando con su escopeta a los árboles que habíamos dejado atrás. Empezó a emerger una figura de allí, pero él disparó.

     –¡Corre! ¡Y no vuelvas! ¡Vete!
     –Pero... ¿qué?
     –¡Joder! Siento que hayas visto esto –paró para disparar otra vez–, nunca cometen errores, pero esta vez... sabía yo que ese mequetrefe no iba a poder... ¡corre!

     Corrí a la vez que sonó otro disparo.