Bajo toda esa capa salada
me sabes a futuro y a tristeza,
a todas esas huellas por la arena,
a la sangre de tus hadas.
Y es que al final va a explotar,
aquí todos mis dominios,
todo lo es y ha sido mío,
queriendo gritar por la libertad.
Porque de nada me sirve parar el tiempo
si es constante tanto silencio,
pocas palabras, muchas heridas,
mucho dolor para tan poca vida.
Bajo esta noche estrellada
siento lejos tus ojos y tus manos,
nuestras historias sobre teatros,
perdidas entre tanta calada.
Y es que al final sale de dentro,
aquí en todo este campo,
todo lo que tengo es lo que valgo,
queriendo llorar por ningún muerto.
Porque de nada me sirve cambiar el espacio
si eres constante entre tanto fallo,
pocas caricias, muchos golpes,
mucho aire para tan poco roce.
Yo te haré volar, no hagas caso,
a veces está bien volver atrás.
Poetas de barro que suelen arrancar
las páginas de un diario
pero las vuelven a pegar,
primero con sus labios,
con lágrimas al acabar.
Pues yo contigo, entre tus líos,
seré un guardián de tus delirios,
y de tus vicios el principal,
así que deja atrás esas cadenas,
toda esa pena, y vamos a saltar,
que ahí fuera se mueren de ganas
de vernos triunfar.
miércoles, 25 de octubre de 2017
jueves, 12 de octubre de 2017
Pueblo [2]
Salí
de allí dejando al muchacho con sus pensamientos y su vergüenza.
Corrí hacia la casa de la chica para ver a su padre. Alicia seguía
por allí pese a que me había dicho que tenía prisa. Buena forma de
librarse de mí, supuse. Cuando llegué, el padre me estaba esperando
en la puerta.
–Venga
conmigo.
–Antes quiero
hacerle unas preguntas.
–Por eso
quiera que venga conmigo. Responderé a todas.
Caminamos hacia
el bosque, fue un paseo más silencioso de lo que me hubiera gustado.
Sólo se escuchaba el calor haciendo sudar a unos pájaros. Tenía
ganas de llegar sólo para ponerme a la sombra de un maldito árbol y
que ese hombre hablara, que me dijese por qué llamó a su hija, por
qué me mintió, qué hacía en mi sueño y qué coño pasaba en ese
pueblo. Pasamos por la choza de Silverio, y tan pronto como pasamos,
la dejamos atrás para internarnos en el bosque. Tenía mucha sed,
tanta que hubiese bebido del bidón del estrábico.
–¿Qué pasa?
–pregunté cuando nos detuvimos.
–Ya hemos
llegado. Ahora hay que esperar.
–¿A qué?
Mientras esperamos contésteme... ¿por qué llamó a su hija?
–Para
salvarla. Si ese chico la hubiese tocado un pelo... ya no la
querrían, no. Menos mal que su amiga me avisó.
–¿Su amiga?
¿Alicia? ¿Salvarla de qué?
–De la vida
que hubiese llevado. Ellos las quieren puras.
–¿Quiénes
son ellos?
Escuchamos un
ruido cerca de nosotros. Siendo un bosque podía ser cualquier cosa.
Los dos miramos hacia la misma dirección. Mientras él empezó a
sonreír de una manera macabra, yo agarré lentamente mi pistola.
Volvió a crujir algo, cada vez más cerca. Puede ser un animal, o el
propio Silverio, pensé. El padre de la chica se acercaba al lugar de
donde venían los ruidos. Una gota de sudor me resbaló por la nariz
y cayó justo a la vez que Flint salió de entre los árboles. Puto
gato. Sentí alivio y mi acompañante decepción.
–Empieza a
contestar a las preguntas.
–Yo... –empezó
a decir, pero entonces se nubló el cielo. Tanto que parecía casi de
noche. La humedad se volvió fría. Volví a sujetar la pistola –.
Ahí vienen.
Flint volvió al
lugar, pero esta vez en brazos de su dueña. Con ella vino más
gente, pero estaba encapuchada. El padre de la chica se sentó. Flint
dio un salto desde los brazos de su dueña y me miró.
–Vete del
pueblo –me dijo.
–¿Me está
hablando un gato?
–¿Acaso me
has visto mover la boca?
–¿Qué
cojones?
–Tú, puedes
irte –le dijo al padre de la chica. Pero es verdad, no movía su
boca de gato, era como telepatía–. Has cumplido. Gracias por tu
hija.
–¿Qué está
pasando aquí?
El gato echó a
andar. Le seguí, y fui el único, los encapuchados se quedaron
quietos. Flint me llevó otra vez fuera del bosque. Aunque se veía
con más claridad, seguía nublado y las vacas pastaban
tranquilamente. Escuchamos un disparo. Flint se giró y el cascabel
de su collar sonó. Corrió, y yo detrás de él. Las vacas no se
inmutaban cuando pasábamos a su lado. El felino las iba esquivando a
todas, y yo detrás de él. De repente, se metió por debajo de una
de ellas, y la reconocí, tenía una huella de sangre. Me metí
debajo yo también y aparecí en la habitación de la casa de la
anciana.
–¿Qué te
parece Alicia? En vez del conejo, puede que siga al gato.
–¿Me vas a
decir qué cojones está pasando en este pueblo?
Se quedó
quieto. Fuera se escuchaban truenos, o disparos. No sabía muy bien
si fuera de la habitación o fuera de donde estuviese. No me atreví
a mover las cortinas para observar. Flint me miraba, y a continuación
miraba a un enchufe, después otra vez a mí.
–Hay cierta
belleza en la energía cósmica que exige la tierra para vivir. Hay
pureza, y una raíz siempre es más que eso. Al fin y al cabo nunca
vemos lo que son ni lo que hacen.
–¿Qué dices?
–y sonó otro estruendo.
–Parece
mentira que al final por el aleteo de una mariposa se vaya a
desmoronar todo, pero así funciona todo.
Al lado de Flint
apareció Carlos.
–Ya viene
–dijo al gato–. Lo siento.
Sonó otro
estruendo y me caí. Supuse que había muerto porque no escuchaba
nada. La habitación desapareció, y con ella Flint y Carlos. Sólo
veía mariposas azules con las alas rotas.
–¡Corre,
joder, corre!
–¿Eh? –dije
medio despertándome con tanto trote. Alguien me estaba llevando en
brazos y yo estaba cubierto de sangre. Me habían disparado en un
hombre.
–Te bajo y
corres, sigue corriendo.
Era
Silverio. Me puso en el suelo. Él se quedó quieto, apuntando con su
escopeta a los árboles que habíamos dejado atrás. Empezó a
emerger una figura de allí, pero él disparó.
–¡Corre! ¡Y
no vuelvas! ¡Vete!
–Pero... ¿qué?
–¡Joder!
Siento que hayas visto esto –paró para disparar otra vez–, nunca
cometen errores, pero esta vez... sabía yo que ese mequetrefe no iba
a poder... ¡corre!
Corrí
a la vez que sonó otro disparo.
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