Entré en el bar, rezando por lo
que pudiese encontrarme a esas horas en un sitio así. Yo no solía
ir mucho de bares, apenas bebía, pero un día es un día. Estaba
casi vacío, sería por las cucarachas, o por el ambiente cargado y
lúgubre que había. Un tipo gordo bebía cerveza en una mesa, al
fondo, mientras escuchaba la música que sonaba, algo con violines.
Una chica estaba sentada en un taburete, en la barra. Tenía el pelo
morado. ¿Y si...? Nah, no debía hacerlo, pero ya era tarde, me
estaba sentando a su lado.
-Hola -dije.
-No me traigas flores, que ya tengo las espinas -contestó
mientras bebía de su copa. No sé qué era, era marrón oscuro, pero
seguro que Coca-cola no.Pedí una cerveza sin alcohol al camarero, que me miró como si le hubiese hecho gracia mi pedido. La chica del pelo morado también se giró y esbozó media sonrisa.
-¿Un tiarrón como tú bebe cerveza sin? -preguntó sin quitar la media sonrisa que le hacía estar reluciente, pese a la poca luz que había.
-Pues... ya ves... una noche loca -y sonreí tímidamente -¿Tú qué bebes?
-Algo suave, ron con cola. Con este ya van dos.
Como no supe qué decir, me quedé callado, esperando mi cerveza. La chica volvió otra vez a su mundo. Algo me decía que la media sonrisa le había debilitado. Me acomodé en el taburete al tiempo que me traían la cerveza. Bebí. Su sabor era desagradable, pero refrescante al mismo tiempo. Bebí otro sorbo, y así hasta que al cuarto me gustó. Me enamoré de una rubia en una noche. No sabía si la iba a volver a ver.
-Venga, la próxima con alcohol -dijo la chica.
-¿Cómo te llamas? -pregunté para cambiar de tema.
-¿A quién le importa? Y antes de que puedas decir que a ti, te aviso de que a mi tu nombre no me interesa. Charlemos, y nada más. ¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este?
-De despedida. ¿Y tú?
-Mi amigo ha muerto hace poco, y mi abuelo está detenido por pajillero. Así es la vida. No digo que esté bebiendo por eso, bebo porque me gusta y no tengo nada mejor que hacer.
-Vaya, lo siento. Mi tío se mató en Navidad, se cayó de un andamio, y mi hermano es un hombre de ciencia, trabaja en un hospital, ve muchas desgracias y me las cuenta. Si no bebe él después de todo lo que ve... no sé qué hago aquí. Pareces buena chica, no deberías destrozar tu belleza bebiendo, aunque con el color de tu pelo has perdido toda la naturalidad y...
-Si te beso... ¿dejas de darme la chapa?
Pidió el tercer ron, yo acababa de terminar mi primera cerveza sin y ella me pidió una con alcohol. No me besó, pero seguimos hablando de cosas sin importancia, como política, y de cosas importantes, como la fe. Me invitó a ir a su piso. Una noche es una noche, y yo me había tomado otra más con alcohol.
-Hay una cosa que debes saber -dije en cuanto me besó, en su sofá, rodeado de esos cuadros con rockeros salvajes -, soy virgen.
-¿Virgen? ¿Cuántos años tienes? Bueno, da igual, voy lo suficientemente borracha como para que me importe. Intentaré ser delicada. Fóllame y vive, córrete y muere, el cielo o el infierno no dependen de ello.
-O sí.
Lo hice. Vi por primera vez el cuerpo desnudo de una mujer. Lo toqué, y no sé si todos eran así, pero el de la chica del pelo morado era un cuerpo suave y cálido. Como era mi primera vez, quise besarla por todo el cuerpo. Me introduje dentro de ella, creando una unión mística, encontrando el refugio y la verdad que siempre estuve buscando. Encontré seguridad de hiel. Iluminamos la habitación con gemidos, sudamos nuestros pecados para introducir otros. Me mordió. Me arañó. Me tiró del pelo, y yo sólo podía abrazarla fuerte para seguir dentro de ella. Quise repetir. Quise beber cerveza. Ojalá la cerveza fuese morada. Su pelo parecía líquido violeta esparcido sobre la almohada, me quise bañar. Lo olí, la besé y dormimos. No supe su nombre nunca. Desperté, dejé una nota y me fui.
…
Ella se levantó. El lado de la cama donde había dormido él estaba frío ya. Mejor. Consiguió lo que quería. Aunque fue especial, y repetirlo no habría estado mal, nunca se sabe cuando va a aparecer el indicado. Vio una nota en la mesa.
“Querida chica del pelo morado, gracias. Dije que estaba de despedida, y lo estaba. Estaba dejando atrás una parte de mi vida para ir a encontrarme con otra nueva. No me hace falta saber tu nombre para saber que nunca te olvidaré, y que gracias a ti recordaré siempre que la pérdida de la inocencia es un viaje que nunca termina y que no tiene retorno, pero de momento, en el siguiente andén yo me bajo. Espero que todo te vaya bien en la vida, Dios y yo velaremos por ti, igual que tu amigo. Perdón por haberme ido tan pronto, pero me ordeno sacerdote a las 11:00. Con cariño, X”