domingo, 1 de enero de 2023

Aterrizaje forzoso

Vuelve a amanecer y yo con el cielo entre los dientes

por no querer ver más allá de las lenguas silentes.

Abrí la cabeza para escuchar mi canto repleto de letras

que muere desamparado al rodar por las escaleras.


Vi mi sombra y no me reconocí en este río de estrellas

que corren en tu cuello de anís por quienes bostezan.

Cuando marra mi nave por esta nebulosa oscura

solo queda el aterrizaje en una cama colmada de amargura.


Aquí me hallo, dejando rastro en un campo de toronjiles;

el buen descanso en mil años desnudos de sueños febriles.

Maldita la fragua sin agua donde llevar mi chatarra,

fundida será, plata y metal, navajas y azadas.


Me cuelga del pelo la mano ajada que deshizo la madeja,

tan alto en el cielo la luna se está comiendo las velas.

Guárdale un ojo al alhelí que está matando al invierno,

los despojos de la flor que rompí solo azuzan el silencio.


Tomando la tierra, cansado ya de ser hombre,

sucede en mi mesa que han robado las naves de azogue.

Vi mi reflejo y no me reconocí en esta perra de entierro,

trajino solo por vivir pero esta caja me abraza los huesos.


Y aquí me hallo, dejando rastro en un campo de toronjiles;

sin más reparo que beber con mis manos de frentes febriles.

Maldito el corazón sin sangre que ya no sabe latir,

patada y al arcón que ya no me vale ni para ensuciar y huir.