miércoles, 30 de octubre de 2013

Odi et amo.

Lectoreeeeeeeeees! Que sé que los hay. Con esta entrada tan especial para mí, quiero dar a entender que cierro ciclo. No quiero volver a pasar por aquí, y si lo hago, que sea dentro de algún tiempo. La próxima actualización no tiene fecha, incluso puede que pasen meses, esto es así, hay que reposar. Puede que hasta cierre el blog y abra otro nuevo, con otro nombre, dispuesto a empezar una vida nueva lejos de las dos chicas que han elevado este blog desde lo más bajo de sus instintos. Sea como fuere, seréis informados por algún canal. Dicho esto, hasta la próxima (dentro de dos semanas, tres meses, puede que un año...). Leed, y como siempre, comentad, guapérrimos!

Si fuese el cielo te cerraría las puertas
pese a todas las veces que te abriste de piernas.
Nos empeñamos en hacer del otoño algo que no es,
no están tan sucios los charcos bajo nuestros pies.

Ahora, que tengo ganas de ser feliz
no quiero tener nada bonito de ti.
No quiero tus fotos, ni tus recuerdos,
ni labios vacíos, ni ojos que miren de lleno.

Espero que sus besos te sepan a veneno,
y que tanto tú como él acabéis muertos.
Siento mucho decir todo esto pero
es que te odio tanto como te quiero.

Devuélveme la bandera que planté en tu cama
colonizando con guerra lo que estuvo en calma,
enemigo invasor el que ha borrado mi olor,
boicoteo a las pasiones que matan al amor.

Habito mi grito en tierras del silencio,
mi canto alegre a la vez que te pierdo.
No queda rastro de tu persona en mis manos,
y ahora estoy dispuesto a llevarlas colgando.

Espero que sus besos te sepan a veneno,
y que tanto tú como él acabéis muertos.
Siento mucho decir todo esto pero
es que te odio tanto como te quiero

Odio y amo. Quizás te preguntes "¿cómo es posible?",
no lo sé, pero siento que así ocurre, y me torturo.
La pluma negra mata al reloj, se vuelve invisible,
y vives tú sola, Lesbia mía, sin ningún Catulo.

Quiero meter nuestros buenos momentos en un saco
con peluches sin ojos y muñecas sin brazos,
tirarlo al vacío, que lloren todas las farolas
que vieron que tu lengua nunca estuvo sola.

Espero que sus besos desencadenen la guerra,
y que ninguno sea capaz de quererte como yo quisiera.
Siento decir que han escapado los perros de la perrera,
pero les he dado tu cuello para que te muerdan.

Y las manecillas de mi reloj son manillas de puertas abiertas,
que con la ventana cerrada no suena el rumor de tu feria.
Mientras, yo coso a ciegas los trozos de ceniza de mi corazón,
que se me cayó al suelo, pero sin romperse se despedazó.

Esputo y toso estos versos que me salen torcidos.
Yo, que llevo en la piel que fuimos infinitos.
Entre tus brazos escribí el cuento de nunca acabar,
yo puse las comas y otro poeta el punto y final.

Espero y deseo que sus besos sean de mentira,
y si son de verdad, que se os vuele la vida.
Siento que gane tu felicidad a costa de la mía,
pero lo que el amor te da, el amor te lo quita.

Debajo de la nieve sólo hay más nieve
en este alud que nada ni nadie detiene.
Y me encontré sorpresas al bajar la cremallera
del alma marchita que vive en mi cabeza.

Espero y deseo que sus besos te sepan a veneno,
y que tanto él, y sobre todo tú, acabéis muertos.
Siento mucho escribir todo esto pero
odi et amo en cada letra de cada verso.



viernes, 25 de octubre de 2013

Puta [Fragmento].

No sé si es buena idea actualizar un viernes por la noche, mientras todos están de fiesta y esta entrada pasará al olvido sin visitas, pero... joder, tenía ganas de actualizar. Este relato es un poco más largo, por lo que aquí sólo publicaré un fragmento. Si lo queréis leer entero, tranquilos, estoy preparando mi segunda recopilación de relatos y poemas en la cual estará incluido, la primera ya sabéis, Verde y Amapolas, la podéis conseguir gratis pidiéndomela. Buenas y sangrientas noches. 

     Estaba bien atada a la cama. No opuso resistencia. También le vendé los ojos. Estaba nerviosa, pero confiada. Se mordía el labio inferior. La empecé a masturbar. Abrí otro de los cajones y saqué un cuchillo. Ella preguntó qué estaba haciendo, pero todo era una sorpresa. Introduje el mango del cuchillo en su coño y lo moví para darla placer. Tuve cuidado de no cortarme a mi. Entre gritos ella preguntaba qué era aquello. Lo saqué y lo apoyé contra su vientre.

     -¿Tiene algo de metal? ¿Qué es?
     -Nada, un cuchillo.
     -¿Estás loco? -y ahora si forcejeó.
     -Un poco. Tranquila -me giré y sonreí a la cámara-. Cambiamos de extremo.

     Esta vez le metí la parte de acero por el coño. Quiero decir, que se lo rajé a la muy puta. Ella gritaba, pero no como antes, sino de dolor. Mientras yo movía el cuchillo y todas las sábanas se llenaban de sangre. El cuchillo estaba muy afilado y su piel era tierna, así que era fácil cortar, y más cuando la raja principal ya estaba hecha. Ahora era yo el que gritaba y reía. Y me mordía el labio de abajo. Ella sólo gritaba que parase, y hasta lloraba.

     -¡Cállate puta! ¡Luego el que tiene que limpiar esta mierda soy yo! -y hundí el cuchillo todo lo que pude. Me serené y miré a la cámara-. Ya volveremos a la parte de abajo más adelante, o no -y sonreí

     Desaparecí un momento de la habitación y volví. Traía un cutter. La chica estaba sollozando y diciendo cosas que nadie sería capaz de entender. Pedí que se tranquilizase y sequé las lágrimas que caían por debajo del pañuelo. Sin pensármelo, lamí el filo del cutter, y acto seguido le rebané el pezón derecho.

     -Hay que darle sabor -dije, y me fui a la cocina.
     
     Volví con un limón cortado por la mitad, y puse una de las mitades donde antes había estado el pezón. Delicioso. Hice lo mismo con el pezón izquierdo. Intenté sofocar su escozor besándola. Estaba salada, imagino que por las lágrimas. Estábamos empapados en sangre, tumbados en una cama. ¿Podía existir algo mejor? Mi erguí y miré a la cama. Sonreí y me empecé a masturbar mientras manoseaba ese cuerpo húmedo y sangrante. Terminé. Le quité la venda. La puta estaba más pálida que antes.

     -¿Que tal? -pregunté.
     -Por... favor.. déjame... por fa... - casi no podía ni hablar.

     Eso era tan triste que tenía que ayudarla. La saqué el cuchillo del coño y lo lamí. Después le abrí la boca y agarré su lengua. Estaba tan resbaladiza que era casi imposible sujetarla. Pero pude, y con el cuchillo le rebané la lengua. Volví a la cocina a por algo de vinagre, por si la chica tenía sed. Estaba disfrutando como un enano, y mis risas ante las cámaras sólo eran sobrepasadas por los gritos de dolor de la chica, que ahora ya apenas articulaba algo. Solo esputaba sangre y vinagre. Tenía aún un cuerpo entero a mi disposición, y tenía que aprovechar antes de que muriese, o dejaría de ser divertido. Fui al salón (por cierto, era un placer andar desnudo por la casa), y cogí dos cuencos. En uno eché sal y en el otro cola. Cogí una caja de agujas, y una por una las fui sumergiendo en el cuenco de la cola y luego las pasaba por la sal, como si de rebozar se tratase. Iba con cuidado porque no quería manchar mi preciada mesita de centro de salón.

     -Traigo una sorpresita para ti, monada -y enseñé a las cámaras las agujas saladas. Ella no podía hablar, se limitó a girar la cabeza, sin ver, hacia el lugar donde sonó mi voz. Claramente estaba asustada.

     Le fui clavando las agujas donde me apetecía, como entre las uñas y los dedos, en las mejillas, atravesando las rodajas de limón de los pechos, en las ingles... donde yo pensaba que le iban a doler. El dolor es salud. Las dos últimas fueron a parar a los ojos a través de la venda de seda. La sangre empezó a salir por debajo, corriendo por su cara. Me sorprendió que la chica no gritase, sino que simplemente sollozaba. Era una fémina fuerte.



domingo, 20 de octubre de 2013

Hey Chems/Esta chica.

Ella me canta, como una Paul McCartney de manual, pero mejorando, nunca copiando, versionando.

Hey Chems, no lo hagas mal
Tu canción triste, es la mejor
Recuerda que está hecha de corazón
Así que puedes empezar a mejorar

Hey Chems, no tengas miedo
Existes porque así lo quisieron
La sientes dentro de tu cuerpo
Así que empieza algo nuevo

Y siempre que te duela,
Hey Chems, recuerda
Que no pese sólo en tus hombros
Ya sabes que es más tonto
Quien no se emociona
Y vive en su mundo frío y solo.

Hey Chems, que no sea una decepción
Después de buscar, ve y cógela
Recuerda, que entre a tu corazón
Así puedes empezar a mejorar

Así que déjala entrar
Hey Chems, y empieza
Estás esperando a otra persona
Y no sabes que esa persona eres tú
Hey Chems, lo harás tú
Lo que necesitas es fuerza

Hey Chems, no lo hagas mal
Esta canción triste, es la mejor
Recuerda, que ha llegado al corazón
Así que puedas empezar a mejorarla
A mejorarla, Hey Chems, eres tú…

Na, na, na, na, na, na… Hey Chems…

Después de su tarareo, le contesté.

Esta chica se ha convertido en mi sol
Y si no sale, ¿acaso es menos ocaso?
¿O menos la primavera sin una flor?
Yo por si acaso, la guardo en un jarrón

Se ríe cuando llora, y llora a todas horas
Llora cuando está sola, y si está conmigo
Ríe y llora porque no le importa
Y borra los días que se han perdido

Esta chica es mi gran amiga
Si no estuviera, los pájaros no vuelan
El tiempo no se pasa, o pasa tan deprisa
Que no nos espera, y se nos va la vida

Se emociona porque no es tonta
Le brilla la sonrisa tan llena de tristeza
Me anima hasta en la sombra
Y si la nombran empieza una guerra

Esta chica tiene sus tormentos
Y si no sufre, no puede distinguir
El mal de otros sentimientos
Ha aprendido a vivir con remordimientos

No tiene nada que hacer
Se divierte viendo la lluvia
Esta chica no tiene nada que perder
Y si lo tenía, esperaba y no volvía

Esta chica me cuenta su pasado
Y es tan malo, que hasta me hace daño
Quiere vivir tanto como yo la quiero
Sabe que lo que va a venir es algo más que negro

Si quiero hablar se sabe las palabras
Esta chica es ideal, por eso es mi amiga
Se pone de espaldas al saltar
Pero nunca me tira

Esta chica lanzó una moneda arriba
Va a decidir si sigue viva
La cara es la vida, la cruz se la quita
Cayó de canto y se quedó dormida

Va a correr contracorriente
Para llegar a ningún lado
Se va a sacar todos los dientes
Si no sonríe no hay daño.

domingo, 13 de octubre de 2013

Máximo se enamora.

     Estaba en Manuel Becerra, esperando al metro. A esas horas de la mañana siempre hay mucha gente. Sonaba Paloma, de Calamaro en mi iPod. Llegó el metro y entré, encontrar sitio era difícil, así que me quedé de pie, apoyado en la puerta. Entonces le vi entrar. Supongo que a todos nos llamó la atención, pero ya estamos acostumbrados. Supe que se llamaba Máximo por una identificación que llevaba en la camisa. Una camisa de cuadros azules, abrochada hasta arriba. La llevaba por dentro de unos pantalones marrones, de esos tan clásicos y tan de moda. El pelo, peinado con la raya al lado, tal y como le habría enseñado su madre. Llevaba una mochila negra. Tenía ese brillo de inocencia en los ojos que solía tener la gente como él.

     Máximo también nos miró a todos. No le dimos importancia. Yo observé con atención, haciendo caso omiso a Andrés y su piano. El chico se había quedado mirando a una chica con el pelo morado. Supuse que serían cosas que llaman la atención en el metro. La chica era guapa, sí, y además, no le importaba que Máximo no le quitase el ojo de encima. Él se bajó en Nuevos Ministerios, e hizo algo que sorprendió a la gente, se despidió sonriendo. Muchas personas no le devolvieron la despedida, yo me limité a sonreír, escuchando otra canción. Ella, la del pelo morado, se bajó en Cuatro Caminos.


     Otro día más. La misma gente en el metro. La fin, de Nacho Vegas, me deprimía de camino a clase. Pero siempre surge algo en el metro que te hace sonreír. Allí estaba Máximo, como siempre. Me caía bien, y ni le conocía. Y no estaba solo, también se reunió con nosotros la chica del pelo morado. Máximo la saludó con alegría. Estaba claro que le gustaba. La chica, siempre agradable, le devolvió el saludo. Visto desde fuera, parecía raro. La gente se dio cuenta. Tal vez estábamos ante uno de esos romances de Metro tan famosos.


     Ese día ya estaba ansioso por ver como seguía la historia. Llegué a Manuel Becerra a la hora de siempre, y allí estaban los dos. No hablaban. Máximo se reservaba el saludo para cuando entraba al vagón, y miraba a todo el mundo sonriendo. Dentro, la chica del pelo morado se apoyó contra la puerta, a mi lado. Hoy tendría historia de amor pegada a mí.

     -Eres muy guapa –dijo Máximo a la chica. Y le sonrió y le dio un papel. ¿Qué diablos sería? Yo me preguntaba esto mientras Kutxi Romero se preguntaba por qué ella ya no salía a volar, en Corazón de mimbre.
     -Gracias –ella también sonrió y cogió el papel. Cuando me di cuenta, todos estaban mirando la escena. Unos sonriendo, contemplando la magia. Otros observaban de manera extraña. Como si les molestase eso. Yo lo entendía, más de uno pensaría que es una aberración. Que esas cosas no deberían pasar, que se tendría que evitar la socialización de ciertas personas. Yo pienso que el amor es la cosa más inculta del mundo, y que no entiende de edades, de razas, de clases sociales ni mierdas de esas. Simplemente es amor. Y estoy seguro de que amor era lo que había escrito en ese papel. Eché un vistazo por encima del hombro de la chica.

Eres guapa, eres preciosa
Hueles como un jardín de rosas
Me gusta tu sonrisa
Porque no tiene prisa
Me gusta verte por las mañanas
Me alegras la mirada.

     Simple y bonito. A Máximo no se le podía pedir más. Para alguien como él, es perfecto. Máximo se iba a bajar, la chica del pelo morado le dio un beso en la mejilla. Máximo iba a estar contento todo el día.


     El cuarto día. Máximo estaba pletórico en el andén. Saludaba antes de entrar y decía “Eres mi amigo” a todo el mundo. Yo le sonreí, le contesté que él también era mi amigo, y le di un golpecito en el hombro. Estas son las personas que da gusto encontrarse. Llegó el metro, y la chica del pelo morado no aparecía. Máximo cambió su sonrisa por una expresión torpe de tristeza. Entró en el metro, seguramente pensando que ese día sería un poco peor. Justo cuando se cerraban las puertas, la chica del pelo morado apareció en el andén. Miró a Máximo con cara de tristeza. Máximo gritó y dio un golpe a la puerta. La gente le miró raro, como a un monstruo. Se asustan por los sentimientos, se asustan de lo distinto. Máximo se bajó en la siguiente parada, para esperar a la chica. Me hubiese gustado bajarme y ver cómo sigue la historia, pero Noel estaba cantando If I had a gun, y eso también era bonito.


     Ya es martes. Ha pasado una semana entera desde el inicio de la historia. Era de las pocas veces que tenía ganas de ir a clase. Máximo llevaba la misma ropa que el martes pasado, pero lo que más me sorprendió es que llevaba una flor. Llegó el metro, y la chica del pelo morado llegó por los pelos.

     -Para ti –y le tendió la Orquídea.
     -Gracias –sonrisa por parte de la chica y beso en la mejilla.

     Y como siempre, la gente que miraba desde detrás de su 20 minutos, pensando en las barbaridades del mundo. No sé si porque la chica llevaba el pelo morado, como rebelándose contra la sociedad de lo formal, o tal vez mirando la escena pensando que un chico con Síndrome de Down como Máximo no debería poder enamorarse. A mí, en cambio, me parece perfecto, me parece hermoso, me parece cojonudo. No sé como acabará la historia, pero espero seguir viéndola a diario y, tal vez, contarla por aquí. Vega canta La conjura de los necios en mis auriculares, y Máximo se tiene que bajar.


lunes, 7 de octubre de 2013

Me llaman río.

Bueno, queridos lectores, sé que dije que iba a intentar no escribir sobre ella, y bueno, más o menos lo he conseguido, porque lo siguiente no es sobre ella, es sobre mi... sin ella. Me ha costado escribirlo, creo que es largo, y podría haberlo sido más, pero tuve que parar, no es cuestión de aburrir al personal con mis idas de olla, y aquí se me ha ido demasiado, tanto, que hasta está dividido en unas cuatro partes, bien separadas entre sí. Espero que os guste, de verdad, y también espero que dejéis algún comentario, que siempre hace ilusión. 


Qué frágil y pequeño eres, me dice el espejo
Cada vez que me veo, pero no me siento
Empiezo a echar de menos tus ojos risueños
Me dice el reflejo, pero no le creo
Tal vez saltar desde el balcón sea buena opción
Para ver si llego lejos, lejos de los sueños

Dormir solo es imposible con estos recuerdos
Si los ojos cierro, pero yo lo intento
Soñar con pinchos de alambrada ya era un infierno
Me dice la almohada, pero me hago el necio
Tal vez tiznar tus besos ayude a avanzar
Para irme lejos, lejos de tus momentos

Me llaman río porque nunca retrocedo
Y no es porque no quiero
Es la historia del hombre pordiosero
Que pidió limosna y le dieron amor
Y el pobre se conformó
Qué le voy a hacer, así soy yo

Ya tengo unos cuantos años, y todos de daño
Es porque te amo, pero yo lo aguanto
Se cura el dolor tomando un par de tragos
Para superarlo, pero no lograrlo
Tal vez si abro la ventana entrará un mañana
Que me lleve lejos, lejos de tus hadas

Esto es como correr sólo para retroceder
Cada vez que huyo, pero es que soy tuyo
Las gafas no me ayudan a ver, sigo como ayer
Qué perro futuro, si no estamos juntos
Tal vez quitarme el corazón sea una buena opción
Y tirarlo lejos, lejos de tus paseos

Me llaman río porque nunca retrocedo
Y no es porque no quiero
Es la tragedia del amante muerto
Que se ahorcó en una viga
Y el pobre en la otra vida
Encontró a la que no fue su amiga


Soy el río que quiere vadear
Las partes fangosas de tu piojal
Y darle a los juncos de beber
Que se pongan tiesos al verme correr
Y hacer como hace la vida
Que al llegar al mar todo se termina

Soy el río que quiere regar
Todos los zarzales de tu matorral
Y hacer que se oxiden los cerrojos
De los baúles que guardan los enojos
Y aunque rueguen, no dejarlos salir
Que se pongan gallardos si quieren morir

Soy el río que quiere limpiar
Tus bragas, tu carita y tu lunar
Y que te bañes en mí desnuda
Humedecerte hasta la cintura
Y hacer como que aún no te he olvidado
Este mundo sucio no me ha dejado

Soy el río que hay que cruzar
Para llegar al otro lado del mal
Yo sigo estando en medio
Ni tan malo ni tan bueno
Y hacer como que sigo llorando
Y que nadie lo note porque voy mojado


Hay días que voy de crecida
Porque te he echado de menos
Hay días que estoy de sequía
Porque he llovido por dentro

Hay días que soy un asesino
Porque mato a los peces
Hay días que no soy un río
Pero doy de beber a las especies

Pero me llaman río
Porque nunca retrocedo
Lo malo es que te vienes conmigo
La corriente arrastra tu recuerdo

Y como río veo la vida pasar
A veces mariposas, a veces un panal
A veces te quiero, a veces es normal
Pero me llaman río, nunca vuelvo hacia atrás

Y mira que quiero mojar tus dedos
Y mira que triste, que ya no existes
Y mira que pesar, me quiero secar
Y mira que bien, hoy te vuelvo a ver


Trastabillar y caer otra vez en lo mismo
Subir escaleras, no llegar a ningún sitio
Quiero correr por tus piernas
Sabiendo que existe la vida eterna
Que te lleven de mi parte pasifloras
Escribo en la nota “siéntete sola”
Quiero que llores a ratos
Sabiendo que existe el daño
Remar por el agua fría y oscura
Y que refleje tu piel de luna
Quiero no querer quererte tanto
Sabiendo los besos que vas regalando
No he sabido volverme loco
Aceptar esta pena me sabe a poco
Quiero tachar los días del calendario
Sabiendo que no todos sean de marzo
Contar tus lunares y darte la mano
Me parece ya algo tan lejano
Quiero saber que voy a ser feliz
Sabiendo que puedo serlo sin ti
Los buitres ya saben que me has matado
Les escucho repartirse mis manos
Quiero que leas lo que te escribo
Quiero que oigas lo que te digo
Quiero que huelas mi cuello
Quiero que beses mi cuerpo
Quiero tocarte entera
Abrazarte y decirte
Que si tú me dejas
Prefiero morirme

Me llaman río porque nunca retrocedo
Y no es porque no quiero
Es la tragedia del amante aventurero
Que buscando un tesoro con una criba
Dentro de un río se encontró tu risa
Y lo que antes era causa de su sueño
Ahora lo es de sus pesadillas.

jueves, 3 de octubre de 2013

Peras y ciruelas.

     Hay una pobre chica. Pobre porque lo digo yo, que soy el escritor. ¿Os da pena? Bueno, ya decidiré a lo largo del relato si hago que sea feliz o no. Comencemos.

     Como nuestro amigo de plátanos y albaricoques, esta pobre chica quiere salir a dar un paseo. Me apetece que se vista con algo sencillito, le dejo elegir a ella, aunque esos calcetines negros y morados que tiene en la mano no me gustan. Esperemos que no se le vean. ¿Esa camiseta? Buah, en qué hora la he dejado escoger, pero bueno, aún así va mona la chica.

     -¡Qué día tan estupendo! Me encantan los otoños grises, en los que el ambiente está tan húmedo que aunque pises las hojas del suelo, no crujen porque están mojaditas. Menos mal que he cogido la rebeca –dijo al notar que hacía algo de fresco. Y no es cosa mía eh, recordad que es otoño y que le gusta.

     Se encuentra al salir de su casa con un gato negro, pero le hago no creer en las supersticiones, así que sigue contenta su paseo. El gato la empieza a seguir. A ella no le molesta.

     -¿Quieres que vayamos a pasear al acantilado? –le preguntó al gato. Supongo, y gracias a mí mismo, que deben estar en algún sitio del norte de España, nublado, campo, acantilados… No está mal. A ver cómo sigo.

     Cuando llegaron, en menos de una línea, el paisaje que se encontraron era precioso. El inmenso cielo gris se bebía el mar de color azul oscuro, casi negro. No había nada reflejado en el. Y ese silencio, increíble, sólo roto por el crujir de las olas contra las rocas del acantilado. Paseó nuestra amiga por el borde, tratando de no tropezarse con el gato que se metía jugueteando entre sus pies. Las gaviotas se escuchaban, pero no se veían. Ella sabía que había una especie de puerto pequeño por ahí cerca. O eso escribí. También escribí que tuviese hambre.

     -¡Qué hambre tengo señor gato! –dijo, dándome la razón.
     -Ahí hay una caseta, cerca del puerto, seguro que hay comida –dijo el gato.
     -¿Puedes hablar? –no sé de qué se asombraba tanto, esto es sólo ficción.
     -Y no sólo puedo hablar, sino que soy una representación del escritor, a partir de ahora hablaré por él. Dice que si queremos tomar algo, vayamos a la caseta.

     Seguí a la chica hasta la caseta. Estaba cerca del puerto, pero no tan cerca, no sé si me explico. Estaba como encima de una montañita, cerca de un faro. Espero que dejen entrar animales.

     Dejan, y menos mal porque la humedad me está matando.

     -Hola, ¿qué tienen para comer aquí? –preguntó la chica a la vieja tendera.
     -Pues verás, teníamos muchas cosas, especialidad en pescados, pero me ha dicho el gato ese que sólo tenemos peras fritas y ciruelas estofadas. Además, te contaré la vieja historia de los amantes del faro.
     -Venga una ciruela de esas –pidió la chica. Yo me senté a escuchar lo que iba a escribir que iba a decir la señora.
     -Toma –le alcanzó una ciruela, y a mí, aunque no pedí nada, me dio otra, qué asco-. Verás, hace un tiempo hubo una pareja, feliz como la que más. Se querían tanto, que él a ella le regaló un faro, faro de guía, alto, muy alto. Para iluminar todo el mar y que le hiciese ver la inmensidad de su amor. Ambos se instalaron allí. Allí, juntos, pasaron mucho tiempo, además de ayudar a todos los barcos que venían. Eran buenos tiempos.
     -¿Eran? –preguntó la chica. Mierda, al final me he ido a lo que me he ido. Empecé a mirar mal a la vieja y a la chica. Saqué mis uñas, por si acaso. No se dieron cuenta.
     -Sí, mira, asómate al puerto, y dime, ¿qué ves?

     Se levantó mi amiga de la silla y se dirigió a la ventana. Apartó la raída cortina y echó un vistazo. Sólo vio restos de barcos, y lo más sorprendente es que ninguno estaba en el puerto, sino dentro del mar, hechos pedazos, saliendo mástiles y tablones del agua, como alguien a medio enterrar con los brazos fuera. Como pidiendo auxilio. Como no queriendo hundirse en ese frío y solitario mar.

     -¿Qué pasó?
     -El faro se fundió…

     Mierda, me fui de la lengua. Mi lengua de lija. No tuve más remedio que lanzarme contra la señora y matarla a arañazos, que para eso era creación mía. La chica, asustada, salió corriendo hacia el acantilado. Corrí tras ella con mis cuatro patas. No tuve que correr mucho, simplemente escribir que se tropezase y cayese acantilado abajo, contra las rocas, entre restos de barcos. Me asomé y lo único que vi fue su brazo pidiendo socorro, no queriendo hundirse en ese frío y solitario mar.