Era la noche perfecta. Todos liberamos
el monstruo que llevamos dentro la noche de Halloween, y yo no iba a
ser menos. Pobres estúpidos desperdiciando sangre falsa en cuchillos
de plástico. Pobres asesinos desperdiciando sangre real en un
cuchillo de verdad. Pobre de ella si me la encuentro...
American Psycho se ha convertido en un libro/película
muy popular, de modo que ahora puedes ir en traje con un impermeable
transparente encima y decir que vas de Patrick Bateman. Me puse un
traje negro con rayas, camisa azul claro y una corbata roja. Estaba
hecho. El impermeable costó encontrarlo, pero encontré uno en una
tienda de caza en el centro de la ciudad. Seleccioné el cuchillo más
afilado que había en mi cocina. Si el aire sangrase, lo haría cada
vez que agitase el cuchillo. Salí a divertirme. El Independance Club
parecía buen lugar, o al menos era el único que soportaría, porque
la música era de lo más decente, pop-rock indie y sangre.
Fui pronto para no tener que esperar mucha cola, pero se ve
que no fui el único que pensó así. Me situé entre un grupo de
calaveras mexicanas muy originales y otro de personajes Disney
versión zombie, más originales aún. Tenía ganas de sacar el
cuchillo a pasear mientras los focos me deslumbraban y la música me
poseía. Ya dentro, fui a por la consumición y un chupito de
“sangre” que regalaban. Ron en mano la divisé, la vi como si
nunca hubiese dejado de verla y la recordé como si nunca la hubiese
olvidado. Iba disfrazada de Axl Rose zombie, o lo mismo de Axl Rose
en vida, tal y como está ahora no sé si habría mucha diferencia,
tal vez los kilos. Había pasado el tiempo y ambos estábamos muy
cambiados, y entre el tumulto las luces y el alcohol tal vez no me
reconociese, pero lo hizo, me miró y su boca dibujó una O. Como si
fuese un imán, el cuchillo voló a mi mano. Nadie se percató. Ella
simplemente desapareció en medio de la pista central mientras sonaba
Long Before Rock 'n' Roll de Mando Diao. La quería a ella.
Como un radar, como una brújula, la punta del cuchillo apuntaba
hacia la masa que bailaba, saltaba y de repente sangraba. Sí,
sangraba. Mi mano, poseída, iba asestando puñaladas a todo aquel
que se encontraba, pero no parecían darse cuenta. El cuchillo
entraba en sus cuerpos como un hilo entra en el ojo de una aguja, con
paciencia y correctamente. Las luces moradas y verdes destellaban
sobre el cabello pelirrojo de mi víctima predilecta. A mi alrededor
ya muchas calaveras mexicanas se estaban desangrando, la gente se
daba cuenta de que algo no iba bien. Muñecos de Saw, Eduardos
Manostijeras, y hasta una Dora la Exploradora, tenían cara de
asustados. Esto era Halloween. Mi impermeable estaba lleno de gotas
de sangre, y la gente entre la que pasaba, acababan llenos de ella,
pegajosos. Algunos se apartaban, otros se enfrentaban al cuchillo.
Entonces la tuve delante de mí. La agarré del cuello y no me miró
con miedo, sino con deseo. Alcé el cuchillo y ella lamió la sangre
que goteaba de él. La solté y como un loco me puse a acuchillar a
todos los que nos rodeaban. La sangre salía a chorros, nos bañaba.
El Dj paró la música y Julian Casablancas se quedó a medias del
Under Cover of Darkness, los
que podían, huían mientras gritaban, pero me daba igual. Me subí a
una tarima, cubierto de sangre, ella se subió conmigo, y nos
besamos, nos comimos. Entre sus labios y los míos había una
película pegajosa de sangre oxidada. Levanté su kilt, bajé mis
pantalones, y juntamos nuestras partes aún secas, limpias, color
carne, sin sangre de por medio. Se escuchaban sirenas fuera de la
discoteca, pero nosotros estábamos follando cubiertos de sangre, no
era la nuestra, pero esta también agitaba nuestros corazones.
Llegando al gran momento, me
separé de ella y la degollé con un rápido movimiento. Echó su
cabeza hacia atrás y dejé que ahora fuese su sangre la que me
bañase mientras su cuerpo inerte quedaba cubierto de esperma. Se cayó de la tarima encima de otros cuerpos apuñalados.
Me desnudé y me embadurné todo de sangre, y me tiré sobre ella,
esperando ahogarme en su cuerpo.