domingo, 28 de julio de 2024

Las leyes de los dioses y los hombres

      Aquí hemos vuelto con un poema dividido en seis partes. Para que no se os atragante porque es un poco largo os ayudo un poco:

I. El amanecer necio: la introducción en la que se plantea la tesis, la distancia.

II. Símbolo compartido: una serie de elementos que han vertebrado la poesía de varios autores y que me permiten unos juegos de palabras que ayudan a profundizar en el tema.

III. Socolar y no plantar: cómo afecta a la tierra.

IV. Clavar el remo: aceptación de la separación y cómo afecta al mar.

V. Las últimas balas de Tacitus Kilgore: tratamiento de la distancia desde la aceptación.

VI. Que todos los hombres deben morir: muerte después de la vida plena con algún recuerdo agridulce.


I. El amanecer necio (introducción de por la mañana)

 

Por qué están tan calladas tus noches,

yo me las paso descosiendo

por si vinieras, que sepas que te quiero

aunque barro solo sea y tú seas las flores;

que por eso estarán tan calladas tus noches.


Por qué está por salir el sol,

yo me estaba preguntando qué duele más:

saber que llegarás tarde (mi pecho lo sabe) y esperar;

o tener la incertidumbre de si vendrás o no;

y por eso a la lumbre está por salir el sol.


Yo no controlo mi naturaleza,

es una ley no escrita para nosotros:

vivir a pesar de la tragedia

y morir cuando muera en tus ojos.


Por qué ha estado tan callada tu noche,

no te toco ni en canciones,

pero si vinieras, que sepas que está tu hueco,

siempre me ha pesado más tu recuerdo

que haberte besado todo el cuerpo.

Y ya ha salido el sol,

ha sido un amanecer necio sin encontrarnos a los dos,

porque no has llegado a llenar el mundo,

y yo sigo desnudo, y sigo siendo yo.


Yo no controlo la naturaleza,

es una ley no escrita de los dioses:

que las noches dolerán más por la ausencia

y que la mañana llegará aunque no me toques.

 

II. Símbolo compartido

 

Humo,

hoy seremos solo nudos

unidos por la distancia;

midiendo el aire entre las palabras

olvidando lo que hicimos juntos.


Ruido,

repican las agujas en mis tejidos

unidos por la sangre;

impulsos de un amor tan grande

dormido, cansado y perdido,

olvidando todo lo que vivimos.


Caballos,

caricias salvajes por las líneas de mis manos

alientan el galope hacia ti;

búscame cuando quieras salir.

Amaneceremos compartidos

los labios y su sabor desprendido,

la cama y la huella de tu culo

ofrecido a doce dioses furibundos

sabiendo el sabor a prohibido.


Luna,

luz de tu cuerpo cuando aúlla

una vez que fue la vida,

nunca la muerte y solo mía;

adorar la belleza y tu hermosura.


Y puede que sea un día perdido,

puede que sea que no haya estado contigo.

Tenemos en común

este símbolo compartido

colgando del cuello de un cisne descolorido

que halló su belleza en su quietud.


Suelo,

solo somos dos sueños

urdidos por alguien que no duerme

esperando a ver si vienes;

levantando los pies de este suelo

olvido tu roce si me quedo.


Agua,

a veces muero si se estanca,

gano vida si corre

uniendo mi día y tus noches

a las patas de una cama mojada.


Flores,

follando hicimos ocho revoluciones,

las tuyas y las de las estaciones;

olivos secos,

retazos de un amor tan muerto

escrito sin orden ni renglones

sobre las manos de un rey ciego,


Navajas,

nos dijeron “tres heridas bastan”

aquí, sobre las miradas,

ven, otra que no hará latir,

allí, la que nunca hará decir:

joder, qué bien,

adiós y que nunca te vuelva a ver

salvo que te pida que quieras venir.


Y puede que sea un día perdido,

este símbolo compartido

no tiene sentido

si no vuelves.

Será que no he estado contigo

al borde de los precipicios

sintiéndonos dioses caídos,

saltándonos todas sus leyes.

 

III. Socolar y no plantar

 

Dime cómo es un árbol que nunca he visto ninguno,

es que estabas a mi lado y desaparecía el mundo.

He desmochado mis campos para que nada te estorbe,

ya no quedan naranjos, ya no hay camas de girasoles.


Camíname por mis labrantíos con tus pies de plata,

haz que me vuelva un río y recorra tu espalda.

He meado en todas las flores para descalabrar su tono,

que llene mis noches de colores para nunca sentirme solo.


Poco colchón será un campo yermo

que no quise plantar después de socolar.

Si pasaste por aquí se regará de truenos

y si ha de brotar, será la nada y nada más.


Dime cómo es su tallo que nunca he visto ninguno,

si vi una flor fue en tus manos y ese era mi mundo.

He cercenado la dehesa para que nada te haga sombra,

que seas tú cada beso de la tierra y esos labios las olas.


Ándame por estas praderas con tu piel de mármol,

yo te la siembro de poemas y tú me los lees en alto

y así espantar cuervos y buitres, las patadas a estos nubarrones,

a la primavera que se desdice y al sueño que mana de tus soles.


Poco colchón será un campo yermo

que no quise plantar después de socolar.

Por si vuelves por aquí con los brazos abiertos

está la vida sin cercar por si buscas hogar, hogar será.


Ni leyes ni toro encabritado me agarran el corazón

al saber que fuiste canción en ese remanso desbocado.

Y qué será ahora de los pasillos de este laberinto de hiedras

con tu seno como piedra donde mi boca durmió con su cuchillo.


Se descose la tierra y trata de brotar una gota de olvido

para regar el no estar contigo y nos perdamos en la maleza.

En esta marea de porcelana no brillarán flores ni sol,

las ramas serán un abrazo de dos que crecerá en la distancia.


Poco colchón será un campo yermo

donde solo quise plantar después de socolar

la madera más encarroñada de mi remo

que como él y el mar, tú nunca vendrás.

 

IV. Clavar el remo

 

Estaba mirando al mar por si mirases mis ojos

lo pudieses ver tú también.

Como un cormorán con su vuelo roto

despidiendo este atardecer.

Y en la tierra escarbar buscando tu tesoro

por si quisieras aparecer.


Y pintar todo este marrón del azul de tu vestido

que en la arena se desespera

este pobre corazón que ya ha entendido

que ni las olas te acercan.

Mis brazos el último ponto que vio tu pelo desprendido

y lleno de nudos, sal y arena.


No tengo ni idea de cómo suena el mar

si tú estás cerca.

Yo solo quise escuchar las olas cantar

y tú me regalaste sirenas.

Pero este corazón ha dejado de llorar

porque la resaca te aleja.


Que ya me he ahogado mucho

en el mar que llevas dentro.

Nos hundiremos en este punto

suspensivo donde no nos encontraremos

porque ya no te quiero.

A veces me cuesta creer

en el universo, te ponía delante

y detrás solo el viento

y sin vela para soplar,

sin barco para navegar,

solo el remo para clavar

en un trozo de tierra que nunca

haya visto el coral de tus piernas.


Me quedaré mirando al mar guardado en mis ojos

por si no lo volviese a ver.

Seco como una flor de sal y ya solo islas de polvo

arropadas en mi piel.

Después de tanto naufragar y hasta probar el loto

si así tiene que acabar, aquí moriré.

Tras Circe, Calipso y Nausícaa; y vencer mil monstruos

si no soy nadie, nadie seré.

El infierno se me hizo hogar con todos sus rostros

y si tengo que volver, volveré

ahora que traigo la paz de un corazón que sabe todo:

hay caminos que no se deben recorrer.


Que ya me he ahogado mucho

en el mar que llevas dentro.

Será γαλήνη este mundo

cuando por fin clave el remo.

 

V. Las últimas balas de Tacitus Kilgore

 

Tengo un abril tachado

de lo triste que es hablar del amor contigo,

en las uñas un trozo de piel arrancado

de cuando grité todo lo que te había querido.

Y no me olvido de la luna aunque amanezca,

ni de tus ojos, las pelis de Léa, ni de si tenías pecas.


Tengo un abril tachado

de todas las cosas que aprendí contigo,

¿tú qué serías, la luz del pasado,

un presente ciego o un futuro que no se ha encendido?

Algunos sueños son mejores cuando acaban,

como un poema de Lorca o un cuento de Cortázar.


Y si quedase algo por decir

tendrías que venir

dispuesta a un duelo bajo el sol

cerca de ese árbol en Manzanita Post.


Tengo un abril tachado

por esa vida corta pero dulce contigo,

porque nunca nadie me ha preguntado

a dónde van tus pasos cuando te has perdido.

De tus ojos, creo, tenía envidia la primavera

pero eran algo fríos como ‘iceberg’ de Leiva.

Y hay otras canciones que no dejan de sonar

y poemas que no he vuelto a leer

porque las letras de tu nombre suelen aparecer

y el sonido de tu voz suele doler más que sanar.


Tengo un abril tachado

de las cosas que hicieron mis manos contigo.

¿Tú qué serías, la libertad de un gaucho,

el amor de un poeta o la rebeldía de un corsario?

Siempre cansada de caminar por mi frente

Provocando incendios en la nieve.

Y hay otras ciudades que descubrir

y labios por callar, algo de frío y calor,

y ese sitio de la oda a un ruiseñor;

y ahora que te digo adiós, quisieras regresar,

ya que estás aquí, nos podemos morir.


Y si quedase algo por decir

tendrías que venir

dispuesta a un duelo bajo el sol

cerca de ese árbol en Manzanita Post.

 

VI. Que todos los hombres deben morir

 

Que alguien me consuele, que alguien me abrace,

que de donde más duele no hay quien me saque.

De tanto escucharte te me antojaste

solo piel, sin relleno;

y si me quieres regalar algo tengo

un sueño

no cumplido, dos versos sin destino

y tres cruces sin milagros.

Leyes de dioses y de humanos.

Y tengo

estas cartas sin escribir

y sin mandar

por si quieres saber

cómo me llegué a sentir,

cómo me llegaste a matar,

cómo llegamos a morir

y aún así

sé que me hizo feliz porque lo quise repetir.


Porque fueron dulces todos los besos,

porque te fuiste, pero aquí sigue tu nombre

y no sé si quisiera verte venir.

Y no me aflijo por quienes están muertos,

pues este es el decreto aprobado por los dioses:

que todos los hombres deben morir.




martes, 9 de abril de 2024

Las mañanas ciegas de Dios

Vengo por un camino sin contar las horas;

están pasando a solas, el tiempo es mi enemigo.

Se para si te giras y empieza si te quedas,

lo ataremos con cadenas en sus cunetas vacías.

Si vivir es un salto de fe, no tengo fe ni motivos,

pondremos alas a lo prohibido que nos enseñó a querer.

Soy el último alarife y por eso no me ayuda Dios

con su murga y su sopor al leer todo lo que no te dije.


Brotaré donde los demonios te muerdan

al ver lo mal que se me da ser sin ti;

sé que tú no quieres llegar al final de esta senda

despojada de los años que pintaste de gris.

Sangraré con cada rueca sin agujas

que no tienen hilo rojo para tejer;

si el destino se fue a llorar bajo la lluvia

dime si alguien lo podrá ver.


Vengo por la vereda perdido en un andurrial,

sin encontrar tu mar y a la sombra de tus caderas.

Me hallo si te vuelves, permanezco sin tu ausencia

y este arraigo y su apetencia son mis brazos para que te quedes.

Si la vida son dos días, que el nuestro sea domingo,

le rezaré a tu ombligo que me enseñó la flor y su caricia.

Y por esta blasfemia no me ayudará Dios

con su espina y su perdón mientras nuestras almas se besan.


Y tus ojos y la cruz,

este blanco que tranco

hasta ser un ataúd

que sabe que se me va la vida

sin saber que me destrozas

cada vez que me miras,

cada vez que me rozas.

Ven,

que te voy a decir que me voy.

Ten,

en tu pecho dejo todo lo que soy.


Que no se te olvide brillar que yo solo fui la sombra

de las noches sin hogar, de los fuegos que te adornan.

Si las raíces se olvidan de abrazar esta tierra que te tiene

tendré que robar la sal de los planetas que te despeinen.

Que no se te olvide pensar que una vez estuve aquí

con los días de locura boreal, con las nubes y su figura de marfil.

Si los ríos se olvidan de desvivirse hacia tu espalda y su ponto

tendré que hacer por desvestirte antes de que lo haga otro.


Manaré todas las mañanas ciegas de Dios

en las que perdí la esparraguera;

si el morado se ha guarecido detrás del telón

beberemos hasta que yo tampoco te vea.

Robaré todas las flores del Edén

que huelan como tu cuello;

si sus colores envidian cada trazo de tu piel

las pintaré sin mirarte y se secarán al viento.


Y tu boca y su fuente,

estas aguas huérfanas de barcas

serán el lar de mi muerte

que sabe que mi vida se aleja

sabiendo que me rompes

cada vez que no me besas,

cada vez que te me escondes.

Ven,

que te quiero decir que me voy.

Ten,

en tus ojos viviré ayer, mañana y hoy.


Que no se te olvide bailar que las canciones son por ti,

son dos versos sin rimar, una melodía de ambrosía y carmín.

Si las baldosas se olvidan de vestir el arte de tu cuerpo

tendré que buscar otro existir al que cabalgar despierto.

Que no se te olvide pensar que una vez estuve aquí

y no he dejado de soñar aunque no pueda dormir.

Si los malos momentos son cualquier hora

que se me lleve el viento hasta donde estés sola;

que me secuestre el tiempo hasta donde lloras

para abrazarte, pues es todo lo que te doy

antes de decirte “ven, que te quiero decir que me voy”.



lunes, 11 de marzo de 2024

Apodyopsis

Tengo sed y tu cuerpo es agua, gotea de mis dedos

la miel de tus entrañas saliendo de la piel hacia dentro.

Yo era invisible y aún así estabas a mi lado,

¡qué bonito desvestirte! ¡ay, qué feo es pensarlo!

He dejado escrito con las letras de tu nombre

ese hueco donde vivimos en la línea del horizonte

donde se juntan el cielo y el mar

y no sé si nadar o volar.


Tengo anhelo y tu cuerpo es deseo, rezuman de mi boca

tus bragas quedando bien en el suelo y el baile de ajorcas.

Si el mundo fuese música, tú serías todas las canciones;

si tú fueses la única, serías la dueña de mis emociones.

Y respira tranquila que no me olvido de soñar

si me miras con tus ojos y este fino cristal

que separa los dioses de los hombres

y no sabe si romperse o que tú me destroces.


Voy a separarme un ratito de mí mismo

para contar las respiraciones

que caben entre mi frente y tu ombligo.

Voy a abrazarme tan fuerte a tu piel

que pasarán las estaciones

y como la luna y el sol, yo siempre estaré.


Tengo sueño y tu cuerpo es yacija, he pintado con carbón

el vuelo de tu ropa de mentira para que ensucie el colchón.

Yo me invento todas tus sombras, los lunares y los planetas,

que en tu espalda rompen olas de este viaje de prendas.

He acariciado en silencio sin la voz tus piernas

por darle algo de sentido al grito que te espera

al acostarte y ni te imaginas

que yo digo todo mientras sigues vestida.


Voy a separarme un ratito de mí mismo

para seguir la corriente de aire

que me lleve a estar contigo.

Y voy a abrazarme tan fuerte a tu piel

que no tendrán que sujetarme

si a un huracán de realidad le diese por volver.




domingo, 18 de febrero de 2024

El lamento en las Torres de Alzaluna

Ya lo has perdido;

teníamos en común lo que las llaves y zapatos,

los árboles siguen llorando en la orilla del río.

Ojalá siempre seamos donde curarnos

y te pondré unos versos del Robe y de los Marea

y tú preguntarás “¿dónde fueron los poetas?”.


Ya lo has perdido;

los pasos olvidados al irte de donde quisiste estar,

las puertas abiertas de este pecho siempre vivo.

Ojalá ser el espigón donde duerme tu mar,

y no sé si esto es real o solo está en mi cabeza

como en la película de ese escritor y Léa.


Y si escuchases a alguien llorar

tendrás que acercarte más,

habrás superado la bruma

y te espera la batalla en las Torres de Alzaluna.


Ya lo has perdido;

ahora está el pueblo lleno de muertos y fantasmas

que no son más que los recuerdos contigo,

la intensidad del café un domingo por la mañana.

Debes ser un sol porque me duele mirarte.

Si vives lejos me gustaría acompañarte

que las calles existen para los dos.

He estado pensando en que eres los libros de viajes

y todas las canciones de Destrozares

y las películas tristes y solitarias de ese director.


Ya lo has perdido;

confundimos poder con querer,

ojalá me hubieses conocido

cuando todo estaba bien.

Y eso que hicimos tan mal también nos hizo reír,

ahora no recuerdo qué fue, pero sí tu risa y a ti;

y dime tú si Sophie y Julien tenían futuro.

Y hay veces que no me quiero ir a dormir,

suena a veces en bucle “cuando te conocí”

y no sé si habremos pasado más de 500 días juntos.


Y si escuchases a alguien llorar

será que te ha visto llegar,

traerás tu carita de lluvia

y te espera la batalla en las Torres de Alzaluna. 




lunes, 12 de febrero de 2024

Las entradas para Bennie & the Jets

Yo te doy y tú guardarás;

un camino rosicler para llegar al cielo,

el espejo sin reflejo vertical y transversal.

Ojalá que sea como en esa canción de Elton

y puedas disfrutar las entradas para ver

ese concierto de Bennie & the Jets.


Yo te doy y tú guardarás;

esta insatisfacción desmesurada,

este hueco en mis huesos si te vas.

Ojalá que sea como en ese libro de Cortázar

y nos duela el cuerpo de tanto querernos

y no el alma por extrañarnos y echar de menos.


Y si no hay música para escuchar

escucharemos aullar

a los lobos que suelen venir

a la parte más fría de Tall Trees.


Yo te doy y tú guardarás;

el tesoro de esta isla repleto de monedas

que no son más que tus ojos y su mirar

cayendo sobre la piel donde me besas.

Que tu ausencia nunca sea

una forma del invierno ni poemas

que arderán para dar calor.

Pasa el tiempo sin que lo vea,

como tu sombra tras las puertas

y como los recuerdos por el corazón.


Yo te doy y tú guardarás;

que todo nunca estará permitido

y que coincidamos en cuatro bodas y un funeral.

Que todo el mundo sea contigo.

Que sigan cantando las sirenas

y se estrelle mi cuerpo en las piedras

en este mar.

Seguiré buscando mapas en las estrellas

que usaré para llegarte y estar cerca,

en este cielo no cabe una luna más.


Y si no hay música para escuchar

escucharemos aullar

a los lobos que suelen venir

al pueblo fantasma de Tumbleweed.




domingo, 4 de febrero de 2024

Los monstruos entre el mar y el Jardín de Balamb

Tú pide y yo te daré;

que te apague un par de estrellas,

que cuelgue tu foto en la pared.

Ojalá que siempre nos llueva

en otoño como en las ciudades

de las películas de Woody Allen.


Tú pide y yo te daré;

que no tengan las espaldas una cicatriz,

que ser valientes nos salga bien.

Es más fácil pensar en ti

con las calles vacías

como en esa película de Sofía.


Y si tienes miedo mataré

a los monstruos que suelen aparecer

entre el mar

y el jardín de Balamb.


Tú pide y yo te daré;

que sea el guardián entre este centeno

que no es más que tu pelo de miel

lleno de enredos.

Que te vaya bonito

y perdona si ya no te escribo,

es que la luna me ha dejado mudo el corazón;

ya estaba todo dicho

a golpes y a gritos

y ya me volverá la voz al pecho con otro sol.


Tú pide y yo te daré;

que nunca haya nada prohibido

y que siempre coincidamos como en “antes del…”.

Que todo el tiempo sea contigo.

Que siga el cielo sobre nuestras cabezas,

la nevera llena de cervezas

y tus bragas en el cajón;

serán oblicuas todas las estrategias

que usaré para que siempre estés cerca

y la huella de tu cuerpo en el colchón.


Y si tienes miedo mataré

a los monstruos que suelen aparecer

entre el mar

y el Jardín de Balamb.





domingo, 21 de enero de 2024

Incompleto (para, pero, para)

Se recomienda leer esto en la versión web del blog para ver el diseño nuevo. Adiós espacio, hola mar. Adiós cohetes y planetas, el aterrizaje que es el tercer poemario abre paso a un nuevo azul.


Te veo en lontananza y no tengo ojos para ver

los gestos de tu cara que me hagan otra vez creer.

No todo iban a ser los hierros ni el peso las cadenas,

solo quiero respirar el cielo y vestirte de polvareda.

Necesito vivir en una cueva con mi lápiz y un papel,

que ya me sé todas las letras y gana el querer al poder.


Qué forma tienen los días, la tuya, y la madrugada;

y cómo estás escrita, mi página con la esquina doblada.

No solo iba a gritar para que solo me escuche la montaña,

ahora que ya sé que te vas iré del cuchillo a la espada.

Necesito verte las noches de San Juan en la torre del homenaje,

que ya me sé expresar como esos poetas de lenguas insaciables.


Es una injusticia que el mar te pueda mirar tanto y yo no,

que una ola te desnude al pasar y solo lo vea el sol.

No solo seremos llaves y zapatos, ni plomo doliendo en sangre,

solo el musgo de la noche coronado y abandonado en el aire.

Necesito salvarte pero solo sé juntar letras,

el poder del arte, ya sabes, que duele y no llegas.


Voy a dejar este poema incompleto para que se parezca a nosotros,

pero podrás leer este fragmento para curarnos si estamos rotos.

Y morir en un abrazo si aún recuerdas cómo se daban,

un poco con los labios y otro poco con el alma.

No lo quiero terminar

por si un día te vas.